Actualidad Nacional

Longevidad, caché y personalismo: el todo de Rangel Gómez, por Marcos David Valverde

Por: Marcos David Valverde

@marcosdavidv

En el estado Bolívar, una frase es recurrente: “algo le conocía Rangel Gómez a Chávez para que le haya perdonado lo del 11 de abril”. ¿Conocía? ¿Perdonado? ¿A qué se refiere semejante conseja?

En el país de devaneos y talanqueras, en el mismo país en el que Raúl Baduel, el protagonista de la cruzada militar que regresó al sepultado mandatario al poder ese 11 de abril, es ahora un preso recurrente del mismo chavismo; en es ese país, él, Francisco Rangel Gómez, ha salido airoso. Al punto de tener, en este 2017, 13 años como gobernador de Bolívar.

No era en aquellos confusos días de abril de 2002 el mandamás regional. Venía de dos cargos de confianza que su compañero de la promoción Simón Bolívar de 1975 y ahora presidente de Venezuela (¿derrocado?, ¿renunciante?) le había otorgado, quizás como gesto de agradecimiento por la generosidad de Rangel Gómez y familia en la época posgolpe fracasado, léase 4 de febrero de 1992: secretario de la Presidencia de la República, primero. Presidente de la Corporación Venezolana de Guayana, después.

¿Qué pasó, entonces, aquella noche de la intriga? Mientras el país era un signo de interrogación acerca de lo que realmente había ocurrido con Hugo Chávez y mientras llegaba el momento para el chavismo de cerrar filas o deslindarse, el Rangel Gómez que hasta ese momento hablaba sereno y con voz profunda, se presentó ante las cámaras de una televisora regional, TV Guayana, esquivando miradas, tragando grueso y con la voz ahora tembleque, para la segunda opción: deslindarse.

Lo hizo al renunciar a la presidencia de la CVG. La razón: “No me siento identificado con las acciones, especialmente lo que ha ocurrido el día de hoy. Prefiero salir del sector gobierno. Tenía toda la esperanza de que esta crisis profunda se resolviera y por el contrario se recrudeció con los lamentables hechos que estamos viendo en nuestra ciudad capital”.

Entra entonces en la jugada la conseja inicial, ese “algo que le conocía a Chávez”, pues, como si nada hubiese pasado, el 15 de abril ya Rangel Gómez estaba de vuelta en su oficina y declarando que “la lucha, sencillamente, es de continuidad. Vamos a seguir trabajando por Guayana y por Venezuela. Sigamos con este diálogo”. Tal diálogo le aguardó lo mejor.

Descendente, jamás

Scout en su niñez y destacado cadete en la Academia Militar de Venezuela, Rangel Gómez (Caracas, 4 de abril de 1953) cultivó desde entonces el gusto por las formas, las jerarquías, la pomposidad y la minuciosidad en la vestimenta.

Especializado en seguridad y defensa, llegó a convertirse en director de la Academia Militar. En 1999, el recién investido presidente lo nombró secretario de la Presidencia y, al año siguiente, presidente de la CVG.

Aminorando posibles rencores, en 2004, Chávez lo ungió como candidato a gobernador de Bolívar por el Movimiento V República. Levantarle la mano al expresidente de la corporación funcionó: Rangel Gómez ganó con más de 146 mil votos. Su oponente, Antonio Rojas Suárez (compañero de Chávez en el intento de golpe), aspirante a la reelección, obtuvo 93 mil.

Constitucionalmente, cuatro años después, Rangel Gómez podía aspirar a un segundo período. Lo hizo y gano: el 23 de noviembre de 2008 fue reelecto, ahora por el PSUV, frente a una oposición dividida entre Andrés Velásquez (La Causa Radical) y, nuevamente, Antonio Rojas Suárez.

Durante ese segundo periodo de gobierno las denuncias por corrupción afloraron. La más connotada ocurrió en junio de 2011 e involucró a uno de sus hijos: los señalamientos apuntaban a Francisco Rangel Escobar como socio de Luis Velásquez, gerente de comercialización de Sidor y uno de los involucrados en el tráfico de cabillas.

Aquietadas las aguas, en 2012 Rangel Gómez (favorecido por la enmienda constitucional de 2009) se lanzó a la carrera electoral para un tercer período. La apatía que predominaba entre los votantes opositores a raíz del triunfo de Hugo Chávez sobre Henrique Capriles Radonski determinó la conquista de las gobernaciones por parte del oficialismo. Bolívar con Rangel Gómez incluyendo.

De socios y avestruces

A los pocos meses de su tercer triunfo, un segundo escándalo por corrupción le movió los cimientos: en junio de 2013 se destapó el caso del tráfico de mineral de hierro en Ferrominera del Orinoco. Además de Radwan Sabbagh, el presidente de la empresa estatal, hubo otro nombre de peso y preso: Yamal Mustafá, empresario, director del diario Primicia (tribuna diaria de Rangel Gómez) y conocido como testaferro del gobernador.

Todo ocurrió luego de que Nicolás Maduro ordenó sanear las empresas básicas de corrupción “caiga quien caiga”. Eso, según testigos, llevó a que el gobernador increpara directamente al presidente: “¿La cosa es contra mí?”.

Pero, nuevamente, Rangel Gómez salió ileso. Las magulladuras solo han socavado el ánimo en las bases del partido. Para ello hubo un atenuante: la masacre de Tumeremo, en marzo de 2016, que Rangel Gómez desmintió en un principio por considerarla un invento de “voceros irresponsables de la derecha”. El repudio se agigantó porque Rangel Gómez, en esos días, nunca fue al pueblo minero. Prefirió, en cambio, presentarse como le gusta más: por televisión, en el programa Vladimir a la 1, de Globovisión.

Esa preferencia mediática no es nueva. En las calles y en los medios, el gobernador es proyección fija. Las vallas lo reproducen por mil tomando agua de una manguera, besando a una viejita, mostrando maquetas, sonriendo o cargando niños.

Aparte, más de 70 emisoras, todas con contratos publicitarios de la Gobernación, se encadenan cada martes a su programa radial. Por si fuera poco, Rangel Gómez cuenta (y paga) con dos corresponsales de los canales Venevisión y Televen para su exclusividad. Eso, sin contar la mayoría de los periódicos de la región, sumisos a sus designios y chequera.

En torno de sí ha sabido aglutinar, además, a buena parte de la oposición en Bolívar, principalmente a voceros de Acción Democrática, Voluntad Popular y Primero Justicia, que, a lo sumo, pronuncian críticas contra él a modo de saludos a la bandera: una tregua a lado y lado. La recompensa: la aparición en las primeras páginas de los medios que controla, especialmente Primicia, y, según suspicaces de la política local, financiamientos.

Así, este general del Ejército llegó a sus 13 años en la Gobernación de Bolívar: la región no ha conocido otros derroteros que no sean las caras en cien oficios de este amante empedernido del paté, de las camisas Columbia, de los viajes en su particular Hawker 400, de las vacaciones en la Riviera Maya y de los relojes IWC de 8 mil dólares.

“Keeping up with Rangel Gómez”, podría llamarse este capítulo de la historia regional. O el rangelato, según se mire: la década prolongada de este generador de frases trascendentales como “el agua, aunque amarilla, es perfecta”, “no nos importa comer palos y piedras fritas si nos toca defender la revolución” y “en Bolívar vivimos cada día mejor (a pesar de que sus tres gestiones acumulan 11 mil 900 homicidios)”.

Es el gobernador más longevo de Venezuela, aquel que se desligó pero que fue perdonado por el sumo sacerdote.

Quizás porque sabía mucho.

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