Salud y Bienestar

Halitosis, esa barrera que impide la cercanía

Inteligente, atractiva y ostenta un alto cargo, pero cada vez que se le acerca a sus compañeros de oficina se rompe el encantamiento. Salvo los personajes y las circunstancias, esta experiencia se repite en nuestro mundo cotidiano y plantea uno de los asuntos de salud más incómodos de abordar porque, en principio, quien lo sufre termina siendo el último en enterarse.

Todos sabemos lo que significa el mal aliento. Basta con levantarnos en la mañana e imaginar la catástrofe que desencadenaría si mantuviéramos este «aire de dragón» durante toda la jornada. A juzgar por la magnitud del mercado de ventas de colutorios y otros productos para combatirla, la halitosis representa un problema personal que preocupa a mucha gente, en todas partes, ambos sexos y de todas las edades.
Pero, boca y alimentos no son siempre los únicos responsables. Tal vez porque resulta el último lugar por donde pasa el aliento, antes de encontrarse con el aire libre, que se le imputa a la boca sistemáticamente el origen de la halitosis.

En realidad ella no es directamente responsable cuando se padece de una infección de amígdalas o si la higiene bucal es ineficiente.
Por ejemplo, cuando los residuos alimenticios quedan atrapados entre los dientes la degradación de sus proteínas que da nacimiento a numerosos microbios genera un olor desagradable. Igualmente, los accesos pulmonares son señalados de provocar mal aliento, aunque esta patología es poco frecuente, lo que no sucede con la bronquitis crónica ya que, al dilatarse el bronquio infectado, surge el mal olor.
Otras causas posibles de la halitosis pueden detectarse en el intestino. Se sabe que ciertos alimentos, como el ajo, la cebolla y el licor, desprenden olores desagradables que no se eliminan hasta que son evacuados.

Por ello a veces resulta inútil cepillarse los dientes desesperadamente creyendo que el olor de la pasta dentífrica haga desaparecer el mal olor. Este fenómeno puede aparecer igualmente con fragancias más aceptables. Así cuando se toma jugo de eucalipto, el olor se absorbe de tal manera que el aliento se vuelve perfumado.

Causas más conocidas

En la alimentación: el ajo y la cebolla, o cualquier comida fuerte, son absorbidos por la corriente sanguínea, transferidos a los pulmones y expulsados al aire que respiramos.

Un hábito dañino como el cigarro no sólo impregna de nicotina encías y dientes sino que lesiona la mucosa bucal, dejándola sensible a las lesiones y provocando el frecuente sangramiento con mal olor.

Una inadecuada higiene bucal, caries no tratadas, periodontitis, gingivitis, estomatitis, aftas.

En la faringe: faringe-amigdalitis aguda y crónica; adenoiditis, cuerpos extraños en fosas nasales, absceso periamigdalar.

En las vías respiratorias: rinitis supurada, atrófica; sinusitis, bronquiectasias, cuerpos extraños bronquiales, absceso pulmonar.

En el aparato digestivo: divertículos esofágicos, hernia hiatal, esofagitis, gastritis, úlcera de estómago, infección por helicobacter pilori, alergia alimentaria, entre otros.

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