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ZAPATA: el otro yo de la Patria vulnerada

El artista actúa como un antropólogo, como un psicólogo social que se expresa a través de la imagen para transmitirnos la chacota de una idiosincrasia, la caricatura de una sociedad. Zapata recupera el gesto, la pose, el comportamiento plural y diverso de unos personajes que, dependiendo de su ubicación en las clases sociales venezolanas, actúan de una forma particular y evidente.

El artista se apoya en una expresión plástica personal, en la que la pintura y el dibujo se encuentran animados de un espíritu festivo, jocoso, caricatural, satírico, que dota a la propuesta del creador de una singular relevancia dentro de la plástica nacional. Zapata desnuda a sus personajes sin despojarlos de sus vestimentas. El artista traspasa la ropa y la piel que escuda una idiosincrasia para revelarnos lo que ocurre más allá de las conveniencias y las formalidades. El pintor se dirige al corazón y a la mente de sus personajes para extraer lo recóndito, lo irrevelable, lo que se piensa y se dice para sí y para los íntimos, pero que muy pocas veces se expresa a viva voz a la escucha de todo el mundo. 

 Zapata funge de traductor  de creencias y de sentimientos para comunicarnos la esencia de una ideología, la índole de una proposición vital. Sus personajes – poderosos, ricos, marginales, afectados, sifrinos, conservadores, prejuiciados o vanguardistas – son una vitrina de la realidad sociocultural venezolana. El artista ofrece una iconografía de la vida nacional donde cada uno es retratado en sus adentros, aun cuando la cubierta corporal no sea la propia, la que contemplamos cotidianamente cuando nuestra imagen de refleja en los espejo

Personajes desnudados que trasparentan una carencia básica, unas ansias de tener lo que  a los otros les sobra. Personajes creados por una sociedad que los coloca cerro arriba para que contemplen, desde las alturas del malvivir,  las idas y venidas  de aquellos que todo lo tienen y nada les falta. Desnudez de  una frustración que ha rebasado todos los limites de lo humanamente aceptable para convertirse en alienación de la esperanza o en fogoso torbellino que puede ponerse en movimiento cuando nadie menos lo espera, e , incontrolable, en forma de turba y de saqueo, destruir a su paso lo poco propio y lo mucho ajeno.

Develamiento de una marginalidad creciente e inexcusable en una sociedad que sabe recibir, pero que no conoce como repartir. Personajes condenados al exilio de las alturas que se convierte en penitencia de escaleras, en castigo en forma de derrumbe, en condena de hambres reiteradas y de gatillos alegres.

Personajes desnudados también y contradictoriamente en su arrogante abundancia, en su más no poder. Hombres y mujeres que no conocen la noción de escasez o de penuria. Damas engalanadas  y enjoyadas a las que se les transparenta la envidia y la maledicencia. Caballeros de prominentes vientres que han saboreado todo lo comible y catado todo lo bebible. 

Zapata desnuda a todos aquellos que, en su venalidad y corrupción utilizan el cargo, carro y chofer para servirse de ellos y nunca para servir a los demás. Políticos, congresantes, militares, compañeros de partido, petroleros, funcionarios públicos de todo rango pasan a engrosar la lista de los desnudados por el artista. 

Zapata se adentra también en la historia de la Patria para relativizar las heroicidades y poner en su justo sitio intentadas valentías. Próceres que ya no lucen tan gallardos son trasladados por Zapata al lienzo para recordarles el valor del miedo y del azar en sus gestas pretendidamente heroicas.

El artista retrata igualmente el sustrato de las creencias religiosas, de una iglesia corrompida, que, a pesar de una reiterada espiritualidad y de una aparente renuncia a las cosas de la tierra, no ha podido deslastrase de lo mundano y contingente.

En síntesis, el poder, la chismería, la adulancia, la fiesta inolvidable, la maleta buchona, la comisión recibida, el contrato celebrado, la gesta libertaria, el discurso, la alocución, la telenovela, la corrida de toros, cualquier cosa que sucede en Venezuela, para bien o para mal, es suficiente para que Zapata ejerza todo su potencial creador, su despiadada sátira de nuestra idiosincrasia, y en especial cuando la libertad y la democracia están en juego en esta burda caricatura del Socialismo del siglo XXI que no ha sido – afortunadamente –  una invención del Maestro.

 

Pedro León Zapata es el otro Yo de la Patria vulnerada,  aunque a la Autocracia roja rojita –  arbitraria y falta de humor –  le duela en tinta ajena  cada entrega de nuestro decano del humorismo.

 

 

 

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