Cultura

Antropología visual en Bronislaw Malinowski

Bronislaw Malinowski (1884-1942) es para la antropología visual un novedoso clásico. Lo atrevido de su temática y la metodología empleada en sus investigaciones obligan a repensar su obra. Su voluntad investigativa y  creatividad se perciben en las primeras líneas del libro “La Vida Sexual de los Salvajes, del Noroeste de Melanesia”, 1932. Él era  consciente de la originalidad de su investigación, y de ahí la decepción ante la escasa comprensión con que fue recibido su libro por los investigadores de la época, sólo hacían referencia a los aspectos menos relevantes de su trabajo, sin  destacar la unión entre la función y la necesidad, la parte y el todo, lo privado y lo público: “El objeto central de este libro era mostrar que, sea cual fuera el punto de observación, el problema sexual, la familia y el parentesco presentan una unidad orgánica imposible de romper…, aparentemente, la mayor parte de los lectores no se ha enterado del objetivo principal de mi libro. Lo que ha despertado el interés general han sido los detalles sensacionalistas: la evidente ignorancia de la paternidad biológica, la técnica del acto sexual, ciertos aspectos de la magia erótica, y una o dos rarezas del llamado sistema matriarcal.” (B.M., 1975: 26).

Es la vida sexual de los tobriandeses el tema estructurador de la monografía, pero su etnografía y reflexiones van desgajando las capas socio-culturales alrededor de este tema, para abrir nuevas dimensiones que lo llevan a problemas como la estética, sin las pretensiones de un historiador del arte. La acuciosidad de su investigación se evidencia en las hipótesis y conclusiones a que va llegando ante cada uno de los problemas tratados. Esto se percibe en el contenido del índice de su libro: “El amor y la psicología de la vida erótica, magia del amor y la belleza, sueños y fantasías eróticas…”

Al acercarse a la cultura matriarcal de los tobriandeses, en la Nueva Guinea Británica, B.M., pleno de incógnitas va superando con honestidad intelectual sus prejuicios, y pone bajo la lupa de la falsación las conclusiones de su investigación y las posibles contaminaciones que puede tener su escrito por las ideologías interpretativas de la época como son el psicoanálisis, o el evolucionismo: “Solo más tarde estimulado por ciertos trabajos que me enviara el profesor C.G. Seligman y alentado por sus consejos, comencé a verificar la teoría de Freud, según la cual los sueños son la expresión de deseos contenidos del inconsciente (…) El que en el curso de la investigación me viese obligado a rechazar a la doctrina psicoanalítica más de lo que podía aceptar de ella, no disminuye en nada mi deuda (…) El hecho es que dejé de ser un radical del método evolucionista…”(B.M.. 1975: 283, 27).

Los criterios metodológicos de Malinowski, llevan a problematizar y dilucidar   vías para hacer un mejor uso investigativo y práctico de las colecciones etnográficas audio-visuales, que permiten a los investigadores ir más allá de los lugares comunes que se observan en los ensayos, sobre el uso de la fotografía en la antropología visual. Se intentará, por tanto, delimitar los antecedentes de una metodología que hace uso de la fotografía como instrumento de retroalimentación cognoscitiva y de reinserción de colecciones a sus comunidades de origen. En la investigación que realizó sobre la vida sexual de los salvajes, el etnógrafo asume los avances tecnológicos propios de su época, como fueron la cámara fotográfica y el grabador de cilindro, sin cegarse por esa realidad instrumental y el pragmatismo que deriva de ella. Fue consciente del salto cualitativo que significaron estas tecnologías sobre la subjetividad y los problemas que acarreaban para este tipo de investigaciones herramientas como el dibujo científico o la pintura como registro, pues se alejaban de la realidad para convertirse en interpretaciones.

Es él uno de los primeros etnógrafos que acompaña la fotografía de la palabra, y la convierte en un apoyo inseparable del discurso etnográfico al unir ambas dimensiones. Para lograr este fin, crea de manera implícita una metodología que transforma la imagen en un instrumento de conocimiento, al lograr niveles de objetividad difíciles de obtener por el dibujo o la pintura. Esta motivación responde al anhelo de hacer de la antropología una ciencia exacta. Su intencionalidad epistemológica provoca reflexiones sobre el falso problema que han creado los teóricos contemporáneos ante esta dimensión visual, al minimizar sus criterios de objetividad, para justificar la aceptación de la fotografía como un arte, en lugar de establecer de manera pragmática una distinción entre la imagen documental como registro investigativo y la fotografía documental artística.

El etnógrafo llega incluso a reconocer los aciertos y limitaciones de esta herramienta al ser empleada como registro de la realidad, pues con facilidad puede ser usada para falsificar y tergiversar lo investigado, al convertirse en un registro poco fiable cuando es dominado por los prejuicios. Así, toma una posición ética ante el uso de la fotografía etnográfica. Y se autocritica al afirmar que una de las carencias de su investigación son las imágenes directas de la vida erótica y explica el porqué de esta situación: “Una laguna, lamentablemente, pero difícilmente remediable, consiste en el escaso número de ilustraciones relacionadas directamente con la vida erótica. Pero como esta evoluciona en una sombra profunda, lo mismo en el sentido literal que figurado, las fotografías sólo habrían podido ser obtenidas gracias a poses artificiales y simuladas, y no tengo para qué decir que una pasión artificial y simulada carece de valor.” (B.M. 1975: 47).

Entre los pasos metodológicos que da a su registro visual, está el contextualizar cada fotografía a través de notas descriptivas y datos técnicos que permiten a posteriori realizar diversos niveles de clasificación y análisis, a la vez que seguir las pautas del funcionalismo al relacionar la fenomenología cultural con las necesidades. Se convierte, de esta manera, la fotografía en una vía de conocimiento de múltiples dimensiones, que dan la posibilidad al investigador de crear hipótesis y disminuir los grados de subjetividad inherentes al enfoque, composición, tipo de exposición y lentes usados, criterios usualmente ignorados en este tipo de registro y análisis de estos materiales. “La fotografía tomada al ponerse el sol, necesitó de una larga exposición; de ahí que varias figuras aparezcan borrosas. El cadáver muestra signos de descomposición, aunque todavía puede verse claramente las ataduras de las piernas. Toyodala, el viudo, sostiene el cuerpo-cap. VI, 3- (leyenda a la fotografía 33). Cada una de las 92 fotografías en blanco y negro que acompañan este libro, son puntos de referencia una y otra vez a lo largo del texto para señalar aspectos ignorados y relacionarlos unos con otros.

El etnógrafo hace de cada registro   una totalidad cognoscitiva a través de la contextualización. No se trata solo de una enumeración y descripciones espaciales, temporales y socio-culturales, sino de realizar anotaciones que transformen cada imagen en parte de una totalidad socio-cultural. Así, muchas de las ilustraciones describen el nombre de los personajes y hace un seguimiento de ellos en el tiempo y el espacio desde múltiples perspectivas al destacar acciones, roles, indumentaria, cambios de rasgos físicos, miembros familiares,  para crear diversos niveles de información y de objetividad que se alejan del ficcionar propio del documental o la fotografía que se legitima como etnográfica a través de un guión narrativo. De esta manera crea niveles de conocimiento desechados por gran parte de los investigadores visuales contemporáneos, como son la concientización del encuadre, la ubicación del fotógrafo al accionar la cámara, el porqué de la composición usada, tipo de exposición…  Aspectos que al ser ignorados enfatizan la subjetividad. Pues se desechan elementos que permitirían reconstruir las escenas rescatadas con un mayor grado de objetividad para futuras investigaciones. “Las empanadas colocadas en la fuente (a la izquierda) son preparadas primero por las mujeres y luego echadas en grandes cazuelas de barro, removiéndolas con grandes espátulas. Obsérvese la minúscula casa de ñame (en el centro izquierda) de la fotografía, perteneciente al muchacho que se halla delante de ella. La vista está tomada desde el espacio que media entre las moradas y almacenes, mirando hacia la plaza central –cap. I, 3; cap. IV, 3; cap. IX, 2 (leyenda de la fotografía número 5).

Otro aspecto que evidencia la conciencia ética de la acción fotográfica es evitar el reconstruir escenas cotidianas o rituales, y hace uso del menor número de imágenes posadas que falsifican la realidad registrada, pues es consciente del significado de la espontaneidad para un portafolio etnográfico, que intenta establecer el acercamiento a una sociedad alejada de las coordenadas existenciales y culturales del investigador. Aspectos que afirma al señalar que: “evito …, posees artificiales y simuladas… Tuve la excelente ocasión de estudiar la magia de los trajes del embarazo. Observé y fotografié los ritos tal como se realizaron en la aldea Tukwaukma, en donde también pude observar la fórmula de la magia Saykeulo, que oí recitar allí. (fot.43, fot. 44)” (B.M., 1975: 4, 181).

El uso que hace de las leyendas que acompañan cada imagen, como los comentarios que hace de ellas en la monografía, demuestran un alto grado de responsabilidad ética, al transmitir el mayor número de elementos propios del contexto, para interpretar de manera asertiva las escenas ante las que se encontrará el futuro lector o investigador. Para lograr esto, explicita la intencionalidad de sus registros fotográficos, pues está a la búsqueda de conocer y comprender una sociedad con valores y ritmos de vida diferentes a los propios, por lo cual se hace necesario revisar constantemente el porqué de las tomas realizadas, para poder controlar el proceso de investigación visual y evitar que el accionar del clic o lo mecánico dominen a quien se encuentra detrás del visor, y evitar la tergiversación del análisis a posteriori de los portafolios. Se observa, por tanto, un constante esfuerzo por fusionar la imagen y la palabra en lugar de distanciarlas, al establecer un paralelismo que podría acercarnos al comic, donde la imagen pierde sentido al aislarse de la palabra. “Al día siguiente de la confección y encantamientos de los trajes, tiene lugar la verdadera investidura de la mujer encinta… Describí esta ceremonia tal como la vi en la aldea Tukwaukma, en donde mi amigo B. Hancock y yo pudimos tomar varias fotografías el mayo de 1918 (véanse fotos 43,44, 45, 46, 49 y 50)”. (B.M., 1975: 183).

Esta dimensión se observa cuando hace saber al lector sus reflexiones sobre la poca legitimidad que poseen las investigaciones y descripciones verbales aisladas de la imagen: “Las descripciones verbales de un tipo racial son siempre pálidas y poco convincentes. La palabra explícita, una percepción de la realidad íntimamente vinculada a la formación, experiencia de vida y situaciones existenciales en que se ha visto involucrado el etnógrafo o investigador visual. Critica también otras vertientes por las cuales la antropología busca la exactitud que le de status de ciencia como es la antropometría, anteponiendo a ese poco fiable panorama el uso de la imaginación y, por tanto, del pensamiento creativo: “Pueden estar hechas en términos antropométricos y respaldadas por datos numéricos útiles para el antropólogo que estudia los caracteres físicos de la raza, pero que no lograran estimular la imaginación. Hará mejor el lector examinando las fotografías de este libro y de otras obras en que se describen a los tobriandeses y escuchando con atención lo que los propios indígenas tienen que decir sobre la belleza y la fealdad.” (B.M., 175: 224).

Es enfático al afirmar que los criterios usados por la antropología para encontrar el frío filo de la objetividad deben dejar espacio a la imaginación. Enfrenta de esta manera un problema evadido por las disciplinas que ocultan sus debilidades en datos numéricos, y se ciegan ante verdades duras. No se refiere B.M. al uso de la imaginación desbocada, sino afirma su importancia para reconstruir y realizar recreaciones que permitan enfrentar los a prioris y prejuicios. Establece, de esta manera, las bases de un hacer que no se ciega ante la eficiencia instrumental de la máquina, como vía para registrar la realidad, al complementarla con una metodología que no excluye la imaginación y el pensamiento creativo para acercarnos a la comprensión de la multiplicidad cultural de la humanidad. Esto se establece con claridad al dirigir sus observaciones sobre la fotografía, al crear una tensión enriquecedora entre la descripción verbal y el ojo mecánico, y transformar así cada imagen en una realidad cognoscitiva.

 

Bibliografía: MALINOWSKI, Bronislaw, La Vida Sexual de los Salvajes, del Noroeste de Melanesia, Editorial Morata, España, 1975.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba