Cultura

José Ignacio Vielma: Formas Primigenias Llano Adentro

José Ignacio Vielma nació en Mérida (1950), entre cordilleras y páramos donde aún se sienten los ecos de los dioses en exilio. Parte de su infancia la vivió en Barinas, donde tuvo sus primeros contactos con los petroglifos, misteriosos vestigios del pasado. Y se familiarizó con la cultura viva de esas tierras.

Inició su búsqueda estética de las “Formas Primigenias” en las piedras grabadas del río Bum Bum, de las Lajitas, cercanas a la quebrada de Minamon, en las márgenes del río Curbati en Barinas. El Llano como vivencia, espiritualidad, el apego a la tierra, y a la naturaleza salvaje, se transformó en un rasgo de su personalidad creativa. Adquiere así una sensibilidad que le permite recrear lo ancestral a través de la contemporaneidad. Al materializar estos símbolos, los contextualiza en fondos pictóricos que transmiten al espectador lejanía temporal.

En la serie está presente el informalismo a través de tensiones cromáticas. Son atmósferas de metáforas del espacio sideral, que semejan mantos de estrellas y se evidencia en obras como “Curbati I”, 2003 y “Bum Bum III”, 2003, que transmiten el concepto de culturas que existían y se modelaban a través de los ritmos del cosmos. En sus cuadros se da una fuerte presencia dibujistica, al trazar entre estos fondos la recreación de los grabados sobre piedra. El artista desea aprender de manera directa como fluyen los ritmos de estas líneas en las rocas. Por ello asume una técnica común en la arqueología como es el frottage, usada por primera vez en el arte moderno por el surrealismo. Haciendo brotar texturas y formas recónditas de las superficies rocosas que le develan los más mínimos detalles de estas expresiones estéticas. De esta manera tiene contacto directo con la energía creativa y el trazo pétreo de estos creadores ancestrales. Contenidos simbólicos que recrea en el lienzo, para acercar al otro a la belleza y misterio de los vestigios de estas olvidadas culturas.

Algunos elementos de estos petroglifos pudieran ser interpretados, cuando se trata representaciones de la fauna y la flora silvestre. Evidencian el uso de la abstracción, que el artista enfatiza en obras como Curbati I, 2003, donde un personaje con una máscara y un tocado que podría ser chamánico es el centro de la composición visual, entre un universo estelar. Para no descontextualizar sus referentes estéticos, indaga en un lenguaje experimental que le permita ser los más fiel al espíritu de estos símbolos.

Para logarlo evita el aislarse en el taller, pues necesita familiarizarse con el material creativo de su inspiración y buscar estas huellas de edades dominadas por el mito, se convierte así en un trashumante, al igual que lo eran las culturas primigenias, y el existir del llanero. Así se conjugan dos búsquedas el pasado ancestral y el presente gracias al contacto directo con los habitantes de las sabanas; dedicados a la cría de ganado y a la agricultura.

La búsqueda de mostrar al espectador la visión del mundo de culturas enraizadas a la tierra, se materializa en sus serie sobre “Formas Primigenias” inspirada en los petroglifos y en sus fotografías, que tienen como tema la estrecha relación que se da entre el hombre y su entorno en sociedades tradicionales como es el caso de la cultura y cotidianidad llanera.

En los rostros y sus personajes se percibe las huellas delo ancestral, tal como se observa en la fotografía “Guayaqueando la res”, 1995, donde la lucha milenaria entre el hombre y el ganado nos enfrenta a la res cuando es herrada, escena que lleva al espectador a un tiempo perdido. En la composición de la imagen, el animal cae tras ardua lucha, al ser enlazado por jinetes con vigor e ingenio para domesticar a la naturaleza. Esta cultura que gira en torno a la manada de ganado, tal como se documenta en sus portafolios de Apure y Barinas, donde el palpitar de la tierra se encuentra en las miradas de estos jinetes. Son composiciones dominadas por la mirada interior del artista, transmitiendo a las fotografías poder de transparencia, y de realidad.

Estas imágenes tienen un paralelo pictórico en su cuadro “Caballo herido”, 1992, hecho con trazos rápidos, espontáneos y sintéticos, delinea un caballo lastimado que se rebela a su destino en el movimiento y gestos que expresan la angustia del equino.

La épica de esta cotidianidad la eterniza José Ignacio Vielma en el faenar del llanero. En sus usos y costumbres, que se manifiestan en su manera de montar el caballo, de usar los estribos descalzo, en el descansar del llanero bajo la sombra de una arboleda, o al refrescarse en un abrevadero después de un arduo día de trabajo. Esta forma de existir está presente en sus objetos de este hacer, y en su indumentaria. Realidad que el artista materializa entre huellas de luz inspiradas por una búsqueda por documentar las raíces tradicionales, en su portafolio fotográfico.

Este sentido de encuentro con las raíces, está presente también en los petroglifos, ocultos en la sabana, entre raíces de árboles, gramíneas, cursos de ríos, en los que tuvo que adentrarse para encontrar estas expresiones estéticas colectivas y anónimas, resultado de un hacer lento, y arduo. El faenar del llanero, es también un hacer colectivo y anónimo, que deja pocas huellas de su cultura material, que es efímera como son los corrales, los ranchos de bahareque y toda su parafernalia. Sociedad de tradición oral que se enriqueció de generación en generación hasta crear un hacer, pleno de habilidades y saberes, donde se encuentra el pasado tramado con el presente, y evitar así su olvido por la fotografía. Esta cultura es nacida del encuentro y desencuentro del Viejo y el Nuevo Mundo, gracias a la transculturación que vino con la conquista, la colonización y el devenir histórico.

Son expresiones estéticas que tiene un sentido de ser, los petroglifos no son realizados por azar. Las investigaciones han determinado que posiblemente estén asociados a lo astronómico, a lo calendárico, a establecer fronteras, al hacer, a mitos y ritos probablemente son parte de un lenguaje simbólico. Estos sentidos los transmite el artista en piezas como “Círculos dentro de círculos”, 2010 talla sobre madera de estructuras concéntricas asociadas a la totalidad y la unión de los opuestos, debido a su estructura mandálica. Integrada por cuatro surcos tallados, que nos van llevando de la piel al espíritu, del caos al orden. El artista juega con las texturas del material al crear surcos donde deja su impronta.

La concentricidad recuerda las primeras manifestaciones de monumentos sacros en roca como el de Stonehenge y los menhires. Crea así una serie de piezas tridimensionales que tienen un sentido calendárico, con un carácter totémico, dominadas por la vertical, tal como se hace presente en la escultura en hierro “Calendario de la Acequia”, 2001. El espectador se confronta ante estos símbolos, que manifiestan una indagación que busca acercarse a cómo eran creados en el inconsciente estas formas originarias y arquetipales, presentes en las diversas culturas tradicionales a través de los sueños, y las iniciaciones chamánicas con sus vuelos extáticos.

La religiosidad y los símbolos son vividos, y sentidos por las sociedades tradicionales como una experiencia que transmite sentido y transforma la existencia. Posiblemente el acercamiento a este universo de signos en que se adentraba el iniciado a través de la dimensión onírica y otras veces inducida por el chamán, es uno de los sentidos a los que nos desea acercar el artista con su obra pictórica y escultórica. Se crea una propuesta de ver, donde la obra se convierte en un mito de origen, y el espacio penetra e interactúa con lo serpentino, pues el laberinto está asociado al repliegue sobre sí de las serpientes. Se percibe así en la escultura “Laberinto cuarta dimensión solar”, 2008, diversas significaciones: lo acuático, lo lunar, lo telúrico y lo solar un compendio de las religiosidades ancestrales.

En los módulos inspirados en los petroglifos del “Yaure”, hace una recreación plena de belleza, donde logra transmitir la economía de las formas arcaicas. Así en la pintura “Módulos del Yaure”, 2007, adquiere unidad el conjunto, por una línea que une los módulos con el mismo cromatismo y textura. Cada uno de los seis módulos, posee un discurso visual y simbólico diferente. En unos pareciéramos estar ante larvas o expresiones funerarias de envoltorios sacros, y en otros se conjugan con símbolos solares y serpentinos.

Uno de los rasgos de este lenguaje plástico en lo pictórico, es la ausencia de líneas definidas que transmiten una sensación de fragilidad, tal como se observa en el cuadro “Bum Bum III”, 2003, donde las capas pictóricas se encuentran tanto en el fondo como sobre los símbolos, transmitiendo una sensación de inmaterialidad. El tratamiento de este lenguaje enfrenta al espectador ante esencias en un sentido platónico, y podrían representar estructuras arquetipales de nuestra psiquis. Este abecedario plástico es una síntesis de nuestro legado cultural y espiritual, y plantea un reto al otro para concientizarse de la belleza y profundidad simbólica de estas formas primigenias, renacidas de la sensibilidad de un creador que ha dedicado gran parte de su vida a la búsqueda de lo intangible.

La tensión entre el pasado y el presente se evidencia también en su lenguaje fotográfico, que materializa el sentido de una cultura que se hace alrededor de un existir vinculado estrechamente a las fuerzas de la naturaleza. Esto se observa en “Corral Paraliado”, 1995, donde la bruma matutina de la sabana al disiparse con el calor del día hace que comiencen a surgir como espectros el ganado que se encontraba en el corral.

Pisando la tierra se develan las pezuñas, reminiscencias míticas del pasado milenario vinculado al Viejo Mundo y sus creencias, sentido reforzado por las cornamentas, que recuerdan el símbolo de la civilización cretense y los juegos que se daban alrededor del toro. Este arcaísmo es reforzado al destacar en sus composiciones la estructura del corral con sus maderos verticales, horizontales, sus pasadizos, y laberintos creados artesanalmente, por un hacer aprendido de generación en generación. Rasgo que se pone de relieve en las fotografías del portafolio “Apure Documental”, 1995, centrada en la composición de un pasadizo que lleva el ganado al río, hecho con formas asimétricas, maderos y troncos reutilizados. Estos detalles se reiteran en la foto “En el Trabajo de Corral”, 1995. Esta estética presente en la series de los petroglifos recreados por el artista en sus diversos cuadros, donde símbolos sacros están ingrávidos entre mantos celestes. De esta serie el cuadro “Vigirima”, 2001 pareciera recrear la abstracción de caracol a través de la visión de rayos “x” o un corte transversal, que muestran las secciones de su interior.

Esta percepción del artista, está presente en sus composiciones, como “Contando en la Manga”, 1995, donde la piel del ganado pareciera un lienzo donde se imprimen huellas de acero y fuego, en la marca de la pertenencia a una hacienda. Y los llaneros con sus gestos y objetos como es la vara, transmiten una sensación de paciencia y cotidianidad propia de la cultura de la sabana. El corral tradicional es una especie de laberinto con una estructura y sentido diferente al de Minos donde se ocultaba el Minotauro, pues no poseen un carácter mítico y son estructuras hechas con fines prácticos de los que depende la vida y sobrevivencia de esta sociedad.

En “Bebiendo en el Remanso”, 1995, al final de la jornada varios jinetes, se han bajado de sus monturas para refrescarse del caluroso llano. La atmósfera de la composición transmite sosiego y lejanía al ritmo de vida urbano y su sentido de existir. Esto se manifiesta también en el cuadro “Tarde en el Estero”, 1992, donde domina la horizontalidad, y se está ante una caligrafía del paisaje llanero, realizado con trazos rápidos y espontáneos, que recuerdan la manera de sintetizar en el arte oriental el paisaje.

El artista en su variada obra evidencia, un espíritu humanista, y sus vivencias son los temas de su creación, tanto en las series pictóricas, escultóricas, ensamblajes y en sus portafolios fotográficos. Y en cada uno de estos ámbitos recrea el sentido de trascendencia de las sociedades y culturas tradicionales que existen en armonía con el cosmos y la naturaleza.

 

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