Cultura

Juan Félix Sánchez: Arte devocional contemporáneo

Eduardo Planchart Licea

Fotografía: Maricarmen Carrillo

El Hombre del Tisure (1900-1997) con su contagiosa alegría nacida de la certeza de haber cumplido con su destino, paradigma en la historia de las artes visuales de Venezuela y Latinoamerica. Se le otorgó el Premio Nacional de Arte Popular en 1987 y el Premio Nacional de Artes Plásticas en 1989, entregado de manos del expresidente Carlos Andrés Pérez. Él, a través de su genio creativo, la soledad y de una dolorosa pérdida que lo llevó a un abismo personal, reorientó su vida y materializó en sí mismo la tolerancia, la piedad, y el perdón. Convirtió su obra en una oración visual.

Este merideño nacido en 16 de mayo de 1900, en San Rafael de Mucuchíes o Llano de Trigo, cuando Venezuela no había entrado en la férrea dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935), vive un proceso creativo que brota de un hacer que invierte el “pienso, luego existo” cartesiano, en “creo, luego pienso”.

Esto se evidencia en la causa que lo llevó a crear la pasión de Jesucristo en un conjunto de esculturas único en América Latina, tallado de madera de quitasol, pues este episodio mítico y religioso había sido uno de ejes de su reflexión, y nunca antes la había visto representada.

Deseó hacerlo sin otra guía que su fe, y su su intuición esta Pasión fue terminada a mediados de los sesenta, se escondió entre las montañas durante meses, para huir de la mirada del otro, en un solitario páramo, para crear un conjunto escultórico único en la historia del arte latinoamericano.

Mientras otra Venezuela, se escondía entre montañas gran parte de la intelectualidad venezolana para intentar tomar el poder por la vía armada, distopía de la razón, de la cual hoy vivimos sus Permitiéndoles llegar al poder, para crear La Dictadura de Partido inspirada que hoy deconstruye a Venezuela.

La obra del paramero se desarrolla con los materiales propios de su cotidianidad: la lana para hacer sus famosas cobijas, al inventar un telar de tres lisos; la madera con las que construyó telares, sillas, sillones, bastones, utilizando técnicas tradiciones y el vanguardista ensamblaje; el barro para construir los tapiales y la piedra conjugada a la naturaleza del páramo para convertir la Ventana, el Potrero y el Filo del Tisure en un espacio-tiempo de revelación, peregrinación, fe, milagro y estética. Era un creador posmoderno sin saberlo.

Ocupa un lugar especial en su creación lo utilitario, transformando las sillas en objetos llenos de misterio. Cada una de ellas fue hecha a lo largo de años, al ir acumulando en su labor diaria de limpieza del terreno para cultivar, troncos y ramas que iba ensamblando a medida que la forma lo exigía. Parecen tronos emanadas de la tierra, surgidas de los mitos de la contemporaneidad como son: “El Señor de los Anillos”, de J.R.R Tolkien, “Los Libros de Terramar”, de Ursula K. Le Guin, o la serie Juegos de Tronos inspirada en los libros de George R.R. Martin que tiene en vilo a la audiencia mundial, por la octava temporada.

Este logro se da gracias a las técnicas utilizadas transmitir organicidad y poder a cada una de sus creaciones. Al no pulir, ni lijar la madera, y apoyar su creación en las imperfecciones de los materiales, hace que estos objetos adquirieran un carácter orgánico que es potenciado por las técnicas artesanales. Como transmitir lograr curvas para los respaldares de sus muebles, a través de la inmersión de los troncos y ramas en el agua de los pozos, con amarres para que tomaran la forma que él deseaban.

Este lento y amoroso proceder se transmite a cada una de sus sillas y sillones. El Hombre del Tisure sin conocer la palabra arte, o artista, hizo una obra visual plena de significaciones religiosas, éticas y filosóficas, que nos llevan a una visión de la divinidad como algo no trascendente sino inmanente, presente en el día a día. Para Juan Félix Sánchez el rostro de lo divino se encuentran en cada instante de la vida. Esa obsesión de cobijarse en piel y alma segundo a segundo en lo sacro, fue el mayor de sus anhelos, que logro convertir en un eterno presente.

Esto lo comprendí no en el Tisure, ni en el Potrero, sino al entrar junto con él a lo que fue el cuarto donde vivió parte de su vida, un 8 de Septiembre de 1988, en una neblinosa mañana. Al abrir la cerradura de la puerta de su cuarto, con una llave atada al diente de un oso frontino.

Se podía ver de manera contundente uno de los sentidos fundamentales de su vida en los murales e iconos que había dibujado y pintado entre los 14 y 20 años. Una de las paredes era dominada por el verdor del páramo, sobre un fondo blanco. Entre esas ensoñaciones había pintado un velero en un lago, junto a tigres, osos, venados y parameros; y donde se ubicaba el copete de la cama en que dormía el joven Sánchez había un ángel de azul celeste y anaranjado. Al ver nuestra sorpresa, dijo:

– Sí, ese ángel me coronaba, me protegía en mis sueños.

– Y en la pequeña ventana donde está la cruz po´hay huía a las parrandas y me bendecía cada vez cada noche.

No por casualidad uno de sus libros predilectos, era la “Imitación de Cristo”, cuyo origen se remonta al siglo XV, posiblemente de autor anónimo, pero su autoría se le otorga a Tomas Kempis. Está divido en cuatro capítulos: «Avisos útiles para la vida espiritual», «Avisos relativos a cosas espirituales», «De la consolación interior» y «Del Santísimo Sacramento». Su vida y su hacer se convirtieron en una vía de identificación con Jesucristo entre la soledad, la oración, la alegría y la piedad. La Cruz como el símbolo del redentor, la volvió a representar una y otra vez. La capilla mayor del Tisure está llena de ellas, escondidas en el suelo, en el nicho…

felix-sanchez

Tras una vida de inspiración, una de sus creaciones más importante es la que se encontraba en la entrada de su hogar: el Potrero, para que lo bendijera a él y a todos los visitantes. Estaba la Cruz ubicada en la entrada de su hogar, formada por la columna vertical de una roca de más de un metro de altura que se erigía como un monumento megalítico, y en su cúspide ubicó otra piedra horizontal de menor tamaño que reposaba sobre la columna, equilibrio reforzado por la piedra triangular ubicada sobre la horizontal. Toneladas de peso en equilibrio inestable, como la existencia de cada ser.

El triángulo señala uno de los fundamentos de su iconografía: la unión de lo celeste, y lo telúrico. Esto se evidencia en la serie de fotografías que se tomó en un estudio de Maracaibo, aproximadamente en 1920, donde con la mano izquierda apoyado en una piedra de utilería, toca en un sentido metafórico lo que sería el material básico de su futura creación y con el brazo derecho alzado, y el dedo el índice señala el arriba, y el abajo. Haciendo con este gesto un triángulo que señala el encuentro con su destino.

Estas fotografías, como la cruz de piedra, giran en torno a los principios existenciales de ese entonces joven Sánchez: convertir su vivir y su hacer a través de la identificación mística con la vida de Cristo y arropar su existir con ella. Une así en esta visión las creencias mágico-religiosas del páramo para crear un panteísmo cristiano.

Sin saberlo el Hombre del Tisure está sincronizado con lo que hoy las vanguardias del arte contemporáneo llaman land art o arte de la tierra, de ahí que su embellecido páramo pueda ser percibido como una ambientación sacra, a partir de reubicar lo que considera lo feo o natural, que tiene puntos de encuentro con las propuestas de artistas como Richard Long (1945). Para ambos la piedra era símbolo del alma, y de la peregrinación. De ahí que la peregrinación sea tan importante en su quehacer como la búsqueda de la iluminación.

Esta es una de las razones por las que convirtió el Páramo de la Ventana en una ruta de encuentro con Dios, pues él es la naturaleza y su arte hacía que volviéramos la mirada hacia ella. El Tisure es nuestro Santiago de Compostela, eso lo comprendió en el acto Humberto Eco (1932-2016), al conocer su obra.

crucifixión en el filo del tisure 1991

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