Cultura

Óscar Molinari: Entre el ensueño de Manoa

. Su imaginario y sus obras estuvieron a la vanguardia y a la vez imbuidas con climas clásicos, de otras épocas brillantes como el Renacimiento o el Barroco, no por una obsesión teórica, sino por el paradójico vivir que tuvo, y esa tenaz intuición que lo guiaba. Lo conocí en la inauguración de su muestra “The Pool VideoChromo, 1990.”  en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas, en lo que en aquel entonces era la sala 16 a principios de los noventa. Ese era el espacio por excelencia en el museo para mostrar las propuestas artísticas que trasgredían y planteaban nuevos lenguajes. La muestra era una fusión de videoarte pictórico, de fotografías que habían sido tomadas entre superficies acuáticas, y captaban esa dinámica evanescente que transmiten las transparencias acuosas, dando a lo visual una dimensión plena de texturas ilusorias. Ya había tenido varias experiencias en el cine, y formaba parte del grupo de apasionados cineastas alejados del discurso ideológico socialista, de la década de los ochenta.

De manera amable, silenciosa, pausada y constante siguió Óscar Molinari creando un lenguaje cada vez más personal, a través de técnicas mixtas y diversas tecnologías, cuyos contenidos descontextualizaba para crear universos visuales inéditos, a través de herramientas que le daban la era digital y los objetos brotados de su rica experiencia de vida. Muchas de sus series fusionan el dibujo con lo pictórico, lo fotográfico, el frottage, las fotocopias, para crear utopías visuales, que forman parte de la historia plástica del país.

Era un  imaginero, preocupado por realidades completamente opuestas y en todas ellas, llegaba al fondo de lo que buscaba,  absorto  como es propio de todo creador auténtico, en su proceso creativo daba nacimiento a su propia realidad, entrar a sus espacios de trabajo y de su taller era verlo entre un caos de imágenes y objetos, los cuales progresivamente  se iban trasformando, a través de sendas completamente diferentes a las que como investigador esperaba, y así nos iba sorprendiendo día a día en su hacer creativo. Conocedor de antiguos manuscritos, con una biblioteca única de incunables que era una de sus referencias creadoras, donde había desde grabados de la Colonia, del Medioevo fantástico, hasta era posible encontrar una de las primeras ediciones de libros de escritores como Lewis Carrol. El artista en su creación, iba convirtiendo esas fuentes en una nueva Manoa, que se plasmaban en obras intimistas y gustaba de las obras de grandes dimensiones que tardaba meses, a veces años en terminar. Convirtiendo la obra en capas de tiempo y  significado.   Participo de manera  serie y profunda en  el proyecto realizado en el Retén de Catia,  dentro del marco de la exposición el Caballo de Troya del Museo Jacobo Borges en el año 1996/9. Posteriormente con el material que recopilo de ese proyecto,   realizó dos exposiciones una en 2007, en  la Galeria 39 en el Hatillo “ Chuzos”  y una reciente en la Caja , Centro Cultural Chacao 2014.  Gracias a ese rasgo propio de su estética, caracterizado por  continuo volver a recrear y repensar  su obra constantmente..

Muchas veces me pregunté, de dónde sacaba la paciencia este jovial y generoso creador, que era capaz de caminar con piso firme y aplomo tanto entre ese universo creativo, como en las visitas que realizamos a la cárcel de El Rodeo, donde fuimos con el objetivo de crear un proyecto que humanizara estas cocinas del infierno.

En esas ocasiones, conversaba amablemente y lograba llegar a la información y la vivencia que deseaba conocer, mientras el contexto a mí en lo personal, me asfixiaba y casi paralizaba. Y solo podía hacer las notas a posteriori. A diferencia de Óscar que se movía con la misma soltura que lo haría en una reunión entre sus amigos. Paradójicamente, sus cometarios con los privados de libertad les provocaba a ellos alegría, en los diversos pabellones que visitaba, experiencias que luego con el tic-tac se iban convirtiendo en obras. Donde recreaba ese universo, desde una perspectiva estética y crítica. Una de esas instalaciones estaba basada en los chuzos que usan en las prisiones como arma blanca, y alrededor de los cuales se crea toda una serie de rituales de poder, para establecer las jerarquías sociales internas. Esa lógica la llevó a sus piezas, y videoarte. Convivían con ese toque delicado de su apropiación de las imágenes, que nacían de su riguroso esteticismo, pleno de contenidos visuales donde cada fragmento de ellas era una realidad dura.

Cuesta imaginar cómo la estética pudo redimir a Óscar Molinari, a pesar de la tragedia de su vida, en sus últimos seis años, que iba devorando día a día su vitalidad, y que mantuvo como un secreto para sí. Pudo legarnos este caleidoscopio de la nueva Manoa, que también lo redimió a él. Ese Dorado surgido, no del imaginario de los enfebrecidos y alucinados conquistadores, sino de una mirada que deseaba capturar en cada material que interviniera, una visión caribeña, plena de color, alegría, lujuria y contrastes. Ecos de la belleza que hace renacer la realidad gracias a la luz tropical. Así, con un apellido Mediterráneo, supo adentrarse en el alma del trópico.

Uno de sus rasgos como artista, era su pasión por la cultura en cualquiera de sus manifestaciones, desde los tambores de Curiepe hasta las expresiones populares de la Semana Santa.  Indagó con acuciosidad en el imaginario popular, para atrapar realidades paradójicas y a la vez sublimes, como se dio en el mural de Sabas Nieves “La Danza de las Tradiciones,2005”,  en el que fue capaz de trasladar a un lenguaje tan diferente a los que había usado con anterioridad,  cuando se adentró en el del  mosaico, tal como lo hizo en el precioso y surrealista mural donde recrea  17 diferentes tradiciones culturales, que todo caminante que sube al Ávila, debe apreciar al pasar por él, cual  ritual iniciático, enfrentándonos a la recreación de los palmeros de Chacao y de otras tradiciones venezolanas. La monumental obra tiene el espíritu de la famosa “Fiesta de la Tradición”, realizada el Nuevo Circo, y organizada por Juan Liscano para la toma de posesión de Rómulo Gallegos en 1948, meses después se dio un trágico  golpe de Estado proveniente de oficiales   del ejército, entre los que se contaban: Carlos Delgado Chalbaud, Luis F. Llovera Páez y Marcos Pérez Jiménez. Creando una ruptura histórica, que postergo el nacimiento de la democracia y  una de las causas que nos han dirigido   a este aciago presente dominado por el totalitarismo.

Óscar nos podrá haber dejado físicamente, y estará descansando, pero sabía muy bien que nunca quienes llegaron a conocer el calor de su arte y su humanidad lo olvidarán… Doy gracias a la vida, por haberme permitido conocer e intimar en su universo, y que su imaginario rondará por siempre mis ensueños.

“Lo mágico es algo que está cerca de mí. Me siento cerca de los dioses, del mar, de la selva… Además, es divertida la visión que Europa tuvo de América, una visión basada en la fantasía. En general, todos en Venezuela tenemos una profunda base en lo mágico religioso. ¡Todas las mujeres del país han hecho alguna vez una brujería!

¡Todo! Cuando terminas una obra y funciona, y está viva, creaste un milagro. Para mí cada obra es un milagro: yo empiezo con algo sencillo y le voy sumando cosas hasta que el resultado me sorprende” (María Gabriela Fernández, Entrevista del Universal, 15/10/2016)

Fuentes:

WWW.Wikihistoria del Arte Venezolano:  http://vereda.ula.ve/wiki_artevenezolano/index.php/Molinari,_Óscar

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