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Fairway: Saint Andrews en carne viva

Tener la oportunidad de asistir a Saint Andrews durante la celebración del “Open 144º” es comparable con una visita a la Meca, a Israel, o al Vaticano, y es que para un “Golfista,” ese lugar está lleno de una energía imposible de describir en un artículo de una revista, quizás no percibido por una persona ajena al maravilloso mundo del golf.

Organizar un viaje como éste requiere de algo de tiempo, y sobretodo, la disciplina de algún alma caritativa que se dedique a lidiar con otros ocho para poder cuadrar lo más importante, y el pilar fundamental del viaje, la salida a jugar en el Old Course de Saint Andrews. Se participa en un sorteo, que en nuestro caso, fue en Octubre 2014, y partir de esta fecha, gira el resto del viaje, traslados, alojamientos, paseos, y hasta ubicar a los acompañantes perfectos, ya que no admiten a jugadores por encima de 24 de hándicap en su cancha.

La emoción es tremenda cuando se llega al pueblo, y se ve por primera vez ese “parque,” (lo digo porque en efecto lo es) es un sitio en donde no hay golf los Domingos _libre acceso, y se ve a la gente paseando, haciendo picnic, disfrutando de lo que sólo los golfistas sabemos que ocurre en una cancha de golf. Inmediatamente salen las cámaras de los teléfonos, y a partir de allí, me doy cuenta que el viaje es de verdad, y que por fin, había llegado al sitio perfecto para tachar uno de las actividades por hacer de mi “Bucket List».

Llegamos al pueblo unos días antes del Open, y ya se veían las majestuosas gradas que según dicen, tienen dos meses trabajando en ellas, poco a poco fueron llegando las grúas de TV, y un buen día, paseando, nos dimos cuenta que el Estudio de Televisión había sido montado.

El mismo día de nuestra llegada, vimos un tumulto de personas, y nos dicen que era “Tiger” jugando con dos niñas y dos niños de algún equipo de golf local, nos acercamos, y en efecto lo era, y hasta una par de fotos de cerquita pudimos obtener. Esto me llevó a otra reflexión sobre lo bueno del Golf, pudiera decir que es uno de los pocos deportes que existen, en donde podemos interactuar tan cerca con los mejores del mundo con libertad, pero con mucho respeto, realmente maravilloso.
Se siente uno bien cuando te tomas una selfie con Bubba, con Oosthuizen, o hasta participar en una sesión de “Periscope” con Poulter, pareciera que fueras amigo de ellos de toda la vida, en fin, todo forma parte de esa experiencia única que sólo el Golf ofrece.

Ya en la víspera del Open, caminado como cualquier local, nos conseguimos con el Superintendente de, nada mas y nada menos, que del Old Course _y sus otras seis canchas, conversando con él, nos damos cuenta que todos tenemos los mismos problemas, aunque se nota el orgullo que siente por ser el anfitrión de este magno evento. Le llamó la atención las fotos que le mostré de mi Club Izcaragua, haciéndome notar que nunca había visto tanta naturaleza en una campo, y me comenta que soñaría con jugar allí algún día. Conversamos sobre las necesidades de riego controlado para mantener sus prácticas agronómicas, me explicó del gasto tan importante que incurren al tener que rehacer todos los “lips” (Bordes) de los tradicionales ”Pot Bunker” todos los años, y de cómo antes tomaban la arena del mar, pero que ahora estaba prohibido por la ley, sin contar el daño que le hacían a la grama, al colocar este material con tan alto contenido de sal.

Pude ver como esos greens tan extensos eran cortados a pie, y de cómo con treinta y ocho trabajadores podían mantener ese lugar tan maravilloso en impecables condiciones.

Arranca el Open 144º, y pasamos frio, calor, y lluvia, pero nada nos quitaba esa emoción, esa sensación de que estaba en un sitio lleno de historia, pero fue sólo el día que pudimos jugar allí, fue cuando realmente no dimos cuenta que estos jugadores que pasaron por aquí la semana anterior, son unos verdaderos súper héroes. Jamás había tenido la oportunidad de jugar en una cancha después de un Torneo PGA, y mucho menos después de un Major, pero la diferencia en las distancias, entre los mortales y ellos, es inmensa, nos imaginamos las gradas llenas, la presión de ir ganando, y la sensación de recibir el Claret Jug en el Green del 18 en St. Andrews, la cuna del Golf, una experiencia fantástica, altamente recomendada.

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