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Con fe ciega en Messi

La final del Mundial de Brasil 2014 enfrenta a dos selecciones muy diferentes, dos equipos que simbolizan, de cierta manera, la idiosincracia de los pueblos que representan. Uno se lanza al vacío con confianza absoluta en el caudillo que, como si fuese un mesías, le lleve a la gloria. Otro es una maquinaria eficiente, donde cada pieza cumple a la perfección la función que le toca. Argentina y Alemania decidirán esta tarde al nuevo campeón mundial en el estadio Maracaná de Río de Janeiro, para la frustración de los 200 millones de habitantes de un Brasil que volvió a saborear la tragedia en casa con un «Mineirazo» que ha dejado pequeño al «Maracanazo» de 1950.

Argentina cuenta con personajes que, con sus virtudes y sus defectos, han sido divinizados por la gente. Una visita a Buenos Aires basta para comprobarlo, con la presencia permanente, en cada rincón, de imágenes de Carlos Gardel, Evita Perón y, ¿cómo no?, Diego Armando Maradona. Decenas de miles de argentinos están en Río de Janeiro, se les ve por todas partes, y ellos han llevado ese fervor casi religioso a suelo mundialista. Esperan que Messi se gane el derecho a su altar. Su camiseta albiceleste, con el 10, es la imagen que en estos días dibuja mejor a Río, en lugar del Cristo del Corcovado, Copacabana o Pan de Azúcar.

El fútbol llevó a Maradona a la categoría de semi-dios para muchos argentinos, existiendo incluso una curiosa iglesia maradoniana que celebra una especial ‘Navidad’ todos los 30 de octubre, el día del nacimiento del ex jugador en 1960. Messi, a sus 27 años de edad, puede emular la obra prima del «Pelusa» en la Copa del Mundo de México 86 y tener su propia ‘Navidad’ los 24 de junio.

Aquella fue la primera de las dos finales previas entre Argentina y Alemania. La albiceleste ganó en esa oportunidad, con un pase de Maradona a Burruchaga que puso el 3-2 definitivo después de los goles de José Brown y Jorge Valdano por los sudamericanos y Karl-Heinz Rummenigge y Rudi Völler por parte de los europeos. Perdió cuatro años después, en Italia 90, con un penal convertido por Andreas Brehme que dio un triunfo por la mínima (1-0) a los teutones.

La del 90 había sido la última final para los argentinos, así que el equipo entrenado por Alejandro Sabella, con Messi al frente, es el primero que llega tan alto desde la era de Maradona. Muchos hinchas lo ven como una señal del nacimiento del nuevo redentor, como cierta estrella fugaz que dicen que apuntaba hacia un pesebre en Belén 2.000 años atrás, si bien los héroes de la clasificación en penaltis frente a Holanda, en semifinales, fueron humanos: Javier Mascherano y el portero Sergio Romero.

Alemania es más pragmática. La pesadilla de Hitler y la Segunda Guerra Mundial vacunó a su gente contra caudillos y la ‘Mannschaft’ no los tiene. Es complicado elegir a una figura excluyente dentro del cuadro que dirige Joaquim Löw, porque cada quien ha hecho su parte con solvencia, desde el portero Manuel Neuer, pasando por Philipp Lahm, Bastian Schweinsteiger, Toni Kross y Mesut Özil, hasta los delanteros Thomas Müller y Miroslav Klose, quien en suelo brasileño se alzó como el mayor artillero de la historia de los mundiales, al llegar a 16 goles. Adiós, Ronaldo.

Así, aplastó con un más que contundente 7-1 en la semifinal a Brasil, que como buen país latinoamericano tenía su propio mesías en Neymar, un muchacho de apenas 22 añitos. Sin él, quien quedó fuera de acción luego de fracturarse una vértebra en el partido de los cuartos de final ante Colombia, la canarinha colapsó, viéndose como un equipo de niños, categoría compotica, frente a los potentes futbolistas alemanes.

Es el día. Argentina, con Messi, busca el tricampeonato, después de los títulos conseguidos en 1978 y 1986. Alemania, con su potencia colectiva, quiere reinar por cuarta vez luego de su coronación en las ediciones de 1954, 1974 y 1990.

Brasil, mientras, tendrá que resignarse. El hexacampeonato no fue posible en casa.

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