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El estrato más pobre de la población destina 90% de sus gastos al rubro de alimentos

La firma Ecoanalítica calcula que en el estrato D de la población venezolana la compra de alimentos tiene un peso preponderante, por lo que una ponderación de la canasta de ese sector de la población, tras el impacto de cuatro años consecutivos de recesión económica, refleja un ajuste severo en la estructura de consumo, en el que 90% de los gastos corresponden a la compra de alimentos básicos.

Según estimaciones de la consultora, el restante 10% de gastos en el estrato de la población venezolana más vulnerable lo completa el pago de transporte.

“El acelerado incremento de los precios ha desempeñado un papel protagónico en la crisis económica, siendo uno de los principales problemas que percibe la población”. Sin embargo, el conjunto de distorsiones que existe en la economía hace que la inflación a la que se enfrentan los venezolanos difiera entre sectores de acuerdo con sus ingresos (y cestas de consumo)”, advierte Ecoanalaítica en su más reciente reporte.

La consultora agrega que el ajuste en la estructura del consumo “no ha sido lineal a lo largo de la población, y aun cuando se puede tomar una tendencia, vale la pena revisar las marcadas diferencias que existen entre los estratos socioeconómicos”.

De esta forma, las ponderaciones por estrato socioeconómico hechas por la consultora señalan que en el estrato A de la población venezolana el gasto por la adquisición de alimentos y bebidas no alcohólicas constituye 32,2%, mientras que en el estrato B y C de la sociedad venezolana ese porcentaje sube y se ubica en 60,1%.

Los costos sociales de la crisis económica derivan en una población cuyos altos niveles de pobreza conllevan una alta ponderación de los alimentos dentro de sus cestas de consumo, dejando de lado aquellos rubros que pasaron de ser normales, a ser “de lujo”.

Un entorno hiperinflacionario

Ecoanalítica señala que la recomposición de la canasta familiar, ajustada a la realidad venezolana, permite recalcular el Índice Nacional de Precios al Consumidor (INCP) –un indicador que el Banco Central de Venezuela (BCV) no publica desde el último trimestre de 2015-  y que está cada vez más inclinado hacia el rubro de alimentos.

“Las consecuencias de la política económica del Ejecutivo, generadora de múltiples distorsiones, se evidencian en una inflación aún más acelerada si se incrementa el peso del sector alimentación dentro de la canasta. De utilizar este método de medición, el índice estaría alcanzando la hiperinflación”.

Según cálculos de Ecoanalítica, la variación en los precios en alimentos en agosto y septiembre fue de 55% y 48%, respectivamente.

La consultora calcula que al cierre del noveno mes del 2017 la inflación anualizada se ubicó en 1.081%.

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