Economía

Alternativa optimista para 2002

Este año podría no ser tan malo como lo pinta el Gobierno. Es más, si lograra desenredar sus telarañas mentales para entender la lección china y aprovechar la tribulación energética de nuestro principal cliente, podría transformarlo en excepcionalmente bueno, en el año del despegue hacia la prosperidad y el pleno empleo, mediante el inicio de una apertura petrolera de carácter popular.

Se trata de compensar la baja del ingreso petrolero con inversión masiva en exploración y producción, asegurando previamente el mercado mediante un acuerdo energético de largo alcance con Estados Unidos. Abrir la inversión petrolera al mundo y particularmente a los venezolanos – estimulando el retorno del ahorro expatriado – y extenderla a todos los ciudadanos por la vía de sus fondos de pensiones.

El solo anuncio del programa regeneraría la confianza de los inversionistas, adelantando el florecimiento económico. De no hacerlo, se acentuaría la pendiente negativa de los 3 últimos trimestres, hundiéndonos en la crisis.

Pasmada la inversión

Sin pena, el Gobierno firmó pomposa y aceleradamente con la petrolera china (en vista de su amenaza de retiro ante la nueva Ley de Hidrocarburos) un contrato en el que ésta posee el 70% de las acciones, en insólita contradicción con dicha Ley -que exige mayoría estatal y regalías mínimas del 16.67%- mientras reduce las inversiones de Pdvsa debido a restricciones fiscales. De no rectificar ¿quién invertirá ahora en petróleo?

Por otra parte, se prevé un descenso de la inversión privada, según predicción de los propios protagonistas. A mayor hostilidad gubernamental, más desconfianza, menos inversión y más compra de dólares. Los empresarios votan con la chequera.

Si se reducen ambas inversiones, el único motor de la economía será el gasto público, con su secuela de inflación, endeudamiento y mayor conflicto social, augurando un sombrío futuro para el gobierno.

Agotado el esquema OPEP

Como derivación del 11 de setiembre, Rusia se alía con Estados Unidos (mientras distrae a la OPEP con el usual desvío invernal de petróleo exportable hacia el mercado interno) y éste se apresta a retirar su apoyo militar a Arabia Saudita y liberar al mercado a su suerte – parte de la “estrategia alicate” aplicada a Argentina -suponiendo que gobierne quien gobierne deberá vender petróleo para sobrevivir.

A su vez, la OPEP, agotando su capacidad de influenciar los precios, reduce su producción a un tercio del total mundial, poniendo en evidencia el extravagante mecanismo que valoriza las acciones de las compañías petroleras a costa del sacrificio de los petroestados. Venezuela debe inspirar la creación de un nuevo instrumento regulador, con la participación equitativa de todos los productores.

Hacia una estrategia petrolera soberana

Este gobierno heredó del puntofijismo el síndrome de la precariedad de nuestras reservas petroleras, causante de la reducción sistemática de nuestra participación en el mercado mundial, y que condujo a la creación de la OPEP. Creyendo tener reservas para sólo 15 años, era lógico defender el precio a costa del volumen de producción y del crecimiento económico. Pero si nuestras reservas – las mayores del mundo – cubren ahora 400 años a la producción actual, pierde sentido la política restrictiva generadora de pobreza. Es obvia la necesidad de desarrollar una estrategia propia de producción basada en el aprovechamiento de nuestras ventajas geopolíticas, y no seguir atados al extraviado carro saudita.

Capitalizando su original diplomacia del recelo – que no se supone gratuita – el Gobierno tendría una excelente oportunidad para negociar con Estados Unidos un convenio de autoabastecimiento continental, que a cambio de seguridad en el suministro e inversión masiva, nos permita recuperar en una década nuestra producción al nivel relativo que poseíamos a la creación de la OPEP, o sea unos 10 millones de barriles diarios, casi 4 veces la producción actual.

Ello significa promover decenas de contratos similares al firmado con China – efusivamente elogiado por el Presidente – para lo cual se hace necesario modificar la Ley de Hidrocarburos rescatando la confianza mundial en nuestro futuro.

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