Economía

Auge y Caída del Capitalismo Salvaje

El libre mercado ha conducido a los EEUU a ser la primera potencia económica mundial. Ninguna sociedad mundial en la historia de la humanidad ha logrado los niveles de producción que los Estados Unidos en el siglo XX, llegando a ser el 20% del PIB mundial. De allí que se acuñara la célebre frase: “Cuando EEUU estornuda al resto del mundo le da pulmonía”. La iniciativa individual, la desregularización al máximo de las relaciones comerciales, el fácil acceso al capital, la libre competencia, el restringido papel del estado y la cultura de consumo masivo, fungieron como un señuelo de gran potencia para que los inversionistas mundiales encontrasen un paraíso donde la única regla era producir, vender y ganar.

El mundo prontamente vio el efecto adverso de este exceso de libertad cuando Wall Street se desplomó en 1929. Las acciones del New York Stock Exchange crecían aceleradamente durante los años 20 generando euforia en los inversionistas quienes pedían préstamos para poder comprar más y más acciones. En algún momento había más dinero en préstamos que circulando en el país. Tal liquidez creaba más y mayor presión sobre las acciones disparando los precios aún más, y los inversionistas en una demencia colectiva pensaban que nunca bajarían, especulando a su subida. El efecto era obvio, una inmensa burbuja económica que explotaría. Cuando las acciones llegaron a precios francamente ridículos, poco a poco la gente dejo de comprar, y los bancos dejaron de dar préstamos y comenzó a cundir el pánico y aquello que valía 100 día a día era valorado menos y menos por el mercado. EL Dow Jones perdió en un día hasta el 13% de su valor. Ese mes, Wall Street perdió 30 millardos de dólares, mucho más que lo que había gastado EEUU en toda la Primera Guerra Mundial. Se restringió el crédito, los inversionistas frustrados por la perdida de su patrimonio se apretaron los cinturones, empresas sin financiamiento quebraron generando desempleo, bajo el consumo de bienes y servicios, el capital que quedaba se fugó a pastos más verdes y se entró en la etapa más oscura de la historia económica americana y mundial; la famosa Gran Depresión.

Fue cuando llegó Franklin D. Roosevelt de la mano de las ideas del economista Keynes, que se creo la política del New Deal, una suerte de intervencionismo estadal basado en la prevención y selecta estimulación de la economía. Se aumentó el gasto público para reimpulsar los motores, se creo un organismo regulador: el Security Exchange Commission para evitar excesos en el mercado de acciones, se creo el FDIC que hasta hoy asegura los depósitos en las cuentas de ahorro hasta por un monto de 100.000 dólares, y se realiza una inmensa reforma bancaria mediante la Glass-Steagall Act. Entre otras grandes reformas, esta ley separó los bancos en sus clasificaciones de comerciales y bancos de inversión.

Los EEUU entraron en una etapa distinta, el estado pasa a tener un rol más importante en la vida del país y se restringe la “libertad” de las personas para realizar ciertas operaciones económicas. Con el tiempo el aumento de empleo por inversión del sector público, un Wall Street menos libre para hacer lo que le diera la gana, generó mayor confiabilidad y aumentó el consumo. La receta había funcionado. El estado como consejero poco a poco enrumbó al país a mejores niveles de vida.

Durante los años setenta, los economistas americanos estudiaron apasionados lo sucedido durante el Crash de 1929. La escuela de Chicago y los monetaristas surgieron con nuevas teorías sobre si lo que “falló” durante esa época fue realmente una falta de regulación o simplemente inexperiencia en el manejo de crisis económicas a gran escala. Milton Friedman y Hayek (entre otros) llegaron a la conclusión de que en verdad el problema durante esa época no fue tanto la especulación ni falta de regulación, sino que la Reserva Federal no mantuvo un nivel de liquidez suficiente como para evitar que cundiera el pánico general. En pocas palabras, si en momentos de crisis el estado facilita el acceso al capital, en vez de que los bancos se asusten y suspendan el crédito, pueden obtener dinero fácil del estado para continuar prestando y así mantener niveles de consumo sanos que sostengan a las compañías y por ende el empleo. Quien llevaría esta forma de pensamiento a la práctica sería Alan Greenspan, quien fue presidente de la Reserva Federal desde 1987 hasta 2006. Durante las crisis del Lunes Negro y la llamada burbuja doc.com, Greenspan fue alabado en Wall Street por su manejo de las crisis. La receta era formulada así: en los tiempos de crisis, se baja la tasa de interés interbancaria (por la cual nos bancos se prestan unos a los otros) y por lo tanto los bancos cuando daban prestamos a los particulares podían hacerlo a tasas de interés mucho más bajas- así- aunque son tiempos de crisis existe buenas razones para seguir pidiendo prestado pues es “dinero barato”. Similarmente, a los bancos e instituciones sufriendo de liquidez se les inyecta dinero para que puedan mantener sus operaciones sin que cunda un pánico general. En efecto las crisis de 1987 y del 2000 y 2001 fueron “surfeadas” con esta estrategia por la cual Greenspan se ganó entre los banqueros el título de “Maestro”. Los EEUU había encontrado el remedio perfecto para sus excesos.

Varios economistas criticaron arduamente las políticas de Greenspan como fue Joseph Stiglitz, quien argumentaba que mantener las tasas de interés tan bajas por tanto tiempo iba sobre estimular los préstamos y el exceso de liquidez a generar otra burbuja. Pero en el fondo existía un debate políticamente más profundo. Haciendo esto, el estado lo que hace es consentir a los banqueros cada vez que generan una crisis. Si por cada vez que Wall Street hace desmanes, prestamos basura y orgias especulativas viene la Reserva Federal a inyectar dinero proveniente de los contribuyentes para salvar el sistema, en el fondo lo que se está estimulando es que cada vez los banqueros quieran tomar más y más riesgos pues el estado al final nunca los va a dejar morir para evitar una crisis. El debate claro estaba a favor de Greenspan hasta la crisis financiera actual de las hipotecas suprime.

Luego de que las teorías monetaristas se hicieran populares en los EEUU, las administraciones poco a poco fueron desmontando parte de lo creado en el New Deal. La Glass-Steagall Act fue derogada últimamente y la administración Clinton volvió a volcar el rumbo hacia un total libre mercado. Se vivió el efecto placebo de cuando se libera la economía, los inversionistas felices y atolondrados por la libertad de hacer lo que quisieran pulsaron cantidades inmensas de dinero en bancos de inversión de alto riesgo (Hedge-Funds), se crearon novedosos instrumentos financieros comos los derivados (swaps, futures, ETF entre muchos otros). Todos vehículos especulativos donde puedes apostar a la caída de una acción con acciones prestadas (short-selling) hasta especular sobre el precio futuro del petróleo (gran causante de la burbuja petrolera actual). Esta euforia, la creencia absoluta en el libre mercado, las bajas tasas de interés de Greenspan y la desregulación fueron el telón de fondo perfecto para la crisis hipotecaria actual.

Amparados bajo esta nueva forma de ver la economía financiera, los banqueros se idearon los asset-backed morgage securities, causantes en gran parte de la crisis actual. En términos normales cuando una persona desea comprar una casa, acude al banco quien revisa el historial de crédito del cliente, su salario, el inmueble que desea comprar, etc., para medir el riesgo que tiene en prestar ese dinero y cual es su garantía en caso de que la persona no pague. Por eso generalmente la garantía es superior al valor prestado, pues el banco tiene que ejecutar la hipoteca y revender el inmueble. El banco pone en su activo futuro cuentas por cobrar el dinero que le cobrara a ese cliente a quien le dio el préstamo y de su flujo de caja debe quitar el efectivo que le prestó. Obviamente todos los bancos para poder prestar dinero deben obtenerlo de algún lado, generalmente de los depositantes, por eso son instituciones que intermedian; y por lo tanto tienen un límite en lo que pueden prestar pues no poseen infinitas reservas de dinero.

Los ingenieros financieros idearon un sistema para aumentar la liquidez del banco y poder otorgar más préstamos dado que, al estar la tasa de interés muy baja había mucha demanda por los créditos hipotecarios. En vez del banco soportar las deudas en su hoja de balance, lo que se ingenió fue en convertirlas en títulos valores respaldados por los bienes inmuebles, parecido a lo que es la acción de una compañía que sube o baja de precio en el mercado. Esos títulos reciben una clasificación por parte de agencias “independientes” como es Moodys o Standard Poor´s. Esa clasificación es dada en gran medida por el riesgo en recuperar la inversión; así, un título denominado AAA paga menos pero es mucho más seguro a un título –B o C que pasa más (high yield) pero que tiene mayores riesgos de no pagar el principal. Cuando llegó el turno de valorar el pedigrí de estos títulos hipotecarios, debido a la liquidez en el mercado, los precios de los inmuebles (garantía de los títulos) subían y subían de precio debido a la demanda y por lo tanto la capacidad de pagar al portador del título una vez ejecutado el inmueble era altísima y se hicieron acreedores del codiciado AAA.

A media que fluía el dinero con estos créditos la ambición auspiciada por la desregularización instauró una práctica generalizada de dar créditos a personas de alto riesgo, es decir, personas con poca capacidad para pagar el préstamo. Se llegó al absurdo de prestar dinero a personas sin bienes, sin empleo y sin crédito (los llamados Ninja Loans o Trash Loans) que los bancos podían soportar porque el dinero prestado era recuperado en tiempo record al vender el título hipotecario en el mercado secundario (usted, yo, fondos mutuales, bancos de inversión de alto riesgo etc.). Esto genero demasiada liquidez en el mercado de bienes y raíces y los precios se dispararon por muchos años hacia arriba (igual que sucedió con las acciones en 1929) generando una demencia colectiva sobre este mercado. La mayoría de los bancos poseen fondos de inversión, casas de bolsa, debido a que el Glass-Steagall Act había sido derogada, y por lo tanto mientras los bancos vendían los títulos en su operación comercial, los fondos de inversiones del banco los iban comprando- la idea original era hacer doblemente el dinero, uno vendiendo el título y recuperando el dinero dado en prestado y otro comprándolo y revendiéndolo a un precio más alto en el mercado. A su vez, las desregulaciones permitían a los corredores una gran libertad a la hora de otorgar prestados lo que permitía un control muy pequeño del banco sobre la cantidad de dinero que estaba dando. Como las personas no podían pagar pues no eran deudores calificados (subprime) refinanciaban sus deudas con el mismo bien inmueble. Con el tiempo los deudores no podían pagar sus préstamos y comenzó un default masivo por parte de los deudores. Al correrse la voz todas las personas con estos títulos trataban de venderlos y los bancos al ejecutar las hipotecas se daban cuenta de que el valor del inmueble no era ni una cuarta parte del total de dinero prestado a los deudores. Cuando esto se convirtió en un síntoma general los títulos de los valores respaldados por los inmuebles se vino abajo en picada.

Los bancos que habían generado dinero vendiendo el título, utilizaban ese dinero para otorgar más préstamos, mientras que al mismo tiempo sus bancos de inversión acumulaban los títulos comprados en el mercado secundario. El fondo de Merrill Lynch se los compraba al Citibank, Washington mutual a Bear Sterns, Bear Sterns a Lehman Brothers y así seguía la cadena. Cuando se desplomó los precios todo se vino abajo. Los bancos aún no saben la cantidad de deuda que albergan pues estaban tan desregularizados que aún no saben el total de préstamos dados y las valuaciones de los bienes que tiene como garantía.

A media que los bancos van viendo su cantidad de deuda se han ido declarado en emergencia. La Reserva Federal bajo la tasa interbancaria hasta 5 veces para llegarla a 2% y hacer el dinero más barato (receta Greenspan), y en movidas sin precedente en la historia de los EEUU está realizando rescates a estas instituciones. Aseguro un préstamo para comprar a Bear Sterns, nacionalizo Freddie Mac y Fannie Mae, compró el 80% de AIG con una inyección de 80 millardos de dólares (casi la mitad del PIB venezolano), y las nuevas movidas son casi un intervencionismo estadal. Se prohibió temporalmente el short-selling, se quiere crear un RTC (Resolution Trust Corp) para depositar todas las hojas de balance toxicas que tienen los bancos y comprar hasta 500 millardos de dólares en títulos írritos y se quiere asegurar a los Money markets funds. ¿De donde saca todo este dinero los EEUU? De las personas normales y corrientes, los padres de familia que ganan 60.000 dólares al año, las amas de casa, los recién graduados, los pequeños y grandes empresarios; en fin, los contribuyentes. El dinero que debería ir a salud, educación, carreteras, programas sociales, va dedicado a salvar la torta que pusieron un club de banqueros irresponsables, por que consideran que ellos saben más que cualquier gobierno. ¿Cómo va a recuperar el estado ese dinero? Subiendo los impuestos, a quienes, a las mismas personas que se lo quitaron. Lo fuertemente curioso es que, frente a la noticia de un masivo plan de rescate por parte del estado al sistema financiero, hizo subir la bolsa. Es decir, el libre mercado, el capitalismo salvaje, el liberalismo puro, estaban pidiendo a gritos que el estado fuera a su rescate. Que mayor ironía que esta, es como si un país socialista pidiera a gritos a los particulares para privatizar las empresas del estado.

Adam Smith había advertido sobre los excesos del capitalismo y estaba consciente de lo malo que puede ser el exceso en el libre mercado. Nadie sabe aún como saldrá EEUU de esta crisis, pero incluso si llegase a salir en buenos términos, se ha demostrado que la teoría de Greenspan sólo va a llevar a más y mayores crisis. La solución no es ciertamente el socialismo bobo de Suramérica, pero el rol del estado en la dirección económica está nuevamente en debate; quizás no se trata de un estado empresario o paternalista, pero tampoco de un estado espectador- quizás lo más sano sigue siendo el estado arbitro, el estado consejero, aquel que dice que es y que no es un fuera de lugar, que es penalti y que no lo es, y que suene el pito cada vez que ocurra.

El capitalismo salvaje ha muerto.

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