Economía

El peligroso mercado petrolero árabe

«Una revolución, o el derrocamiento de la Casa de Saud, sería un desastre para los intereses de Estados Unidos y una inestabilidad prolongada, causaría estragos en el mercado petrolero y la economía mundial, y pondría en bandeja de plata a Irán el control del mercado petrolero mundial».

Esta nota es un despacho desde Dubai, de Platts, una acreditada agencia especializada sobre petróleo, en base a un memorando que envió al presidente Obama, Bruce Riedel un exfuncionario de inteligencia de Estados Unidos, que se desempeño como asesor de Obama durante la campaña presidencial de 2008.

Riedel dijo que una revolución era poco probable, pero los «árabes Awakenings» («El despertar árabe») podrían hacer una probabilidad, con todos los movimientos que se han presentado desde el derrocamiento de Moubarak hace dos años, pero en este momento la situación del Yemen, un país protegido físico y económicamente de Arabia Saudita, permite la especulación.

El análisis de Arabia Saudita publicado en el sitio web de la Institución Brooking, sobre la política del Medio Oriente, es parte de un documento más amplio elaborado por un grupo de expertos titulado Grandes apuestas y cisnes negros , una especie de libro de instrucciones presidenciales y contiene recomendaciones de política para el segundo mandato de Obama.

Riedel dice que Arabia Saudita figura en el documento como un cisne negro, el más antiguo aliado de los Estados Unidos en la región, y cualquier inestabilidad política en el Reino, rico en petróleo, tendría consecuencias no sólo para Washington, sino también para los vecinos de los sauditas en el Golfo, y asegura que estos Estados no podrían vivir sin la actual Arabia Saudita.

«Sin embargo, un cambio revolucionario en el Reino seria un desastre para los intereses americanos en general, como productor petrolero mundial de equilibrio. Una prolongada inestabilidad en Arabia Saudita, además de causar estragos en el mercado petrolero mundial, retrasaría la recuperación económica en Occidente, interrumpiendo el crecimiento económico.» Además, el derrocamiento de la monarquía sería un gran revés para la posición de EEUU en la región, una ganancia inesperada para Irán, y las monarquías petroleras del Golfo estarían en peligro, incluyendo el Reino Hachemita de Jordania.

Para Estados Unidos, la revolución en Arabia Saudita sería un cambio de juego. Estados Unidos desde 1973, cuando el presidente Nixon le recomendó a su secretario de Estado, Henry Kissinger, que obligara a la OPEP a arrodillarse después del primer embargo petrolero ha podido vivir sin petróleo.

Sin embargo, China, India, Japón y Europa no pueden.

Cualquier interrupción de las exportaciones petroleras sauditas, ya sea por disturbios o ataques cibernéticos, o un nuevo régimen para cortar las exportaciones, tendrá un impacto en la economía global.

Riedel en el memo a Obama le recomienda que restablezca mayor confianza con el rey Abdullah, instándolo a moverse más rápidamente en hacer reformas a su país, aunque de inmediato obtenga resultados inmediatos. Debe convencerlo, para ver una crisis que se avecina y que estén listos los sauditas, para apuntalar reinos vecinos, jeques y emires de cualquier perturbación para capear la tormenta.

Arabia Saudita es un «sobreviviente probado» pero se enfrenta a las amenazas de AlQaeda en Yemen y las revoluciones árabes recientes planten una prueba más severa, porque los sauditas se enfrentan a los mismos retos de una creciente población joven y un desempleo muy alto.

«Hay que eliminar la odiosa discriminación a las mujeres, la libertad de expresión altamente restringida, las rivalidades regionales con el Irán revolucionario a través del golfo y una minoría inquieta d chiítas, que puede aumentar el potencial explosivo, insiste Riedel.

Si se presenta un «despertar» árabe en Arabia Saudita, sería similar a las otras regiones promovidas por chiítas o sunitas, ya que podrían ser una bola de nieve, o una bola de polvo que se extendería por todo el país.

Estará presente el tema de la sucesión, que añade otra complicación. El rey Abdullah, y su medio hermano el príncipe heredero Sultán, superan los 70 años y no hay una sucesión clara. Si se produce una perturbación o muere alguno de ellos, la complicación se agrava.

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