Economía

Falta la sabiduría popular para atajar la devaluación

Todo el mundo conoce los efectos de la Ley de Gravedad, enunciada por Isaac Newton (1687). Cualquier persona adulta, inclusive los suicidas, tienen la noción que un cuerpo que se deja caer desde cualquier altura “caerá por su propio peso”.

Este conocimiento, que podemos considerar popular, es enriquecido cuando se estudia la asignatura “física” en el bachillerato, y con más profundidad, cuanto se asiste a las aulas universitarias.

Esa noción de la gravedad, cuando se estudia, viene demostrada con fórmulas y razonamientos sazonados con la terminología científica. Todo para explicar porqué los cuerpos no se pueden sostener flotando cuando se les deja caer.

Si nos encontramos con un campesino analfabeto y le explicamos en términos científicos la Ley de Gravitación Universal, quedará perplejo y nos dirá que no entiende. Pero si le preguntamos qué pasa cuando se corta la ramita que sostiene una naranja de la rama de un naranjal, nos asegurará sin titubeos que va a caer a la tierra y se dañará.

Igualmente, gracias a ese conocimiento popular, a nadie se le ocurre subir al último piso de la Torre Oeste del Parque Central en Caracas para comprobar que un cuerpo que se trata de suspender el aire cae inexorablemente a tierra. Al igual que a nadie se le ocurre meter el dedo índice en un enchufe para saber que hay electricidad.

Con la economía ocurre lo mismo. No es necesario sacar de los libros las elucubraciones teóricas, con sus fórmulas, tablas y gráficas para explicar lo que acontece en la vida diaria.

Desde 1983, cuando se suscitó el llamado “Viernes Negro”, los venezolanos han venido acumulando lo que pudiéramos llamar “consciencia de la devaluación”.

Antes de esa fecha e inclusive durante un buen tiempo, el venezolano se enfrentaba a fuerzas desconocidas que lo montaron en una espiral combinada de devaluación e inflación.

Con el tiempo (y ya van 32 años de ese Viernes Negro) y a fuerza de trancazos, el venezolano fue concientizando la relación entre devaluación e inflación; y más que inflación, el “costo de la vida”.

Puede que no se entiendan los mecanismos que llevan a la devaluación. Pero de algo el venezolano si está seguro, cuando se devalúa el bolívar, en poquísimo tiempo comienzan a subir los precios de todo aquello que compra.

En la actual coyuntura venezolana, que la a devaluación y a la inflación se ha añadido la escasez, falta poco para que los consumidores venezolanos se den cuenta que es una consecuencia de la falta de fábricas e iniciativas que produzcan. Lo que demostrará, una vez más, que las personas aprenden de sus experiencias diarias y personales, más allá de leerlo en los libros.

El post Viernes Negro

Para 1984, la élite pensante venezolana tuvo una visión (casi unánime) de los correctivos que habían de tomarse para detener el incipiente proceso devaluacionista del bolívar.

Sin embargo, a pesar de esa visión compartida, el gobierno que se iniciaba no atinó a alinear sus políticas desde el gobierno, con las aspiraciones de los burócratas, los empresarios y la población. El presidente tuvo en su momento el liderazgo, el carisma, la mayoría parlamentaria, el apoyo de los medios. Pero no obtuvo los resultados.

Para 1996, durante el segundo Gobierno de Rafael Caldera, el bolívar en poco tiempo se devaluó en un 180%. Esta acelerada desvalorización prometía como consecuencia el inicio de una desestabilización política del gobierno.

El presidente Caldera, atajó la crisis política que se le veía venir y tuvo la visión de trasladar el liderazgo económico del gobierno al socialista Teodoro Petkoff.

A pesar que 1996 terminó con una inflación del 106%, la aplicación de un conjunto de políticas, con el nombre de “Agenda Venezuela”, logró contener la devaluación y el proceso inflacionario. El dólar se estabilizó a la tasa de 470 bolívares por dólar y la inflación cerró en 1998 en 29,9%.

La actual coyuntura

En la actual coyuntura, con proyecciones e inflación anualizada para todo el año 2015, que van de una conservador 100% a casi 200%, el bolívar se ha devaluado en el último año (mayo 2014 a mayo 2015) 495,71%, y más aceleradamente en los últimos 14 días (51,33%).

En enero, en el mercado libre, el bolívar se devaluó 9,59%; en febrero 17%; en marzo 10,71%; y en abril 13,55%.

Frente a esta acelerada devaluación, también el venezolano se sorprende que el llamado dólar Simadi no haya variado sustancialmente.

Desde su lanzamiento, comenzó a subir hasta que alineado con el dólar libre, la tasa se estancó en torno a los 198 bolívares. ¿Por qué?

Si alguien va al banco, donde tiene su cuenta de ahorros o corriente, y pregunta por los trámites para obtener dólares a la tasa Simadi, seguramente el funcionario le indicará qué hacer, no sin antes advertirle (probablemente) que han sido muy pocos o ninguno, sus clientes, a quienes le han asignado algunos dolaritos a 198 bolívares.

En un mercado de subasta de divisas, el precio lo establece la relación oferta y demanda, así como el estadístico histórico de transacciones.

Eso es en teoría, porque el BCV no informa correctamente en tiempo y sustancia el nivel mensual de los principales indicadores económicos.

En este aspecto, habría que recordar lo señalado por el economista cubano-americano Jorge Sanguinetty en el foro “Retos de los cambios económicos en Cuba”, de febrero de 2011 en la Universidad de Miami. “Lo regímenes totalitarios o con vocación de serlo, no maquillan cifras, las inventan.”

Sin acceso a los dólares controlados por Cencoex-BCV, el venezolano se obligado a concurrir al mercado paralelo. Ese donde se negocia la compra-venta de dólares entre amigos, tarantines en la frontera, buhoneros de cambio en los aeropuertos internacionales y, en oficinas de las principales ciudades.

La fórmula del aumento de la tasa de cambio es muy sencilla. Más compradores, menos dólares, igual mayor precio.

Las preguntas de estos días son evidentes: ¿Seguirá subiendo? ¿Pasará de 500? ¿A cuánto llegará?

Sin tener una bola de cristal, y mucho menos las cartas de Adriana Azzis, se puede advertir que si el responsable de la Política Cambiaría sigue sin hacer algo, lo que viene pasando seguirá pasando.

La sabiduría popular

Tal vez los venezolanos no logren visualizar en este momento de crisis, y en toda su dimensión, qué se debe hacer para atajar la ola devaluacionista e inflacionaria.

Sin embargo, por descarte, tiene sencillas ideas de cuáles son las consecuencias y lo qué no debe seguirse haciendo. Lo que nos lleva a pensar que llegó la hora de los razonamientos sencillos. Esos que provienen de la sabiduría popular.

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