Economía

Guayana y el dinero de Venezuela

La región de Guayana tuvo un importante crecimiento económico en el último medio siglo. Afirmarlo es una verdad de perogrullo. Pero debemos afirmar
que, desde 1975 (aproximadamente) lo ha hecho con dinero del resto de
Venezuela, es decir, ha sido una importadora de capitales internos, al
mismo tiempo que los exporta al resto del mundo.

Estamos hablando de los grandes capitales, no de los envíos familiares.

Respecto a las personas, fue una zona que atrajo a mucha gente en
migraciones internas, especialmente de la región nor-oriental. Mientras
en el resto de Venezuela había un empobrecimiento generalizado, en Guayana
hubo crecimiento, y por mucho tiempo fue la región con la tasa de desempleo más baja del país. Al igual que en Caracas, es difícil conseguir a un
guayanés cuyos 4 abuelos sean guayaneses de nacimiento.

Pero esas afirmaciones debemos sustentarlas con los hechos, y a eso vamos,
y debemos hablar crudamente, aunque nos duela, y luego buscar alternativas,
porque para eso estamos, no para quedarnos en los lamentos.

La primera parte de la etapa de desarrollo en Guayana (y disculpen, pero
cuando hablamos de «Guayana» nos referimos a una pequeña zona del total de
la gran Región de Guayana, específicamente la comprendida entre Ciudad
Bolívar – Ciudad Guayana, y al sur de ese eje) se produjo con materia
prima nacional, pero capital básico extranjero, o sea, no hubo mucho sacrificio
del resto del país, su desarrollo fue autosustentado por el capital
inicial, que se reprodujo, es decir, no estaba exigiendo fondos a cada rato.

Sin embargo, después de nacionalizar las industrias básicas, y construir
otras con capital público, el dinero provenía de dos fuentes: a) la
redistribución del ingreso petrolero, y b) la deuda externa, que terminó
siendo pagada por el resto del país, o sea, por el ingreso de origen
petrolero y los impuestos de los ciudadanos de toda Venezuela.

Y es que el tipo de empresas instaladas en Guayana no son de alta rentabilidad como la actividad petrolera, que ya era rentable antes del incremento de precios de los años 1973-74. Las empresas mineras y siderúrgicas, si fueran bien administradas, no tendrían altos márgenes de ganancias. A ello añadámosle que, por haberse creado como una prolongación de un partido político, con los conocidos ingredientes de altísima corrupción, exceso de personal, falta de eficiencia, un gobierno nacional rico que le cubría la pérdidas muy frecuentes que a cada rato se
producían,fluctuaciones de precios de sus productos de exportación, etc, por todo
ello, la ineficiencia fue total.

Es decir, el peor negocio de Venezuela fue el de haberse metido en el
negocio minero y de la Corporación Venezolana de Guayana (CVG). Y ello
debemos decirlo aunque haya gente que le duela, especialmente a quienes
les ha ido bien, que son muchos.

Por supuesto que nada es eterno, y el gobierno nacional terminó empobreciéndose, y el resto del país también, además de que creció la población. Los problemas económicos y sociales comenzaron a afectar también a Guayana, y el gobierno nacional ya no puede subsidiar a la CVG como antes.

Buscando salidas

Repetimos que no estamos aquí para lamentarnos, sino para buscar
alternativas, y a ello vamos, porque si bien la zona de Guayana comió del
resto de Venezuela, no queremos ahora que se la coman, sino que se
mantengan solas las principales empresas allí instaladas.

Es difícil despolitizar, desideologizar, y honestizar (disculpen los lingüistas por las palabras creadas) a las empresas de la CVG mientras estas sigan siendo del gobierno. Por lo tanto, quiéranlo o no, tenemos que avanzar hacia su privatización total o parcial, y recordar todos que no es sano el paradigma aquel de que las empresas deben satisfacer las necesidades de sus trabajadores. Las empresas tienen su razón única de ser en los accionistas, en los dueños, en quienes ponen su dinero allí para verlo crecer, y si el resto de Venezuela (sin ser consultado) puso su dinero en las empresas de la CVG, los administradores de la CVG (altos, medianos y
pequeños) deben rendirle cuentas al país, puesto que somos accionistas de
la CVG todos los ciudadanos venezolanos, independientemente del sitio de
residencia (Zulia, Caracas, Sucre, Guárico o las selvas del estado
Amazonas).

En lo particular, preferiría que la mayoría de las acciones de esas
empresas fueran adquiridas por capital extranjero, porque a nivel regional, en
Guayana no habría sucedido nada, mientras que el resto del país recibiría
algo de dinero que podríamos considerar como «recuperación de la
inversión» (con muchas pérdidas, porque estaríamos recuperando menos que lo
invertido), y hasta a Guayana le caería algo de eso.

No obstante, los primeros tiempos de una nueva CVG serán de reajustes, y
muchos sufrirán las consecuencias (¡cónchale!, ¡los insensibles e
inhumanos consejos de los economistas!; pero, ¿no es insensible ver a un país entero sufrir, y padecer de déficit fiscal solamente para que se mantengan unos
cuantos?). Es el riesgo de la eficiencia, y quien no la merezca (nadie acepta no merecerla) perderá en el juego.

Pero si no se toman estas medidas a tiempo, al final (en un futuro no tan lejano) perderemos todos, y quienes saldrán perjudicados no serán una
parte de los actuales habitantes del noreste del estado Bolívar, sino TODOS los
habitantes de ese estado, con muy pocas excepciones (siempre hay zamuros).

Es mejor tomar las medidas sanas a tiempo, y corregir lo que nunca debió
haberse hecho.

(*) Economista.

E-mail: [email protected]

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