Economía

La etapa superior de la maldición

Uno de los temas económicos con larga tradición es el efecto de los recursos naturales sobre el crecimiento y el desarrollo. Supuestamente, el sentido común indicaría que la abundancia en un país de recursos naturales mundialmente escasos, por ejemplo el petróleo, debería generar elevados ingresos y desarrollo. Sin embargo, parte importante de la evidencia empírica sugiere que la posesión de estos recursos sería más bien una “maldición”, la llamada “maldición de los recursos naturales”, término acuñado por Auty (1993). Países con recursos naturales abundantes, especialmente petroleros (entre ellos Venezuela), han tenido por períodos considerables mal comportamiento económico.

Un elemento clave para evitar la “maldición” es la estructura institucional. Los países de la OPEP se han caracterizado por una estructura institucional de mala calidad, que los ha llevado a asignar y utilizar los factores de producción en forma poco eficiente.

El gobierno ha señalado que desea encaminar al país al “socialismo del siglo XXI”, un término vago. Sin embargo, la evidencia apunta a que podría ser un esquema cercano al “socialismo real” del siglo XX. En este caso, se profundizaría la concentración del poder, el estatismo, la falta de transparencia y la búsqueda de renta (incluida la corrupción); y progresivamente se reducirían los derechos de propiedad.

Aparentemente una idea es remplazar la propiedad privada de parte importante de los activos por organizaciones de cooperativas o “unidades sociales de producción”, que dependerían del apoyo de un estado hipertrofiado, en el cual residiría la facultad de disponer del activo. Estas organizaciones no serían para la producción mercantil en una economía monetaria, sino orientadas a la producción social, donde el estado tendría que decidir administrativamente que se produce y como se distribuye, con la el propósito de eliminar el “fetichismo de la mercancía” (sic). El “fetichismo de la mercancía” es un concepto utilizado por Marx (El Capital, volumen I, sección 4).

Quizá el gobierno piensa que la erradicación de “fetichismo de la mercancía” representaría un paso de avance en el desarrollo y eliminación de la explotación. Dejando de lado la discusión misma del concepto, para el propio Marx la ausencia del “fetichismo de la mercancía” (de relaciones sociales que se presentan como relaciones “fantásticas” entre mercancías o cosas) no representa el desarrollo ni implica la falta de explotación. Puede caracterizar al atraso, por ejemplo a la “tenebrosa Edad Media”, como la calificara Marx. En estas condiciones, supone que dado el poco desarrollo, las relaciones sociales de explotación no toman el carácter “fantástico” de relaciones “entre cosas”, sino que son relaciones personales transparentes; es decir, donde no existiría el “fetichismo de la mercancía”,

“La sujeción personal caracteriza, en esta época, así las condiciones sociales de la producción material como las relaciones de la vida cimentadas sobre ella. Pero, precisamente por tratarse de una sociedad basada en los vínculos personales de sujeción, no es necesario que los trabajos y los productos revistan en ella una forma fantástica distinta a su realidad.”

Más adelante, continua,

“Lo que constituye la forma directamente social del trabajo es la forma natural de este, su carácter concreto, y no su carácter general, como en el régimen de producción de mercancías. El trabajo del vasallo se mide por el tiempo, ni más ni menos que el trabajo productivo de mercancías, pero el siervo sabe perfectamente que es una determinada cantidad de su fuerza personal de trabajo la que invierte al servicio de su señor.”

El párrafo culmina,

“Por tanto, cualquiera que sea el juicio que nos merezcan los papeles que aquí representan unos hombres frente a otros, el hecho es que las relaciones sociales de personas en sus trabajos se revelan como relaciones personales suyas, sin disfrazarse de relaciones sociales entre las cosas, entre los productos de su trabajo.” (Marx, 1975, séptima reimpresión, El Capital, Vol. I, sección 4, pág. 42)

La idea de “superar” el capitalismo y la propiedad privada con “cooperativas” o “unidades sociales de producción” carece de un mínimo de seriedad. Pero no sólo se trata de una antigualla de pasmosa ingenuidad, propia del utopismo decimonónico (¿o de una actual intoxicación petrolera?), sino que puede ser la prescripción para el atraso, con el establecimiento de un estatismo omnímodo. La mala asignación de recursos, el costo de la nueva “nomeklatura” a financiar por el estado y la ineficiencia alcanzarían cotas muy altas. Sí ideas como estas se implementan en forma extensa, nos espera es un pobrísimo comportamiento económico y social, aún en medio de auges petroleros. Mutatis mutandis, algo así como “la etapa superior de la maldición petrolera”.

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