Economía

La reunión del G7 y el resurgimiento del proteccionismo

El pasado 9 de abril, publiqué un artículo títulado “¿Está acercándose la globalización a su final?”
En él planteábamos que en materia de comercio y de movimiento de capitales – Inversiones Directas Extranjeras (IDE) – a nivel internacional, el término de “globalización”, en boga desde hace casi tres décadas, es un simple eufemismo. Ello estriba en la aplicación de la “ley del embudo” por parte de los países económicamente poderosos, léase EE.UU., UE y Japón fundamentalmente. En efecto, las trabas tradicionalmente impuestas por éstos a la entrada de los pocos productos y servicios exportados por los países de inferior desarrollo relativo, hoy denominados “en vía de desarrollo – PVD -”, claramente lo han venido demostrando desde el mismo momento en que se expandió, mundialmente, la aplicación del término de cuya justificación dudamos.

En dicho artículo alegábamos que, valiéndose del fuerte nivel de endeudamiento en el que se encontraban la mayoría de los PVD al comienzo de los 80, los países “ricos” utilizaron el FMI y el BM para aplicarles lo contemplado en el Consenso de Washington, obligándoles de esa manera a abrir sus fronteras para la entrada indiscriminada de productos e inversiones extranjeras, tanto indirectas como simplemente especulativas a corto plazo, siendo estas últimas extremadamente peligrosas por lo volátil en su naturaleza. Esto quedó demostrado, más allá de toda duda y polémica estéril, en la oportunidad de haberse presentado la gran crisis financiera mexicana, a fines de 1994, así como la que por razones similares se originó en Tailandia en 1997.

Como se recordará, en ambos casos, pero sobre todo en el segundo, las externalidades o repercusiones negativas, regionales en su comienzo y mundiales luego, fueron considerables. En ese mismo sentido, podemos citar la crisis rusa que obligó a este país a declararse en “default” al año siguiente. En el caso de Tailandia, ese país no ha podido aùn recuperarse plenamente, después de 10 años, del enorme “golpe” recibido por el abandono de una suma cuantiosa de capitales especulativos o “golondrina”, cercana a US$ 40 millardos, en cuestión de pocas horas. Algo parecido sucedió en México. No obstante, gracias a la intervención personal y ejecutiva del presidente Clinton, los EE.UU. le otorgaron rápidamente a ese país un préstamo cuantioso, lo cual le permitió sobreponerse, en relativamente corto plazo, de una crisis de mayores proporciones.

En lo que respecta las IDE, inversiones verdaderamente convenientes por ser creadoras de nuevas fuentes de producción, empleo y riqueza, éstas han venido menguando progresivamente en los últimos años en la mayoría de los PVD, debido a la inigualable competencia y atracción, para este tipo de inversiones, especialmente ejercida por la economía china, desde fines del siglo pasado a nivel planetario. Su número de habitantes, su evolución rápida y fluida hacia un sistema de libre mercado parcialmente controlado, así como el hecho de haberse incorporado a la OMC, con el beneplácito de los países paradójica y tradicionalmente más defensores de los derechos humanos, hacen de esa nueva gran potencia económica, en gestación, una expectativa de mercado cuyas proporciones, con la excepción de la India, parecen previsiblemente imposibles de igualar.

Una vez abordado breve y nuevamente los argumentos, hechos y aspectos anteriores, cabe recordar también que en nuestro artículo antes citado, nos referíamos a las medidas anunciadas o solicitadas en los EE.UU. y en diferentes países europeos, tendentes a impedir la entrada de algunos productos e inversiones provenientes de los “países emergentes” y especialmente de China. Ello fue, en efecto, lo que nos inspiró el título del mismo. Pues bien, parece que el tiempo está confirmando lo fundamentado de nuestra sospechas, las cuales fueron severamente juzgadas por algunos de nuestros lectores quienes las consideraron infundadas o “alarmistas”. Algunos “talibanes” utilizaron incluso calificativos nada elegantes que, por buena educación, no debemos repetir.

Hoy nos enteramos por la prensa europea, sin sorpresa por nuestra parte, que la Administración Bush le exigió a los Ministros de Finanzas del G7 que consideren y discutan a fondo, en su reunión oficial de esta misma fecha, la necesidad de establecer controles estrictos y limitaciones a las inversiones realizadas en sus países por los fondos soveranos, conocidos como Sovereign Wealth Funds (SWF). Estos fondos en moneda extranjera, constituidos por los haberes de los países, se estarían convirtiendo en inversionistas mayores los cuales, al actuar en los mercados de capitales más importantes, se comienzan a considerar como los causantes reales o potenciales de muchos desequilibrios financieros en la economía mundial.

La prensa europea informa hoy que el encargado de presentarle al G7 una evaluación en ese sentido, es Rodrigo Rato, director general saliente del FMI. De acuerdo a la opinión ya expresada en ese sentido, tanto por éste como por el gobierno de los EE.UU. y recientemente también por diplomáticos franceses, así como por el partido CDU de Angela Merkel, es necesario intervenir, incluso a título retroactivo, para frenar o limitar, cuando no impedir de un todo, la presencia de inversiones extranjeras consideradas “indeseables”. La dirección de la CDU ha hecho público un documento que está siendo considerado por el Consejo de Ministros, según el cual se le exige al gobierno alemán la protección de su industria contra las inversiones que puedan violar el interés nacional. Sin mencionar abierta y explícitamente a China e India, ese proyecto dejaría entrever, según Pierre Bocev de Le Figaro, que al tratarse de una organización estatal foránea, no se puede excluir la posibilidad que su inversión persiga fines distintos a los económicos. Es posible que estos últimos se sitúen, eventualmente en algunos casos, en el ámbito político-estratégico y/o de transferencia de tecnología de punta.

Según el diario alemán Handelsblatt, dicho documento prevé reglamentar que todo inversionista extranjero que aspire poseer más del 25% del capital de una empresa alemana, relacionada con “seguridad pública” o “estructura estratégica”, podrá informar al gobierno acerca de sus intenciones y éste le dará su eventual consentimiento. Si dicho inversionista elige no hacerlo, el ejecutivo podrá optar, dentro de un período de tres años, por declarar nula esa inversión u ordenar su reducción. Esta actitud, se origina paradójicamente en los sectores políticos alemanes más conservadores, conocidos también como los más liberales desde el punto de vista económico. En consecuencia, ella revela un aspecto indudablemente proteccionista que contradice abiertamente la insistentemente preconizada voluntad de apertura y globalización, cuando los efectos de ésta repercuten negativamente en sus propias economías, devolviéndoseles como un boomerang. Sobre este aspecto, sin embargo, es interesante señalar la contrariedad parcial expresada, de acuerdo con el mismo diario, por las cámaras alemanas de comercio e industria. Ellas opinan que la aplicación retroactiva del reglamento en discusión sería perjudicial, pues tendería a desalentar futuras IDE.

Es interesante observar que mientras sumaban apenas unos US$ 500 millardos, a principios de la década pasada, los SWF eran bienvenidos en los países industrializados. En cambio, al acumular hoy casi US$ 3 billones, estimándose entre tres y cuatro veces más hacia 2012, debido a los muy elevados excedentes comerciales de esos países, se torna ya evidente el alto grado de perturbación que ello causa en el seno de los miembros del G7. Ello se debe a que, mientras en sus comienzos, los fondos soveranos de los diez países detentores más importantes invertían sus capitales en bonos y obligacione de Estado, principalmente los de EE.UU, lo cual es muy deseado, ahora han decidido mejorar su rendimiento a través de inversiones más agresivas.

Como prueba de ello, observamos la participación de fondos chinos en el fondo especulativo Blackstone de los EE.UU, realizada al comienzo de este año. El lector también recordará, en este sentido, el intento de adquisición de UNOCAL, en 2005, por casi 20 millardos de US$, por parte de la empresa nacional china de petróleo, operación ésta que fue vetada por el gobierno federal de EE.UU., alegando para ello razones de seguridad interna. En fecha tan reciente como la semana pasada, un pretexto similar fue utilizado para impedir la compra de la empresa 3Com, por Bain’s Capital, por US$ 2.2 millardos. El motivo alegado en este caso fue la participación minoritaria, en el capital de la firma aspirante, de la china Huawei Tech. Contemporánea y análogamente, la oferta hecha por la Citic bank de Shanghai, para adquirir una importante participación en Bear Stearns, una de las cinco mayores financieras de Wall Street, se encuentra en “evaluación”.

En total, existen actualmente unos veinte fondos soveranos, pertenecientes a igual número de gobiernos, así como una media docena de nuevos aspirantes, entre los cuales se encuentra el Japón. Los diez más importantes, de acuerdo al monto de sus activos, son los pertenecientes a: Emiratos Arabes Unidos, Noruega, Singapur, Kuwait China, Rusia, Qatar, EE.UU. y Brunei. Ellos son el reflejo de los altísimos ingresos obtenidos por los grandes países exportadores de hidrocarburos y sus derivados del Medio Oriente, Noruega y Rusia, por un lado, así como de los considerables excedentes comerciales de los países asiáticos, por el otro. De todos ellos, el SWF más reciente, pero que crece a vista de ojo, es evidentemente el chino. Es interesante y a la vez sorprendente destacar que para fin de año, la OMC proyecta para China una exportación total de US$ 1.3 billones y un superavit, en su balanza comercial, cercano a US$ 300 millardos. De esa manera, China superará en un 27 – 30% las exportaciones de 2006, con lo cual habrá desplazado a Alemania como segundo exportador mundial, situándose a muy corta distancia de los EE.UU.

Segú el diario Le Figaro de hoy, un diplomático francés, no identificado, declaró en fecha reciente a la prensa francesa que en vista del enorme, actual, déficit fiscal y en cuenta corriente de EE.UU., del extraordinario aumento del precio del crudo y de la subvaluación del yuan chino, el G7 no puede abordar la discusión sobre los SWF – léase chinos entre líneas – sin antes identificar su origen. Esta es una clara alusión a la amenaza que representa, actualmente e in crescendo, para los países occidentales y el Japón, la nueva potencia económica asiática. Esta preocupación parece ser compartida por todos los países integrantes del G7, con la aparente excepción, por ahora, del Reino Unido, No obstante, uno de sus expertos en la materia se habría preguntado si algún SWF, detrás de su aspiración declarada de tan sólo maximizar su rendimiento, no esconde en realidad la instrumentación de otras estrategias, a través de las cuales perseguir metas más agresivas y eventualmente intolerables, por ser perjudiciales a los intereses nacionales del Reino Unido.

A manera de conclusión y tal como se desprende de lo anteriormente señalado, es indudable que el mundo está en presencia de tendencias claramente proteccionistas, las cuales están siendo instrumentadas aceleradamente por los países económicamente más poderosos. Ellas tienden a revertir el proceso “globalizador”, en lo comercial y financiero, cuyo inicio tuvo lugar, hace apenas tres décadas, con el beneplácito de los países de menor desarrolo relativo, hoy llamados en vía de desarrollo o PVD.

*Ing. Químico – University of Oklahoma (1958)
D.E.A./M.S. & Ph.D en Ciencias Económicas – Université Paris IX-Dauphine (1994 – 2000).

Investigador Asociado al EURISCO

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