Latinoamérica bajo la lupa del BID
Nuevo milenio obliga, el Banco Interamericano de Desarrollo ha juzgado pertinente adoptar una perspectiva mas amplia y discutir los problemas del desarrollo del continente en el Informe de Progreso Económico y Social que viene de hacer público, calzado con la firma de nuestro compatriota Ricardo Hausmann, Economista Jefe de la institución.
Un interesante documento, desde luego, con el doble objetivo de comparar nuestro nivel de desarrollo (entendido éste como progreso económico en adición a la calidad de vida y la capacidad de convivencia social) con las demás regiones, y destacar la influencia que ejercen factores estructurales a los que se consideraba hasta ahora como impropios del ámbito convencional de la economía y merecían, en consecuencia, una atención secundaria.
Panorama complejo, si hay alguno, el de este continente que ha visto su posición degradarse del segundo al quinto lugar en el ranking mundial en los últimos cincuenta años, durante los cuales se registró un crecimiento económico tan discreto como inestable que propició una de las distribuciones de ingresos mas inicuas, con índices de concentración de la riqueza sin parangón en el resto del mundo.
Ello no ha impedido, según el BID, indicadores positivos en varios aspectos del desarrollo humano, similares a los del Sudeste Asiático e inferiores sólo a los países desarrollados, gracias a progresos en salud tanto mas notables porque no mengüaron con la turbulencia política de los años 70 y 80; si bien no pueda decirse lo mismo del área educativa, estancada al mismo nivel de hace dos decenios.
Sin embargo, lo que el Informe considera mas notorio y preocupante son los contrastes en el panorama social, porque si en el mismo lapso se han dado pasos importantes hacia la democracia, “a un ritmo sin precedentes mundiales” y gozamos hoy de mas protección frente a la arbitrariedad, la discriminación y la injusticia, la criminalidad se ha elevado en casi todos los países de la región , a veces hasta niveles cuarenta veces mas altos que el promedio del mundo desarrollado o del Sudeste Asiático.
Y esto se manifiesta en la decepción que expresamos en las encuestas sobre los frutos de la vida democrática; el énfasis que asignamos a los bajos salarios, la desocupación, la inflación, la pobreza y la inestabilidad labora y el que coloquemos la educación, la corrupción y la delincuencia entre los principales motivos de insatisfacción.
Es cierto que estos males de tan larga data se han acentuado en los últimos años como resultado de cambios en el contexto mundial o de las políticas nacionales, pero el BID rechaza que la globalización o las políticas neoliberales a las que está en boga satanizar, carguen con una responsabilidad que, en cambio, atribuye a la demografía, la geografía y las instituciones.
En cuanto a la primera, el BID destaca la composición de edades antes que su crecimiento como un factor positivo en esta etapa de transición, puesto que disminuirán las tasas de dependencia infantil mientras permanece baja la proporción de ancianos y con una mayor incorporación de jóvenes se incrementarían los ingresos de las familias y las posibilidades de ahorro e inversión y de una mejor educación a un número de infantes mas reducido.
A su vez, “por connotaciones racistas y fatalistas”, hemos pagado un alto precio por ignorar la geografía en el diseño de las políticas públicas: carencia de un nivel tecnológico adecuado a las condiciones agrícolas y las enfermedades propias de las zonas tropicales, imprevisión e incapacidad de respuesta ante los desastres naturales, criterios erróneos para las inversiones en transportes y comunicaciones y crecimiento a la cañona de los centros urbanos.
Y, por último pero no menos importante, el BID destaca la importancia de las instituciones, con acento particular en las prácticas electorales y la participación política, persuadido, según concluye su Informe-2000, de “que el nivel de desarrollo del Continente obedece en una gran medida a circunstancias propias, que no hemos entendido ni controlado suficientemente”, y que está en nuestras manos y de nadie más superar los retos para competir con éxito con las demás regiones del planeta.
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