Economía

Los trabajos van y vienen

Fairfax, Virginia (AIPE)- En 1970, la industria de telecomunicaciones de Estados Unidos empleaba a 421.000 operadoras. Ese año se hicieron 9.800 millones de llamadas de larga distancia. Hoy se emplean 78.000 operadoras, lo cual indica la eliminación de 80% de los puestos.

¿Qué ha debido hacer el Congreso para salvar esos puestos? Ha podido hacer lo mismo que la India, donde Mahatma Gandhi en 1924 atacó a las maquinarias diciendo que “ayudan a unos pocos a cabalgar sobre los hombros de millones”. Así, la industria textil de la India tenía para 1970 el nivel de productividad de EEUU en 1920.

Michael Cox y Richard Alms cuentan la historia de las telecomunicaciones en un artículo del New York Times y cómo los grandes adelantos tecnológicos hicieron posible reducir el número de operadoras en 80% y, al mismo tiempo, se han multiplicado por diez el número de llamadas de larga distancia.

El beneficiario olvidado en la actual demagogia sobre los puestos de trabajo es el consumidor. Una llamada de larga distancia cuesta hoy una mínima fracción del costo en 1970. Desde 1984, el costo de las llamadas de larga distancia se ha reducido en 60%, pero si todavía utilizáramos la tecnología de 1970 necesitaríamos 4,2 millones de operadoras, o sea 3% de la fuerza de trabajo de la nación, y las llamadas costarían 40 veces su costo actual.

Encontrar maneras más baratas de producir bienes y servicios permite utilizar esa mano de obra en otras cosas. Si no aumentara la productividad, ¿dónde conseguiríamos a los trabajadores que producen todas esas cosas que no existían en 1970?
Quienes hoy están en contra del libre comercio seguramente no criticarían la pérdida de puestos en telecomunicaciones, por temor de ser llamados idiotas. Pero no hay mucha diferencia económica entre una industria utilizando nuevas tecnologías para reducir sus costos de producción que utilizar mano de obra extranjera más barata con el mismo propósito. En ambos casos, no hay duda que el trabajador que pierde su empleo por la utilización de nueva tecnología o por mano de obra más barata sufre igual. La diferencia política es que es más fácil promover resentimiento contra América Latina o China que contra las nuevas tecnologías.

Los intervencionistas tanto del Partido Demócrata como del Republicano apuntan a la “exportación de puestos de trabajo” cuando exigen nuevas restricciones comerciales, pero veamos lo sucedido en los años 90. La pérdida de puestos más baja ocurrió en 1993 con 27 millones de despedidos y la más alta en 2001 con 35,4 millones de despedidos. En el año 2000 tuvimos la tasa menor de desempleo, con 33 millones de despidos. Pero la creación de nuevos puestos de trabajo va de 29,6 millones en 1993 a 35,6 millones en 1999.

Esos son indicadores de una economía saludable, cuando empresas se fundan, fracasan, reducen o aumentan personal, todo como parte de un proceso de adaptación a cambios tecnológicos y a condiciones tanto internas como mundiales. La sociedad se enriquece cuando ese libre proceso es permitido. De hecho, el éxito económico de Estados Unidos se ha basado, en gran parte, exactamente en eso.

Aquellos que exigen restricciones gubernamentales impedirían que las empresas y los consumidores se beneficiaran de métodos más baratos de producción y, en realidad, quieren que aceptemos un nivel de vida más bajo para proteger sus intereses especiales. Claro que no lo presentan así, sino como asuntos de “seguridad nacional”, “campos de juego nivelados” y “protección del empleo”. No les crea. Así todos resultaríamos perdedores.

(*): Profesor de economía de la Universidad George Mason y académico asociado de Cato Institute.

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