Economía

Medidas ampliadas

En un anterior artículo, que calificamos entonces como limitado, le dimos un
primer respaldo a las medidas económicas anunciadas recientemente por el
gobierno en materia cambiaria. En ese momento dijimos que sólo apoyamos la
parte cambiaria, porque el resto no estaba bajo evaluación. Ahora, vamos un
poquito más allá, pero no mucho todavía, eso será con el tiempo.

Las medidas adoptadas tienen dos componentes básicos:

– 1) dejar el bolívar en libre flotación (en la práctica, una «devaluación»), y

– 2) reducción del gasto público para afrontar el profundo déficit presupuestario.

Efectos de la flotación del bolívar

Al depreciarse el bolívar, comienza un incentivo para la producción nacional
(industria manufacturera, turismo, agricultura, pesca, etc.). Eso es cierto
en lo básico, pero ahora veamos algunos condicionantes, porque el mundo no
es tan simple. De hecho, hay algunos sectores industriales que saldrían
perjudicados, y muchos que son indiferentes. Empero, debemos tratar de
buscar «el interés nacional» más allá de los sectores específicos o individuales, o más allá del corto plazo.

El posible incentivo que representaría la depreciación (no «devaluación»,
como acertadamente me lo señaló un amigo economista carupanero que vive en
Barinas, aunque yo la vuelvo a usar porque es más común) no se reflejará
positivamente en el corto plazo.

Ello debido a que en los últimos largos años (desde 1997 para acá,
aproximadamente) la sobrevaluación del bolívar (con la extraña idea de
controlar mediante el anclaje cambiario) ha destruido la mayor parte del
sector productivo nacional, por lo que el país se ha desindustrializado
profundamente. Algunas empresas han cerrado, otras se han mudado del país,
y otras sobreviven obsoletamente. O sea, no hay con quienes beneficiarse en
el corto plazo. No todas las empresas cerradas son iguales. Unos están
esperando para liquidar, pero no consiguen, otros se fueron del país y
dejaron la chatarra, otros tienen plantas cerradas desde hace tanto tiempo
que hasta perdieron agilidad para el negocio, … y podemos seguir
planteando casos.

Así, el sector industrial manufacturero (al menos, porque el sector agrícola
puede dar resultados positivos antes) podría volver a agarrar un ritmo de
crecimiento y consolidación dentro de unos dos años, mínimo. El daño actual
es muy profundo, y debemos dejar las ilusiones de que veremos soluciones
rápidas, que pronto la economía privada crecerá con fuerza, que las
exportaciones privadas no tradicionales aumentarán a más de 20% interanual,
etc. No soñemos. Además, las medidas deben mostrar consistencia en el
tiempo, además de que debe haber cierto clima de seguridad jurídica y
política.

No lograremos nada si hoy vencemos la sobrevaluación, pero hay indicios de
que en un año la tendremos de vuelta. Y aquí no entran en consideración
únicamente la política económica intencional de las autoridades, sino
también la estructura económica propia de Venezuela, que en el largo plazo
tiene una tendencia a la sobrevaluación.

Instalar, reflotar o revivir una planta industrial se lleva su tiempo, y
necesita invertir suficientes capitales. Nadie arriesgará su dinero si
dentro de dos años volveremos a tener un bolívar sobrevaluado, producto ya
sea de la política económica intencional, o como resultado directo de un
posible aumento de los precios del petróleo (o algún shock externo
positivo).

Otra posible consecuencia (no tengo números, y sólo estoy elucubrando) de la
reciente depreciación del bolívar es que le entrarían tantos recursos al
fisco producto de la devaluación que hasta se cubriría totalmente el déficit
fiscal, y cuidado si no llegamos a superávit. Ya en Venezuela tenemos
experiencia similar.

Las medidas fiscales

El déficit fiscal está a la vista. El endeudamiento interno y
presupuestario está al alza. La situación se vuelve insoportable. No hay
otra alternativa si reducir el gasto público. No es que sea buena o mala,
sino que había la obligación de hacerlo, salvo que se salieran por la
tangente, o sea, devaluaciones fiscalistas o préstamos del gobierno con el
Banco Central, o sea, cerrar el déficit con alta inflación.

Los planes gubernamentales han sido muy generosos en los últimos años, y
podríamos afrontar riesgos de que esa situación se revierta.

Particularmente destacan los aumentos salariales en el sector público.

Después de pasar varios años siendo los peor pagados del país, ahora tienen
sueldos competitivos, y hasta altos, como en el sector educación.

Hablemos con más sinceridad, ha habido derroche, que es la palabra adecuada. Ahora llegó el momento de apretarse los cinturones.

Pero a nivel macroeconómico y en el corto plazo lo que interesa es el monto
global de los gastos, no la calidad de los mismos. Por lo tanto, al
producirse un recorte presupuestario (política fiscal restrictiva) se
debería producir, ordinariamente, una recesión en el mercado real.

Entonces, al combinar una política cambiaria que puede lograr un crecimiento
económico en el mediano plazo con una política fiscal que producirá una
recesión en el corto plazo, la única manera de compensar parcialmente los
efectos negativos será mediante medidas específicas y puntuales, similares
(al menos en intención) a las anunciadas por el presidente de la república
en día jueves 28 de Febrero de 2002.

Ahora, ¿por qué darle un apoyo (limitado) las medidas? Seamos sinceros, un
apoyo no quiere decir que seamos incondicionales ni ciegos, ni a favor ni en
contra. Pero las medidas adoptadas recientemente fueron las mejores que se
pudieron haber implantado, dadas las condiciones actuales.

Es más, a nivel cambiario vienen a corregir una vieja falla que arrastramos
en Venezuela desde 1996. ¡Pero más vale tarde que nunca! Ojalá nunca se
hubiera implantado la rara medida de controlar la inflación mediante el
anclaje cambiario. Pero dado que ese cáncer estaba presente, había que
extirparlo. El esquema era insostenible. Lamentablemente tardaron casi
seis años en darse cuenta, cuando ya el daño era grande. Ahora toca
reconstruir, y no ser nostálgicos por ese pasado que ojalá no regrese.

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Padre Pío será santo el 16 de junio

El 16 de junio el Padre Pio de Pietralcina será santificado. Lo anunció el
Papa durante el Concistorio, en la Sala Clementina, en ocasión de la
canonización de nueve santos de varios países del mundo. Alegría y emoción
en San Giovanni Rotondo, donde miles de fieles esperaban rezando en el
santuario de S. Maria delle Grazie. El festivo tañido de las campanas de
todas las parroquia saludó la buena nueva. «La gente se ha identificado con
Padre Pio», dijo P. Lotti, portavoz de los frailes capuchinos del pueblo
sobre el Gárgano. «Su mensaje está ligado a una nueva forma de sufrimiento».

El 19 de mayo serán canonizados tres religiosos y dos religiosas.

Lira: el último Count Down

Después de 54 años de «servicio honorable» como moneda de la República (su
curso legal comenzó el 21 de diciembre de 1946), a partir de la medianoche
del 28 de febrero, la lira no será más la moneda de los italianos. Sus
orígenes se remontan al siglo VIII, cuando una ‘ lira’ era la unidad común
de medida de los valores por una reforma monetaria realizada por Carlos
Magno: una lira equivalía a una libra de plata, subdividida en 240 dineros.

Una moneda «fantasma» que, curiosamente, permaneció viva por casi 1.000
años. En 1861 se convirtió en la moneda única del Reino de Italia y después,
de la República de Italia. Desde la medianoche de esa fecha, entonces, la única
moneda legal en Italia y en los 12 países adheridos será el Euro.

Simón Saba (*) Economista.

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