Economía

Precios y divisas petroleras, dependencia del petróleo, Hugo Chávez y Juan Pablo Pérez Alfonzo

Precios del Petróleo y Uso de Divisas

Cuando los precios del petróleo estaban contra el suelo hace algunos años, tan bajos que daba vergüenza la irresponsabilidad del gobierno y PDVSA por no defenderlos, sobraban “expertos” en la materia argumentando la necesidad de aumentar la inversión para elevar la producción y con ello obtener los ingresos necesarios para acelerar (o al menos mantener) el crecimiento de la economía nacional.

Ahora, cuando lo precios parecen altos (nominalmente, ya que en términos de poder adquisitivo apenas empezamos a recuperar 20 años de pérdidas) aparecen de nuevo los “expertos”, esta vez avergonzados de que actuemos como vampiros, según ellos, succionando de los consumidores los preciados excedentes que brotan del sudor de sus frentes y vuelven a pregonar el aumento de la inversión petrolera, pero ya no con el propósito de acelerar el crecimiento económico, sino para elevar aún más las ya exageradamente excesivas divisas que ingresan a los cofres del gobierno y los bolsillos de sus amigos políticos y empresarios.

Algunos además les preocupa que los precios altos intensifiquen la presión sobre los gobiernos de los países consumidores para acelerar la búsqueda de sustitutos energéticos a cualquier costo, deseando que los precios bajen con el aumento de producción.

Lo evidente es que todos ellos parecen ignorar o descartar, como lo hicieron hace años, la muy limitada (y hoy más deteriorada) capacidad de absorción de la economía nacional—su ineficiencia y lentitud para convertir recursos líquidos (los bolívares que ingresan al sistema económico cuando el gobierno gasta los ingresos fiscales del petróleo) en recursos productivos que beneficien a la población del país elevando la tasa de crecimiento y mejorando la distribución del ingreso.

Y como hace años, también hoy ignoran o descartan la naturaleza de dichos ingresos fiscales—su origen externo, divisas que representan capacidad de importación y solo sirven para financiar importaciones (los bienes y servicios producto del trabajo, la organización y la inventiva de otros países).

En cuanto al impacto sobre los precios del aumento de producción, estos expertos hacen caso omiso de la incapacidad de los países consumidores de reducir significativamente su dependencia del petróleo a corto y mediano plazo, en buena medida debido a que los precios en términos reales no están altos, particularmente al tomar en cuenta la fuerte capacidad de compra de los usuarios.

Por otra parte, también ignoran o descartan que, cuando al sistema económico se le inyectan más recursos líquidos de origen externo de los que puede absorber productivamente, el excedente presiona sobre los precios por insuficiencia de oferta interna para satisfacer la inflada demanda monetaria. Las divisas acumuladas permiten aliviar la presión inflacionaria con importaciones, preferiblemente de bienes y servicios finales, contribuyendo a descapitalizar al país.

Como los recursos naturales de un país forman parte de su acervo de capital (o capacidad económica), la extracción de petróleo lo disminuye y a cambio el Estado recibe ingresos por la venta del petróleo en el país y el exterior. Este intercambio de petróleo por dinero tiene sentido en la medida que el producto de los ingresos se utiliza en beneficio de los actuales venezolanos consumiendo una porción, dejando el resto para crear capacidad sustitutiva del petróleo para beneficiar a los futuros venezolanos. El petróleo que se consume en el país y por el cual se obtienen bolívares podría considerarse un beneficio directo a los dueños actuales. El petróleo que se consume en el exterior y por el cual se reciben divisas sería el que debería beneficiar a los actuales y futuros dueños mediante su inversión reproductiva. De ahí la importancia de la capacidad de absorción de la economía nacional para evitar la descapitalización del país convirtiendo eficientemente las divisas en recursos productivos.

Nuestra industria petrolera utiliza muy pocos recursos nacionales como insumos para la inversión, producción y comercialización del petróleo, como lo comprueba la escasa matriz insumo/producto (muy bajos coeficientes netos de importaciones que reflejan las relaciones de compraventa entre los sectores de la economía nacional), los bajos componentes nacionales de las inversiones y de los insumos utilizados por el sector y el bajo multiplicador del sector neto de importaciones.

Estos indicadores (entre otros) comprueban que los ingresos fiscales provenientes de las divisas petroleras no tienen contrapartida nacional significativa, siendo ínfima la cuantía que podría considerarse orgánica por derivarse del propio crecimiento de la economía.

De lo anterior se desprende que cuando el gobierno introduce al sistema económico dichos ingresos por las distintas vías a su disposición, siendo la mas importante el gasto público, aumenta el dinero en circulación sin contrapartida causando presión inflacionaria en la misma medida que la oferta interna de bienes y servicios no reacciona a corto plazo y frecuentemente tampoco a mediano plazo con la eficiencia necesaria. Las importaciones entonces aumentan para satisfacer la creciente demanda interna, restringiendo (por no decir imposibilitando) el desarrollo de la oferta nacional y por tanto el crecimiento de la demanda de bienes y servicios nacionales. Dicho impacto negativo se ve agravado por los hábitos de consumo y la tecnología incorporada a los equipos de inversión y producción, ambos conformados a lo largo del tiempo con un fuerte sesgo extranjero, favoreciendo lo producido en el exterior (importaciones más baratas y de mejor calidad que lo producido en casa).

Lo lamentable es que mientras claman por recursos para dinamizar el sector petrolero, los expertos también denuncian la corrupción de los funcionarios gubernamentales, que se enriquecen a expensas de una población que en vez de verse apoyada por su gobierno para prepararse hasta poder valerse por si misma, se ve obligada a conformarse con las dádivas que le ofrece mediante el gasto de las divisas petroleras, a través de programas diseñados para satisfacer necesidades inmediatas, pero sin establecer bases para su desarrollo auto-sostenido y permanente.

Los programas son engañosos porque el gobierno mantiene el control para impedir que dicha población tome las riendas de su futuro. Con promesas facilístas de carácter colectivo, pretende evitar la creación de bases individuales sólidas conducentes a desarrollar y establecer condiciones de autonomía y libertad que les permitan decidir sus futuros por si mismos y en sus propios términos.

Dada la dependencia venezolana del petróleo, era contraproducente aumentar la producción cuando los precios estaban bajos porque aceleraba la liquidación de las reservas sin elevar significativamente el ingreso de divisas. Es mucho más contraproducente aumentarla cuando los precios están nominalmente altos debido al conocido “efecto Venezuela” (que otros prefieren llamar “enfermedad holandesa”) que es ahora crónico y anula cualquier esfuerzo auténtico de desarrollo endógeno. En ambos casos, se profundiza la descapitalización y el subdesarrollo del país, así como la dependencia de los países consumidores del petróleo, lo cual ha quedado comprobado. Venezuela es hoy más subdesarrollada y se encuentra también más descapitalizada, mientras que el mundo consumidor también es hoy más dependiente del petróleo. Pero lo que es peor, ambos agravan estos procesos – Venezuela su subdesarrollo y su descapitalización, los países consumidores su dependencia del petróleo.

En el caso venezolano, el aumento del ingreso de divisas petroleras derivado del aumento en la producción, irresponsablemente ha precipitado en el pasado y continúa precipitando en el presente el agotamiento de las reservas de petróleo junto con el despilfarro de las divisas adicionales sin producir beneficios permanentes de contrapeso. Y cuando los precios están nominalmente altos como ahora, se perjudicaría aún más la perspectiva de salir del subdesarrollo, se aceleraría la descapitalización y se incrementaría el ya exagerado desuso y malversación de las divisas obtenidas, sin reducir la dependencia del petróleo de los países consumidores ni desacelerar su empeño por reducirla a cualquier costo.

Como ejemplo del mal uso de las divisas petroleras tenemos las importaciones y donaciones con fines militares y políticos bajo falsas justificaciones y pretensiones, como si fueran propiedad privada, ya que no hay transparencia ni rendición de cuentas a los dueños, requeridas por la Constitución, las leyes y el sentido común.

Otro ejemplo lo tenemos en los trueques de petróleo por bienes y servicios, por razones evidentes. Se desconocen los términos de intercambio utilizados para el canje, los cuales tendrían que ser distintos para cada país. Es cierto que las divisas lo que ofrecen es capacidad de importación y los trueques son una forma de importar, pero los países compradores de nuestro petróleo se beneficiarían más y mejor pagando con sus propias monedas en vez de hacerlo directamente con bienes y servicios. No me parece necesario entrar a detallar las razones que llevaron a las civilizaciones pasadas a crear el medio de pago conocido como dinero, para desarrollar el intercambio de bienes y servicios, y con ello el crecimiento económico, en vez de continuar con el viejo sistema de trueque. Pero lo más resaltante por insólito es la actitud y el comportamiento del Presidente Chávez, disponiendo de las divisas pertenecientes a la ciudadanía como si fueran de su propiedad, sin rendir cuentas, tal cual lo hacen los monarcas petroleros.

Dependencia del petróleo

Pareciera que muchos venezolanos todavía creen en la fantasía de la sustitución del petróleo como la fuente principal de la energía que consume el mundo por otras fuentes a corto o mediano plazo (de 5 a 15 años). Sin embargo, la realidad es otra, no porque no existan sustitutos o porque sus costos sean muy altos, sino porque las cantidades necesarias son tan grandes que los hacen inviables física y técnicamente. Limito mi comentario al caso del etanol producido con maíz porque es el que más esperanzas esta dando y por tanto es el más discutido en EUA, el mayor consumidor de energía del mundo, pero también porque el carbón, considerado otro posible sustituto, tiene tantos problemas que suscita demasiadas controversias.

La producción de etanol con maíz como sustituto de la gasolina no es una solución viable, según los expertos James Jordan y James Powell del Centro de Investigaciones Maglev de la Universidad Politécnica de Nueva Cork (Washington Post del 2-7-6). Si la totalidad de las tierras agrícolas en EUA, unas 120 millones de hectáreas, se dedicaran a producir maíz para obtener etanol, apenas alcanzarían a cubrir el 15% del consumo actual de 642,6 mil millones de litros de gasolina y diesel, requiriéndose 15,12 litros de etanol de maíz por 1 litro de gasolina y estimándose un rendimiento promedio de 3.647,7 litros por hectárea. Por lo tanto, el 85% del consumo, o sea 544,32 mil millones de litros, tendrían que importarse en su gran mayoría, por cuanto las demás fuentes disponibles apenas podrían cubrir una fracción insignificante.

[He convertido los galones, acres y millas en litros, hectáreas y kilómetros]

Si en vez de usar el maíz directamente, se utilizaran los desperdicios de maíz que hoy se usan para re-fertilizar las tierras, como argumentan algunos, los expertos citados indican que, no obstante ser mas eficientes que el mismo maíz, apenas se lograría producir el equivalente de 19 mil millones de litros de gasolina anualmente (3% del consumo actual) y las tierras sufrirían por falta de re-fertilización.

La utilización de otros productos agrícolas como tercera alternativa tampoco resolvería el problema, según estos expertos, ya que aún si se pudiera utilizar todas las tierras agrícolas del país (las 120 millones de hectáreas) y además asegurar que el rendimiento por hectárea fuese el triple del maíz con valor energético el doble del maíz, apenas se llegaría abastecer un 90% del consumo actual, el cual se proyecta duplicar para el año 2020.

Finalmente, algunos estudiosos argumentan que los productos agrícolas requieren mucha energía para convertirlos en alcohol, concluyendo que su valor energético neto es realmente negativo. Es decir, se consume más energía de la que se obtiene.

En cuanto al caso brasileño que suele citarse por su gran éxito, hay que tener en cuenta que su consumo anual de gasolina y diesel es de apenas 38 mil millones de litros, frente a los 642,6 mil millones de EUA, siendo también incomparables sus respectivas necesidades en función de las vías pavimentadas – Brasil con unos 110 mil kilómetros en comparación con los 7 millones de EUA. Además, la caña de azúcar tiene mayor valor energético que el maíz y Brasil ya produce más de 300 millones de toneladas anualmente y todavía le queda mucha tierra ociosa, aparte de la que se utiliza para el café y otros productos de exportación y consumo interno.

En resumen, es razonable concluir con certeza que la dependencia del petróleo convencional continuará siendo significativa por muchos años y la manera más efectiva de mitigarla sería conteniendo la demanda con medidas destinadas a modificar drásticamente los hábitos del consumo energético, tales como las modalidades actuales de transporte y vivienda, entre otros, hasta tanto se logren niveles de producción aceptables del petróleo extra-pesado y contaminante proveniente de fuentes como las arenas de Alberta en Canadá y el bitumen del río Orinoco en Venezuela.

Hugo Chávez y Juan Pablo Pérez Alfonzo

Sin embargo, considero más importante que lo anterior tomar conciencia del mal que el gobierno y particularmente el Presidente Chávez, le están haciendo a los venezolanos reviviendo y actualizando los falsos conceptos que ha venido encubriendo por años el manoseado lema de la siembra del petróleo y al inventar su supuesta coincidencia con los postulados fundamentales de la obra y del pensamiento que nos legara Juan Pablo Pérez Alfonzo.

En cuanto a la pretendida siembra del petróleo, los chavistas muestran ser tan contumaces como los políticos de la IV República a quienes tanto acusan y critican. No han sabido, ni querido, aprender las lecciones del pasado y están tan ofuscados como esos otros criollos (oligarcas y sindicalistas, empresarios y trabajadores, técnicos y profesionales, adecos, copeyanos y masistas) que gobernaron al país antes de ellos.

El petróleo no se ha podido sembrar, como muchos literalmente entienden, porque prácticamente todo es exportado y canjeado por divisas que recibe el gobierno como administrador del recurso natural, propiedad de la colectividad. Como representan poder de compra en el exterior (esto es, capacidad para financiar importaciones), una gran parte de las divisas han sido convertidas en bienes y servicios finales producidos por otros países, por lo cual en todo caso, la siembra de nuestro petróleo ha tenido lugar en esos países y no en el nuestro. No hay que ignorar, sin embargo, que otra porción importante de dichas divisas se ha despilfarrado y por tanto, perdido por ineficiencias y corrupción, quedando muy poco o nada para la tan esperada siembra. Lo lamentable es que bajo el gobierno actual, las divisas petroleras continúan despilfarrándose en bienes y servicios finales importados, ineficiencias y corrupción, con los mismos resultados de años anteriores.

En consecuencia, la única siembra posible de divisas, para hacer honor al lema, habría sido la que permitiera la conversión de lo importado en capacidad productiva, lo cual sería insignificante en el caso venezolano actual (y pasado) y se requiere un largo proceso para ampliar dicha capacidad de conversión. La mayor parte de las importaciones son productos finales para la satisfacción directa de los consumidores o para incorporarse a la producción y a la formación de capital.

Las conversiones posibles se ven obstaculizadas y hasta imposibilitadas cuando hay exceso de divisas a disposición de la economía. Por ejemplo, en la educación, la salud, y gran parte de la construcción de vivienda y de la producción de alimentos y de muchos bienes de consumo, se requieren convertir muy pocas divisas y se pueden utilizar tecnologías propias. Sin embargo, cuando las divisas disponibles son excesivas, se producen distorsiones en las relaciones de producción, en los patrones de consumo, en las políticas gubernamentales y hasta en las relaciones y los valores humanos, que favorecen las importaciones y cercenan o impiden el desarrollo autóctono, endógeno e independiente.

Cuando sobreabundan las divisas, se hace más fácil y hasta más barato recurrir a la llamada agricultura de puertos (importación) que al riesgoso y arduo cultivo del suelo nacional (producción). Se generan perniciosos efectos en la esfera del comercio y la producción, como también en aspectos cualitativos del desarrollo social y los valores humanos, como facilísmo y negligencia, abuso de poder y corrupción, clientelismo y subordinación. Un perverso marco institucional, social y político. Al advertir tales resultados, Juan Pablo Pérez Alfonzo calificó atinadamente al petróleo como “excremento del diablo”, por su impactante subversión del desarrollo humano y el bienestar nacional. Recomiendo la lectura de su libro, “Hundiéndonos en el Excremento del Diablo”.

En resumen, la política petrolera para el país debería perseguir la adecuación del flujo de divisas a las necesidades de consumo y producción en cada etapa del desarrollo nacional, maximizando el rendimiento financiero del petróleo y al mismo tiempo minimizando su agotamiento innecesario.

El verdadero desarrollo es el desarrollo orgánico y auto-sostenido que no requiere grandes cantidades de divisas (importaciones) en sus comienzos. Las grandes necesidades de divisas para financiar importaciones surgen cuando dicho desarrollo madura, en el sentido de haber establecido condiciones de auto-sostenimiento que se pueden verificar (neto de importaciones) con una matriz insumo-producto robusteciéndose, coeficientes capital-producto en crecimiento y presencia significativa de servicios de alta tecnología y complejidad.

En cuanto a la presunta identificación del Presidente Chávez con las ideas y los planteamientos de Juan Pablo Pérez Alfonzo, no pasa de ser un engaño, ingenuo o malintencionado, con el cual pretende legitimar su propia política petrolera y gestión de gobierno al imposible amparo en la memoria, la obra, la conducta ejemplar y los pronunciamientos certeros del Padre de la OPEP.

Si bien es cierto que este gobierno acertadamente restableció en el país y la OPEP la política petrolera de defensa de los precios y de soberanía nacional sobre el preciado recurso energético, desinflando a PDVSA para regresarla al ámbito del interés nacional, Juan Pablo Pérez Alfonzo de ninguna manera aprobaría el mal y corrupto uso que se ha venido haciendo de las divisas petroleras. Fue un demócrata que criticó a Presidentes con quienes convivió por el excesivo presidencialismo de sus gestiones y por su terquedad ofuscada respecto a la siembra del petróleo (entre otras razones), pero sería tajantemente más duro y severo en sus críticas al Presidente Chávez, rechazando además su creciente e intolerable autoritarismo y centralización del poder, su burla de la democracia que predicaba antes de llegar a la presidencia, su falta de transparencia y rendición de cuentas y por la manera engañosa con que pretende sacar al pueblo venezolano de su miseria material, moral e intelectual (también entre otras razones).

Juan Pablo Pérez Alfonzo fue y sigue siendo un bastión de integridad y rectitud en nuestro país. Frente a las añagazas de Chávez en sus interminables peroratas, basta con releer las famosas ruedas de prensa de Juan Pablo Pérez Alfonzo y los serios planteamientos de sus libros para establecer un concluyente contraste entre ambos personajes. El Presidente Chávez podrá alegar cuanto se le ocurra cada vez que le hable al pueblo venezolano, pero la realidad de los hechos no podrá ocultarla ni manipularla en cuanto a Juan Pablo Pérez Alfonzo se refiere.

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