Economía

Socialismo en apuros

La cuestión económica no ha quedado totalmente arropada por el enorme despliegue mediático en torno al tema de la salud del Presidente. Lo más inquietante, en esta otra dimensión del drama nacional, ha sido el repunte inflacionario, el visible agotamiento de artículos de consumo en anaqueles de los mercados y, como nota especial, la espiral alcista en los precios de los vehículos y repuestos. Las causas de estos fenómenos son conocidas: gruesa brecha fiscal, insuficiente provisión de divisas, y la precaria situación en muchos rubros nacionales de origen agropecuario.

Mas en el fondo, no obstante, se encuentra el laberíntico sistema de regulaciones de diverso tipo que condicionan al aparato productivo y comercial de tal forma que inhiben la inversión, restringen el aprovechamiento de las capacidades instaladas de operación y castigan la productividad. Y en estrecha conexión con este marco regulatorio que resta oxígeno a las dinámicas económicas, se encuentra el progresivo avance del socialismo como modelo a imponer.

En efecto, el Gobierno tiene años achicando el peso de la economía privada en el país, tanto por las expropiaciones forzosas de importantes establecimientos en casi todo sector como por el afán de acosar de múltiples maneras a los segmentos en que todavía se mantiene algún tipo importante de actividad privada. Amenazas de expropiación, competencia ventajista desde empresas públicas y un entramado de controles asfixiantes han, de hecho, amarrado la capacidad operacional de empresas, a pesar de las aptitudes adaptativas que se le reconocen a las unidades económicas capitalistas.

El Gobierno se ha encontrado a sí mismo jugando a la defensiva en este inicio del año 2013, frente a tendencias fiscales, monetarias y cambiarias rápidamente en evolución, y al deterioro de la capacidad de compra de las mayorías que surge amenazante para el futuro cercano, ante lo cual los controles económicos, más que inefectivos, se han convertido en factor concomitante de primer orden en los problemas actuales. Algo al respecto parece haber intuido alguien en las altas esferas oficiales, que llevó a la reciente suspensión de todo tipo de restricciones existentes al transporte ve-hicular de mercancías como para tratar de aliviar los problemas de desabastecimiento y otros cuellos de botella en la distribución de bienes y provisión de servicios.

Ya a fines del año pasado, uno de los jefes de la política económica había planteado la necesidad de dejar de regalar y subsidiar, y de establecer precios que reflejen las realidades de escasez relativa, para cubrir déficit del Gobierno y las pérdidas cuantiosas de numerosas empresas públicas, aunque hasta el momento no se ha observado ningún cambio concreto en este terreno. Pero el anuncio de «medidas» económicas está en el aire.

No es con más socialismo que se van a superar los problemas de la coyuntura y de la estructura económica. Al contrario, el Gobierno debe entrar en un compás de desregulación progresiva del sistema económico y de hacer valer el cálculo económico tanto en lo macro como en lo micro. También debería «des-socializar» empresas que no han podido ser gerenciadas ni para arrojar incluso un mínimo rendimiento. No puede exagerarse la celeridad con que estos ajustes de rumbo son necesarios.

 

 

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