Economía

Soluciones forzadas a la crisis venezolana

Disculpen el atraso de varias semanas en mis artículos, pero tuve un
accidente de tránsito que me impidió escribir por prescripción médica (el
hombro y brazo derechos salieron lesionados). Pero ya estamos de nuevo
aquí, y aunque no seré extenso (todavía no debo abusar), estamos obligados
a tocar el tema de las medidas económicas ocurridas en Venezuela en ese
período, y que en apreciación de muchos (no sólo mía), eran medidas
forzadas porque no había salidas. Es más, estaban previstas desde 1996 y no desde ahora. Veamos.

No es muy correcto personalizar las políticas económicas, y menos cuando
han sido aplicadas por varios personajes y en dos gobiernos de aparente signos
distintos, pero en 1996 vino a aplicarse una ideología (aún muy enraizada
en la burocracia del Banco Central de Venezuela, y en algunos círculos
académicos) que pregonaba el anclaje cambiario para controlar la inflación.

El extremo de esta ideología era el modelo de «caja de conversión»
aplicado en Argentina. Sus figuras más representativas (entre los que llegaron a
ocupar altos cargos gubernamentales) aquí en Venezuela son Asdrúbal Baptista, Antonio Casas González, Teodoro Petkoff y Jorge Giordani.

Reiteramos que no es correcto ni generalizar ni personalizar, pero no
estamos lejos de la realidad si afirmamos que desde abril de 1996 hasta
mayo de 2002 (con un adelanto en febrero) se mantuvo, a grosso modo, la misma
política económica, a pesar de los cambios de gobierno y de la aversión
personal que puedan sentir unos contra otros.

Su caída era previsible, y solamente era cuestión de tiempo, esperar para
verla. Inclusive, estuvimos quienes ofrecimos apostar públicamente sobre
ese tema (lástima que no encontré a nadie dispuesto a hacerlo; al menos
mis artículos están cayendo en buenas manos, modestia aparte), y hoy podemos
decir que fuimos reivindicados. No faltaron quienes, creyéndose dueños de
la verdad, nos dirigieron malos comentarios, pero hemos sobrevivido.

¿Qué por qué se predijo su caída? Ningún esquema de tipo de cambio fijo
ha sido duradero ni infinito. En el mejor de los casos habrá durado algunas
décadas, pero ninguno ha alcanzado el siglo, y menos, la eternidad. En el
caso venezolano, duró 6 años el cambio semifijo controlado, lo cual es
apreciable, pero le dejó un grave daño al país. Estoy seguro que, si
hubiera un cambio libre y flexible, y si se hubiera aceptado la realidad a
tiempo (digamos, hace 4 ó 2 años), las reservas internacionales netas
fácilmente superarían en la actualidad los 20 millardos de dólares, habría
menos importaciones, la producción nacional no hubiera disminuido, y
habría ás empleo.

No es que estaríamos en el paraíso, porque aquí en Venezuela hay una manía
a criticar mortalmente al gobierno de turno (ahora mucho más que antes, pero
no es la primera vez), y tal vez lo hubiéramos hecho fracasar. Inclusive,
llegó a crearse una matriz de opinión favorable a la caja de conversión, y
estuvimos a punto de caer en ese abismo; si se hubiera hecho un referéndum
en ese momento, hubiera ganado la alternativa que nos hubiera liquidado
colectivamente, pero lo cierto es que nos salvamos.

Un esquema cambiario como el que estuvo vigente hasta hace pocos meses es
muy restrictivo para el país, especialmente para las finanzas públicas.

Sin alternativas

Si buscamos los libros de texto de economía (que parece que muchos
«analistas» nunca leyeron) más usados, conseguiremos que, cuando hay
déficit fiscal hay tres maneras de cubrirlo: 1) aumentando la recaudación de
impuestos; 2) endeudándose; y 3) liquidando activos. Hay una cuarta que
no recomiendan, pero que existe, y particularmente yo la prefiero a la
segunda: la maquinita de dinero, que en el caso específico de Venezuela se puede
poner en funcionamiento depreciando el signo monetario (porque el gobierno
venezolano obtiene altos ingresos en divisas producto de las exportaciones
petroleras, situación que no tienen en Argentina, por ejemplo).

Pues el nuevo gabinete económico ha seguido exactamente lo que dicen los libros, y no se ha puesto a inventar injertos como hicieron en Argentina.

Aquellos que piden otro tipo de soluciones lo hacen por dos razones: 1)
no saben nada de economía ni de gobierno; y 2) de mala fe, o sea, criticar
para buscar algún interés oculto. La magia no existe en materia económica, al
igual que en la física. Yo también estoy sin alternativas, y el dolor del hombro me obliga a detenerme aquí.

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