Economía

Tiempo de repensar radicalmente el tema petrolero y energético

(Documento referencial de trabajo preparado para el Seminario Internacional sobre
«Nuevas Tendencias Mundiales y el Futuro del Petróleo y la Energía»,
a celebrarse en Caracas del 13 al 14 de Junio del 2000)

Las aseveraciones que hacemos en el presente trabajo se fundamentan en el trabajo de investigación conceptual y de campo de varios años que sobre la temática petrolera y energética, en sentido amplio, ha desarrollado el autor; así como en fuentes bibliográficas como las expuestas al final del trabajo; y en conversaciones, a nivel internacional, con un variado y calificado conjunto de personalidades relacionadas con la referida temática.

A pesar de todos los soportes anteriores, en vista del alcance y dinamismo de la temática tratada, el estudio es presentado como un Documento de Trabajo para la discusión, más en función de sus «ideas-fuerza» principales que de pormenores técnicos susceptibles a ser mejorados o corregidos.

No hay duda que hemos sido y seguimos siendo un país petrolero, con todas las virtudes y vicios que ello ha significado, con la particularidad de tener la industria de hidrocarburos en manos del Estado. Pero sí bien ello nos puede, comprensiblemente, inducir a defender al máximo los intereses del negocio petrolero, ello también tiene que hacernos estar extremadamente alertas a los grandes cambios en el mundo externo, y, en particular, en los mercados de los cuales dependemos tanto para la venta de nuestro petróleo; en función de los mas altos intereses de nuestro país y el mundo, que son los únicos que pueden tener sentido de permanencia. En el fondo, esto último es lo que invoca el presente trabajo, al plantear una discusión y un camino que no pueden eludirse mas en nuestro país y en los otros países monoproductores de petróleo, y de lo cual podría depender nuestro futuro.

El futuro del petróleo y la energía:
Tiempo de pensar radicalmente el tema petrolero y energético

Lo proyectado según las estimaciones convencionales

Con base en la extrapolación de las actuales tendencias convencionales, el futuro del petróleo como fuente de energía relevante y gran fuente de ingresos pareciera aún bastante seguro por un buen tiempo. El apetito del mundo por energía parece insaciable y en gran crecimiento. Según las proyecciones de la Agencia Internacional de Energía (AIE), en los próximos 20 años, teniendo como base el previsto crecimiento de la economía mundial y, en especial, los mercados en los países del Sur, se estima que el consumo de energía aumentaría en un colosal 60%. De tal aumento, el petróleo habría de beneficiarse con la tajada mayor, teniendo en cuenta la hegemonía que aún ostenta en el consumo energético: 34% de éste es aún atendido por el petróleo. Para completar el cuadro, estudios geológicos calificados están prediciendo que para algún momento de la segunda década del nuevo siglo, la producción mundial de petróleo podría alcanzar su cúspide, para luego empezar a declinar, en vista de la tendencia al agotamiento de los yacimientos. De allí el frecuente aserto en el medio petrolero de que: «el problema del futuro no será por escasez de demanda sino de petróleo» -aserto voceado por todo el mundo petrolero convencional, incluyendo nuestros propios petroleros, para justificar la continuación de inversiones y expectativas favorables en el sector petrolero.

Pero… ¿qué tal si otras tendencias en el ámbito menos convencional, de muy reciente data o de actual irrupción luego de una larga maduración, cuestionaran radicalmente la expuesta «sabiduría convencional», y nos delinearan, más bien, un escenario alternativo muy distinto? Un escenario que nos hablara de la posibilidad de una gran caída de la demanda petrolera en un futuro próximo y la pronta entrada en escena de un conjunto de fuentes de energía nuevas o alternativas capaces de defenestrar la hegemonía del petróleo?

A nuestro modo de ver, y en base a profusa creciente evidencia, este último escenario tiene posibilidades que es imperativo analizar en forma seria, oportuna y responsable; sobre todo teniendo en cuenta la crucial forma en que nuestra suerte nacional depende del petróleo.

Un impresionante conjunto de factores abonan este último escenario. A continuación, una sucinta síntesis de los mismos.

Lo proyectado según los nuevos factores de cambio
Factores ambientales y de salud

Problemas como el calentamiento del planeta (con todas sus múltiples secuelas; incluyendo, cada vez con mayor frecuencia, grandes devastadores fenómenos naturales), así como la contaminación y destrucción del medio ambiente, han convertido al factor ambiental en el de mayor presión en favor del escenario alternativo aludido, teniendo en cuenta la responsabilidad que ha tenido el paradigma petrolero y de los combustibles fósiles en la mencionada problemática.

Lo ocurrido con el tema del calentamiento climático es muy revelador. Como se recordará, hace apenas unos tres años, los principales países industrializados y su gran industria petrolera y automovilística, se resistían a reconocer la validez del problema y, aún mucho más, a admitir cambios significativos en sus políticas, a fin de enfrentarlo tal como abogaba la Cumbre de la ONU en Kyoto. Los acuerdos de esta última, incluso, fueron calificados por una coalición empresarial internacional que incluía a todas las grandes transnacionales del petróleo, como «desastrosos» para el crecimiento económico y precipitadores de «masivo» desempleo. Hoy en día, la situación ha cambiado drásticamente. Todos los gobiernos de los países industrializados han admitido que el problema del calentamiento del planeta es grave y que hacen falta cambios de políticas estructurales para atenderlo (incluso el consenso ahora tiende a ser que los acuerdos y metas de Kyoto se han quedado muy cortos). Entre los más recientes y elocuentes testimonios en este sentido, se encuentra la siguiente declaración conjunta que, en diciembre del año pasado, hicieron los jefes de las agencias meteorológicas/atmosféricas de Estados Unidos y el Reino Unido: «Nuestros últimos datos y análisis nos indican que estamos enfrentando a una situación crítica. Ignorar el cambio climático, sin duda, sería la más costosa de todas las opciones, para nosotros y nuestros descendientes». Del lado corporativo privado, la última cumbre anual de Davos, el connotado foro que reúne la crema y nata del mundo corporativo internacional, ha declarado al problema del cambio climático como «el más serio de los que confronta el mundo «. Ante todo lo anterior, la coalición empresarial anti-Kyoto se ha derrumbado; incluyendo la temprana deserción de empresas como la Shell y BP-Amoco. La Exxon, que ha probado ser más conservadora y recalcitrante, aún se mantiene en ella.

Por otro lado, el último informe de proyecciones del Departamento de Energía del gobierno de los Estados Unidos ha admitido que la inexorable implementación de los acuerdos de Kyoto habrá de tener: «profundos efectos en el uso de la energía en el mundo industrializado» (subrayado nuestro). Medidas como impuestos ecológicos para ir desalentando la producción y el consumo del petróleo y otros combustibles fósiles, e incentivos para aumentar la producción y el consumo de fuentes de energía más limpias, empiezan a ser más aceptables y populares en el mundo industrializado.

Desde nuestra condición particular de país del Sur, a pesar de nuestra relativamente baja industrialización y nuestra interesada condición de país petrolero, la legitimidad del factor ambiental no nos puede, de ninguna manera, ser ajena; a pesar de las voces conservadoras, interesadas o ignorantes, que aún se empeñan en presentar al tema ambiental como un tema «exógeno» o «importado del Norte. El catastrófico desastre de Vargas, que costó la vida a decenas de miles de venezolanos, según algunos analistas probablemente estuvo ligado a la fenomenología derivada del calentamiento del planeta. Lo mismo se ha señalado en relación a otros sucesos en nuestra Región tal como el mega huracán Mitch. Por otro lado, es obligante contabilizar el grave daño causado por la explotación petrolera a valiosos ecosistemas tropicales en nuestro país como la Cuenca del Lago de Maracaibo y sus amenazas al Delta del Orinoco, la masiva contaminación de acuíferos en las zonas petroleras, y los aún más patentes fenómenos de calentamiento a nivel local en vista de la contaminación, congestión y destrucción de recursos naturales en dicho ámbito; para no hablar de todos los problemas de contaminación que ha generado la civilización del petróleo en el ámbito del consumo. El problema ambiental en torno al petróleo es mucho más amplio que el tema del calentamiento global preconizado en Kyoto. Por otra parte, en materia ambiental hay una responsabilidad con la comunidad internacional y el planeta a la cual, como país petrolero, tampoco podemos ser ajenos, por una cuestión de ética, solidaridad, y sentido político.

Si el petróleo fuera a ser defenestrado como combustible, por convertirse en “villano ecológico”, ¿sería posible emplearlo en otro uso aceptable y lucrativo? Algunos, y en particular los afectos al petróleo, se han tornado hacia la industria petroquímica como una salida: industria capaz de producir una multitud de sustancias químicas para la confección de numerosas materias primas industriales o productos de consumo final. Sin embargo, la industria petroquímica también está siendo señalada como fuente de serios problemas contaminantes y daños a la salud. No se trata solamente de los evidentes efectos de sus residuos industriales, como los desechos tóxicos vertidos por la Petroquímica del Tablazo en el Lago de Maracaibo o su contaminación atmosférica del aire que cubre a la capital del Zulia. Efectos de novel concientización o documentación como los efectos desquiciantes hormonales están motivando hoy una creciente atención internacional. Un reciente libro con el apocalíptico título: Nuestro Futuro Robado, cuya autoría corresponde a la respetada bióloga norteamericana Theo Colborn y prologado por el vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, denuncia la gravedad y alcance global de tales efectos y sentencia a la industria química como irresponsable por haber sometido a la humanidad y al planeta a los efectos de miles de productos químicos dañinos o riesgosos. Según Colborn, 95% de las sustancias químicas acusadas son de origen petroquímico (¡). Productos petroquímicos como el plástico PVC ya están siendo prohibidos en distintos países, por sus efectos dañinos o riesgosos. Todo lo anterior debe mover a reflexión con respecto a los grandes planes de expansión de nuestra industria petroquímica en nuestro país que comprenden, incluso, la considerable expansión de la producción de productos como el PVC.

La creciente concientización sobre los daños a la salud por efectos de la contaminación petrolera y petroquímica, a partír de fuentes como la contaminación del tráfico vehicular, desechos industriales, utilización de productos de consumo final, y daños ocupacionales a los trabajadores petroleros y petroquímicos; daños todos de efectos que pueden ser tóxicos, cancerígenos, o desquiciantes hormonales, no puede tampoco ser desestimada como factor amenazante de la estabilidad y futuro de la industria petrolera y petroquímica. Un fenómeno similar, incluyendo argumentos de ocultamiento culposo de información, ha precipitado ya en Estados Unidos la caída de la antes poderosísima industria tabacalera, acosada hoy por multibillonarias demandas por pago de daños; suceso que ha tenido repercusiones mundiales en cuanto al futuro de dicha industria.

Los sectores más esclarecidos de la propia industria petrolera mundial, se han percatado ya de la enorme importancia que el tema ambiental ha cobrado para las opiniones públicas. La siguiente declaración del Director Gerente de la Shell International, Phill Watts, es muy reveladora: “Las compañías Shell han contratado investigaciones de opinión pública a nivel mundial. Cada encuesta nos dice que las personas ven al ambiente como el asunto más crítico que enfrenta nuestra industria. Sería tonto ignorar tales preocupaciones”.

Hasta los sindicatos en el Norte, dependientes de la industria petrolera, tradicionalmente recelosos del tema ambiental por la forma en que las corporaciones lo han manipulado en el pasado, en función de supuestas amenazas a la pérdida de negocios y empleos, hoy en día están adhiriéndose activamente a la causa ambientalista. Reveladora es la siguiente declaración de la Confederación de Trabajadores del Transporte, Industria Automotora y Aeroespacial de Canadá: “Queremos conservar empleos útiles y fabricar productos que beneficien a la sociedad y no que dañen a la sociedad. Exigimos que las corporaciones para las cuales trabajamos produzcan, mantengan u operen productos social y ambientalmente responsables, así como protejan el ambiente en que vivimos. Ello asegurará la viabilidad de la industria canadiense del transporte, haciendo a nuestros empleos seguros”.

Compárese toda la relevancia anterior del tema petrolero ambiental con el enorme rezago sobre el mismo que hemos tenido en Venezuela, por las vendas que nos ha puesto la industria petrolera y el torrente de dinero petrolero del cual todos hemos vivido. PDVSA no sólo participó de los conciliábulos internacionales petroleros anti-Kyoto, sino que hasta imprimió “folletos de educación petrolera”, repartidos por centenares de miles en todo el país, en los cuales desestimaba la relevancia del tema ambiental y tendía a descalificar, asimismo, la importancia de las fuentes alternas de energía y la capacidad de éstas para desplazar al petróleo. La actual directiva de PDVSA, parece haber comenzado a enmendar tan insensibles e insensatas posiciones. Los sindicatos petroleros en nuestro país se han aferrado ciegamente a la presión y el chantaje para que persistan, a todo trance, los planes de expansión petrolera y el mantenimiento de sus empleos, sin ninguna consideración por lo que está pasando en el mundo que nos rodea.

Factores tecnológicos

La exacta ponderación de la incidencia de este factor es más compleja, en vista de sus distintas ramificaciones. Sin embargo, en poco tiempo podría convertirse en un factor catalítico de cambio aún más formidable que el ambiental. El actual avance tecnológico afecta al mercado energético tanto por el lado de la demanda como el lado de la oferta. Por el lado de la demanda, la tecnología electrónica, y la altísima medida en que los sistemas de producción han llegado a depender de la misma para el control y la planificación, han hecho que la disponibilidad de energía ininterrumpible (de la cual dependen tanto, sistemas como la computación) sea más importante que nunca, lo que se ve más garantizado por las conceptualmente inagotables y más descentralizadas energías renovables que por los agotables y centralizados sistemas de producción característicos de los combustibles fósiles.

Por otro lado, la misma tecnología electrónica al permitir el diseño de sistemas de distribución de energía mas «focalizados» a los requerimientos de la demanda, la revolución de las telecomunicaciones (con tecnologías como la de internet, a su vez muy propulsada por la electrónica), y la disponibilidad de materiales más livianos o facilitadores de un mayor rendimiento energético, han contribuido a una mayor eficiencia en el uso de la energía, así como a su ahorro por suplantación de necesidades de transporte (en tendencia, por ese lado, a la disminución del consumo).

Nuevos avances a partir de la biotecnológía y el procesamiento de materias primas vegetales, están permitiendo contar con nuevos agentes biocatalizadores como enzimas, levaduras y bacterias, que ampliarían sustancialmente la capacidad de producir energía a partir de la biomasa; materia prima particularmente abundante en el pletórico mundo tropical. A título de ejemplo, en nuestro país el aprovechamiento de la gran cantidad de bora generada en el Caño Mánamo de Delta Amacuro o el Lago de Valencia, por la intervención humana, sería un gran recurso para el aprovechamiento energético, vía producción de gas a partir de la biodigestión; al tiempo que se eliminaría una obstrucción indeseable para el flujo hidrológico. Hasta una personalidad como James Woolsey, ex director de la CIA, ha estado propugnando, para su país, Estados Unidos, el uso masivo de la biomasa como fórmula para romper con lo que él llama la “dependencia petrolera de Estados Unidos del conjunto de gobernantes autócratas y depredadores del Medio Oriente”.

Los avances en el diseño y entrada al mercado de automóviles «híbridos» como el exitoso modelo Prius de Toyota (propulsados por electricidad y petróleo según estén en la ciudad o en la carretera), automóviles eléctricos, o propulsados por aire comprimido; así como el diseño de nuevos sistemas de almacenamiento energético como las flywheels; están promoviendo el uso mucho mayor de otras fuentes de combustible y/o la eficiencia energética; ambas cosas en detrimento de la demanda de petróleo.

Pero, es en el campo de la oferta de energía en que el avance tecnológico está teniendo sus manifestaciones más destacadas y decisivas en la actualidad. El avance tecnológico ha contribuido a abaratar sensiblemente los costos de producción y la eficiencia de equipos de energías alternativas ya conocidos, como son los molinos de viento y las células fotovoltaicas. Así, en los últimos 20 años, los costos de generación de energía eólica y solar han descendido en más del 100%. Las lámparas fluorescentes, capaces de funcionar con 1/4 de la energía de las lámparas incandescentes, se han complementado muy bien con los anteriores equipos en materia del abaratamiento de costos y eficiencia energética.

Y, como prominente desarrollo revolucionario, están las celdas de combustible que prometen reemplazar al motor de combustión, y catapultar el uso de las nuevas energías -tal como el motor de combustión lo hiciera con el petróleo a principios de siglo. Las celdas de combustible se basan en un proceso electroquímico que combina hidrógeno con oxígeno para generar electricidad, y vapor de agua como residuo. La materia básica del proceso es el hidrógeno, gas virtualmente de ilimitada disponibilidad universal; hoy fácilmente obtenible de fuentes como el gas natural, y, en un futuro, a ser obtenible de una fuente de más fácil acceso y más limpia: el agua (a través de sus electrólisis). Las celdas de combustible son dos veces más eficientes que los motores de combustión, no requieren de piezas móviles (son modulares), son silenciosas, requieren de poco mantenimiento, y como emisión sólo producen vapor de agua («cero emisión», la ideal calificación a la luz de los acuerdos de Kyoto). Una pequeña celda de combustible podría ser capaz de propulsar un automóvil o servir de planta eléctrica autónoma para abastecer una casa u oficina. Aunque todavía más costosos que los sistemas de motores de combustión, los sistemas de celdas de combustión están sufriendo un vertiginoso descenso en sus costos, gracias a la carrera tecnológica para abaratarlos a fin de facilitar su producción y comercialización en masa, suceso que sus abanderados estiman podría darse en un futuro muy próximo: hacia el año 2004.

Como muestra de la acelerada expansión de las energías alternativas, cabe señalar que durante la década pasada el crecimiento interanual del consumo de algunas de ellas fue muy alto. Las siguientes cifras son elocuentes: Viento: 22% de crecimiento anual; solar: 16%; geotérmica: 14%. Compárese ello con un escuálido 2% para el petróleo, y un dramático 0% para el carbón. El gas natural cobraría una mayor popularidad durante la vislumbrada transición por su combustión relativamente mas limpio que el petróleo (aunque no necesariamente lo mismo con su producción), y su potencial uso para la generación de un nuevo combustible como el hidrogeno mientras se desarrollan otras fuentes del mismo más cónsonas con el nuevo paradigma. No sorprende, pues, que la conservadora pero siempre bien informada revista inglesa The Economist reseñara recientemente a las acciones de la industria petrolera como las de peores ganancias durante la década pasada, entre todos los sectores industriales principales, en un artículo con aire de requiem titulado “La gran industria petrolera en grandes problemas”, en el cual califica a ésta como “dinosaurio”. (¡)

A pesar de sus contradicciones y limitaciones, la industria petrolera ha comenzado una pelea titánica para sobrevivir, que comprende una ola de megafusiones sin precedentes (Exxon-Mobil, BP-Amoco, etc) y su intento de conversión a una industria de varias fuentes de energía y sensibilidad ecológica.

Factores corporativos, de inversión y económicos

Muy revelador de la magnitud de los cambios que podríamos estar confrontando es presenciar como corporaciones con intereses creados en el «viejo orden», y que incluso en el pasado resistieron u obstruyeron los cambios, ahora se precipitan a ser partícipes en lo nuevo. La Shell y BP-Amoco, por ejemplo, se han declarado ya «corporaciones energéticas verdes» (“energéticas” queriendo decir que ya su negocio no es sólo el petróleo; y “verdes”, porque están comprometidas con la onda ecológica). En respaldo concreto de lo anterior, Shell está manejando como escenario que para el año 2050 al menos la mitad de su portafolio de inversiones estaría en las nuevas energías renovables, vislumbrando en sus cálculos que para el 2020 las energías renovables serían plenamente competitivas frente a las convencionales. Aún más, Shell ha creado ya una subsidiaria llamada «Shell Renovables» (exclusivamente dedicada al desarrollo de energías renovables “clásicas” como la solar y biomasa); y otra con el nombre “Shell Hidrógeno” (dedicada al desarrollo del que pareciera destinado a ser el nuevo rey de los combustibles: el hidrógeno). BP-Amoco, por su parte, ha dedicado una gran división al desarrollo de la energía solar (BP Solar), y compró la compañía Solarex; con lo cual se ha convertido en uno de los más grandes productores de paneles solares del mundo, incluyendo el plan de invertir 600 millones de dólares en una nueva mega-fábrica de paneles solares, que abarataría el precio de los paneles en 4 veces (!)

Las declaraciones del Presidente de la Petrolera ARCO (hoy parte de BP-Amoco), Michael Bowling, en febrero de 1999, son reveladoras: “Hemos entrado en el comienzo de los últimos días de la era del petróleo… Las condiciones están dadas para lo que será un vasto cambio en el patrón energético con base en un desplazamiento de los carbones hacia el hidrógeno y otras formas de energía… El dilema está claro: Abrazar el futuro y reconocer la creciente demanda por una diversa gama de nuevos combustibles o ignorar la realidad y lentamente, pero seguramente, quedar fuera del juego”. (La expresión “lentamente” es quizás obligada para no causar demasiada zozobra en las filas propias.!)

Por otra parte, los gigantes automovilísticos, Ford, por un lado, y la Daimler-Chrysler (resultante de la fusión de Mercedes Benz con Chrysler), por el otro, han invertido en la empresa Ballard (de Vancouver, Canadá), líder en el desarrollo de celdas de combustible, a fin de asegurarse la novel tecnología para el desarrollo de los nuevos vehículos. El meteórico crecimiento que está teniendo Ballard, habiendo comenzado como una pequeña firma de excéntricos ingenieros antisistema, recuerda el caso de Apple Computer o el mismo Microsoft de Bill Gates, las cuales también se elevaron hasta casi defenestrar a gigantes como IBM. De hecho, y para «poner aún más las barbas en remojo», Bill Gates también ha invertido en el negocio de la celdas de combustible (!). General Motors y Toyota, por su lado, también se han embarcado en la carrera por posicionarse en el desarrollo de las celdas de combustible. Por supuesto que toda gran revolución tecnológica que pueda ocurrir en el transporte, habrá de afectar decisivamente el consumo de petróleo, en virtud de que el transporte es su principal cliente, con un 35 % del consumo.

A pesar del empeño de las corporaciones tradicionales por no estar al margen de los cambios, una constelación de corporaciones emergentes de pequeño o mediano tamaño que están trabajando febrilmente en las nuevas tecnologías y productos, siguen teniendo la iniciativa más dinámica en el nuevo mercado energético. En el noroeste de Norteamérica, (particularmente en torno al eje Vancouver-Seattle), región que ha lanzado el reto de pretender convertirse en el «Silicon Valley» de la nueva revolución energética, están activas ya unas 300 corporaciones en áreas que van desde la investigación aplicada y consultoría hasta la producción.

Por otro lado, en el Sur, los vientos de cambio no han estado ausentes. China ha tenido gran avance en el uso del viento, el biogas, pequeñas plantas hidroeléctricas y el aprovechamiento de la energía de las mareas, incluso con tecnología propia, lo que le ha reportado un ahorro sustancial en el uso/importación de energías fósiles. China también está manufacturando, bajo contrato de empresas del Mundo Occidental, artículos de consumo final propulsados por energía solar tales como lámparas, radios y computadoras portátiles. Brasil alberga el mayor programa de energía renovable del mundo: el uso de etanol a partir de la caña de azúcar, para propulsar cerca de unos cuatro millones de vehículos. India es un gran usuario de energía eólica (el 4to en el mundo) y también produce molinos de viento, así como paneles solares. Filipinas está contratando los servicios de una empresa canadiense, Blue Energy, para aprovechar la energía de las mareas en los estrechos de su archipiélago, a través de la instalación de un sistema de modernas turbinas de bajo impacto ambiental, para una inversión de dos mil millones de dólares, lo que sería la inversión de mayor cuantía, hasta ahora, en el campo de las fuentes renovables. Costa Rica ha resuelto eliminar el uso de combustibles fósiles en su producción de energía eléctrica, para el año 2010, y ha establecido un impuesto de 15% sobre la emisión de CO2.

Hay analistas que afirman que el Sur podría hasta «quemar etapas” para posicionarse en el nuevo mercado energético y, de paso, satisfacer su creciente demanda y las particulares necesidades de sociedades demográficamente más descentralizadas. Lo anterior estaría facilitado por su menor dependencia del aparataje industrial convencional, la fluida disponibilidad de información técnica moderna (a pesar de la cruzada patentadora y privatizadora propugnada desde la OMC), y su abundancia de recursos naturales, así como de una capacidad creativa propia, tanto tradicional (pionera, por lo demás, de muchas de las hoy revaloradas fuentes alternas) como moderna. India, por ejemplo, se está convirtiendo en una potencia en «software» electrónico. El potencial inversionista de algunos países petroleros como Arabia Saudita, Kuwait y Abu Dhabi, cuyos nacionales ostentan un colosal trillón de dólares de inversión en el sistema financiero occidental, podría también jugar un papel en el desarrollo de una capacidad del Sur en las nuevas fuentes de energía (en tanto que nuevo gran negocio lucrativo).

En vista de los abundantes recursos naturales tropicales de Venezuela; materia prima muchos de ellos para las nuevas energías, así como los recursos tecnológicos y financieros de corporaciones como PDVSA, sería mucho esperar que nuestro país pudiera jugar también un papel de avanzada en la transición energética paradigmática?
Factores Políticos

La hegemonía de la industria del petróleo está lejos de haberse erigido sobre bases económicas o tecnológicas puras. Los factores políticos y la orientación de las políticas públicas tuvieron también un peso decisivo en tal proceso. No se puede olvidar la enorme influencia que tuvieron, sobre gobiernos como el de Estados Unidos, magnates como los Rockefeller, a fin de propiciar un clima favorable al crecimiento de la Industria. Decisiones políticas como la tomada por Winston Churchill en 1911, incluso con gran controversia, a fin de que toda la flota de guerra británica fuese reestructurada para propulsarse con petróleo en vez de carbón, tuvieron un efecto muy importante en la expansión de la industria petrolera (la apuesta a estar en mejor capacidad de enfrentar la vislumbrada próxima conflagración militar con Alemania resultaría, a la postre, muy bien recompensada, y la decisión británica fue un hito para que otras flotas militares y comerciales del mundo, la imitaran en pocos años). Todo el aparataje de incentivos fiscales, de inversión y subsidios, montado por el mundo industrial para favorecer la expansión de la industria petrolera, facilidades que están en el orden de centenares de miles de millones de dólares, sin duda, ha tenido una influencia decisiva en la evolución hegemónica de la industria de los hidrocarburos; para no hablar del hasta ahora sistemático desconocimiento, por parte de los gobiernos, de las “externalidades” o “efectos ajenos” de la Industria en contaminación, daños a la salud, a comunidades, etc., que rayan igualmente en los centenares de miles de millones de dólares (si es que lo monetario es suficiente para cubrir tal tipo de efectos, asumidos por la sociedad o los gobiernos). No hay duda de que si todos los incentivos anteriores fuesen levantados, o las “externalidades” de la producción y uso del petróleo fueran reconocidos, el precio de los hidrocarburos subiría considerablemente y su atractivo sería mucho menor (tal como ha ocurrido espectacularmente con la industria del tabaco, que hoy en día está, incluso, siendo forzada a pagar por los daños causados). Se ha estimado que, si se tomaran en cuenta las “externalidades” del consumo de la gasolina en Estados Unidos, por ejemplo, su precio aumentaría, por lo menos, en seis veces.

Teniendo en cuenta lo anterior, es evidente que un cambio en el clima político en sentido desalentador de la industria petrolera y a favor de otras fuentes de energía, tendría consecuencias también decisivas. Crecientes evidencias parecen configurar tal escenario.

En cuanto a Estados Unidos, todos los expuestos acicates ambientales, tecnológicos y económicos en torno al tema petrolero/energético, podrían hacerle abandonar, de una vez por todas, la tradicional preferencia de soluciones político-militares para garantizarse el suministro externo de petróleo, en favor de una política de Estado firme para la sustitución del petróleo por otras fuentes de energía. En el último mensaje anual al Congreso de su país, Clinton destacó la importancia de implementar políticas de incentivos para el desarrollo de las nuevas fuentes energéticas, como fórmula para enfrentar la dependencia energética del exterior. Su segundo al mando, Al Gore, en la actualidad el candidato de mayor opción para ser el próximo Presidente en las elecciones de noviembre próximo, ha basado su ascendencia política, en forma destacada, en su adhesión al tema ambiental. Gore ha publicado un conocido libro sobre este tema: La Tierra en Peligro, y protagonizó un prolongado enfrentamiento con la industria petrolera norteamericana por la oposición de ésta a la Cumbre de Kyoto. Por otro lado, a nivel regional, hay que destacar decisiones como la de la Legislatura de California sobre la obligación de las empresas automovilísticas de proveer “vehículos de cero emisiones”; lo que ha tenido un gran impacto en Estados Unidos, en vista de que California es el estado con mayor número per capita de automóviles en Estados Unidos, y un estado líder en ese país.

La desregulación de la industria eléctrica en Estados Unidos, y algunos países europeos, hasta ahora coto de monopolios en el paradigma petro-energético, también está teniendo un gran efecto, al permitir nuevas empresas abastecedoras con mayor capacidad o flexibilidad para basarse en las nuevas fuentes de energía.

Gobiernos como los del Reino Unido y China ya han eliminado subsidios de miles de millones de dólares a industrias de combustibles fósiles. Y países como Dinamarca, Suecia, Alemania e Italia y Costa Rica han establecido impuestos a la producción/consumo de hidrocarburos (“carbon taxes”), a fin de compensar los daños por sus “externalidades”.

Por otro lado, políticas de Estado sistemáticas como las de Dinamarca y Alemania, han puesto a los países que las están implementando a la cabeza del desarrollo de nuevas fuentes de energía. Dinamarca es el principal productor mundial de molinos de viento de alta eficiencia. Y Alemania ya ha desplazado a Estados Unidos del primer lugar en la producción de células fotovoltaicas para la generación de energía solar. La pequeña Islandia ha sorprendido al mundo con su plan de convertirse en los próximos 15 – 20 años en la primera “economía de hidrógeno” en el planeta; contando para ello con una trayectoria de investigación propia en el desarrollo de dicho recurso y en base a una alianza con Daimler Chrysler y Shell. Entre los objetivos principales del plan islandio están la conversión de su flota pesquera y sistema de transporte al uso de hidrógeno, e incluso el desarrollo de una capacidad exportadora del combustible (en enero de 1999, ya una primera estación de combustible hidrógeno para autos y camiones fue construida en Alemania, a ser surtida por Islandia).

Finalmente, hay que tener muy en cuenta la enorme fuerza política que han llegado a alcanzar en el mundo los movimientos ambientalistas o ecológicos de base y las organizaciones no gubernamentales afines en general; vale decir la fuerza de una sociedad civil que, en algunas instancias, ya se está enfrentando de “tú a tú” con los gobiernos y las corporaciones, reclamando más participación, democratización, transparencia y responsabilidad, para un bienestar con mejor calidad de vida y estabilidad; todo lo cual no ha sido “el fuerte” de la industria petrolera –por decir lo menos.

El ambientalismo fue uno de los catalizadores decisivos, sino el más decisivo, en la gestación del gran movimiento de protesta internacional contra el poder de la triada: Organización Mundial del Comercio–FMI-Banco Mundial, y su común “evangelio” globalizador; movimiento contundentemente manifestado en Seattle el año pasado (incluso con su capacidad de hacer colapsar a la Cumbre Comercial Mundial convocada por Clinton en tal ciudad) y, más recientemente, en Washington, D.C. Su poder de convocatoria ha sido tal que, en la actualidad, el movimiento ha logrado concentrar grupos tan variados como los sindicalistas (incluyendo la poderosa confederación norteamericana de trabajadores AFL-CIO, tradicionalmente alineada al Partido Demócrata), grupos de derechos humanos, de protección al consumidor, democratizantes, indigenistas, y hasta congresantes de los dos partidos del status en el Parlamento norteamericano; ampliándose, en tal proceso, la agenda del cuestionamiento. Su basamento logístico y numérico principal, si bien concentrado en el Norte, no ha carecido nunca de una importante participación del Sur. De hecho, en la inicialmente pequeña coalición de grupos que condujo a la gesta de Seattle, figuró prominentemente una ONG del Sur: la Third World Network (TWN) (Red del Tercer Mundo), con sede en Malasia; y tanto en Seattle como en Washington estuvieron representadas diversas expresiones del Sur que, además, añadieron perspectivas más característicamente sureñas como el tema social y la crítica a los “programas de ajuste estructural” del binomio FMI/Banco Mundial.

Por otro lado, muchas ONG del Sur ya han logrado una inserción importante en el proceso decisorio de los gobiernos de sus países, como es el caso de la TWN con el gobierno malasio. También en este último sentido, fue de interés notar como la protesta callejera resonó en particular en los delegados de los países del Sur asistentes a la Cumbre de Seattle, y condicionó su propia rebelión contra los países industrializados en dicho evento; como también resonaron las protestas callejeras en Washington, D.C. contra la reunión del FMI-Banco Mundial, en la simultánea Cumbre de Jefes de Estado del Sur en la Habana –que también se hizo eco de las mismas.

Para los efectos de este estudio, es importante también notar la tendencia a que el tema petrolero/energético tenga cada vez más importancia en la agenda del comentado movimiento. De hecho, en sus planteamientos contra la OMC ya se ha citado con frecuencia, como un deplorable caso emblemático, el fallo de dicha organización contra de la legislación ambiental norteamericana que había proscrito la entrada de gasolina venezolana sucia a los Estados Unidos; caso particularmente destacado por Lori Wallach, líder de Public Citizen, una de las organizaciones más importantes en el movimiento civil contestatario. Cabe notar, además, que ya existen importantes grupos internacionales particularmente singularizadores del cuestionamiento a la industria petrolera, entre ellos Greenpeace, Oil Watch (particularmente dedicado a la protección de los ecosistemas tropicales), y el Transnational Resource Center and Action Center (TRC). Este último, con sede en San Francisco, ha publicado recientemente un detallado y vociferante estudio, financiado por la Turner Foundation (de Ted Turner, el magnate de la CNN), con el título “Greenhouse Gangsters vs Climate Justice” (“Gangsteres del calentamiento climático vs justicia climática”); en el cual se enjuicia severamente a las compañías petroleras por su principal responsabilidad en el efecto climático y convoca a la sociedad mundial a rebelarse contra tal situación y a los gobiernos a ponerle remedio a la misma. Luego de identificar a 122 corporaciones como responsables del 80% del efecto invernadero, mayormente petroleras e industrias derivadas o afines, el estudio las acusa de “actividades de colusión o conspirativas, función monopólica o manipuladora de precios, crímenes ambientales, y, en tiempos más recientes, de socavar las iniciativas para enfrentar el calentamiento mundial, privando de futuro a nuestros hijos”. El estudio llega hasta proponer que, para concientizar sobre la responsabilidad de la industria petrolera, en los efectos del cambio climático, se renombre al Huracán Floyd como “Huracán Exxon-Mobil” y al Huracán Mitch (de efectos más cercanos a nuestro país) como “Huracán Shell”. (!).

Como cosa interesante, la organización autora del estudio anterior, que también está nucleando una coalición de ONGs sobre el tema de la justicia climática, aboga igualmente en el estudio por que en la transición hacia nuevas fuentes de energía se salvaguarden los intereses de los relativamente más débiles pueblos del Sur, incluyendo los pueblos de los países petroleros, en relación a cualquier desplazamiento económico traumático o injusto; descargando en el Norte y las corporaciones la mayor responsabilidad en tal tarea.

Al momento de redactar estas líneas se sabe que una coalición de ONGs está planeando montar un espectáculo contestatario masivo, de la misma naturaleza de lo acontecido en Seattle y Washington, ante el gran Congreso Mundial de Petróleo a realizarse en Calgary, Canadá, a mediados de Junio próximo.

Cabe notar que acciones internacionales civiles de boycot o presión específicas sobre compañías petroleras han tenido ya, en algunos casos, efectos importantes. Tal fue el caso de la campaña de boycot contra el consumo de gasolina Shell en Europa, a raíz de la infeliz connivencia de dicha corporación con el régimen del dictador nigeriano Abacha, para la insensata explotación de petróleo en el Delta del Niger y la brutal y sangrienta represión de los opositores a tales planes, que condujo a la universalmente repudiada ejecución del respetado activista nigeriano Ken Saro Wiwa. Dicha campaña tuvo un gran respaldo popular, causándole serias pérdidas a la Shell, tanto en sus finanzas como en su imagen pública; y constituyó un traumático hito para que la compañía iniciara un proceso de introspección y autocorrección que la ha conducido a la nueva imagen y mayor sentido de responsabilidad que hoy parece ostentar.

Implicaciones para Venezuela y los otros países de la OPEP
Conclusiones

El ensamblaje en masa, técnica popularizada en el mundo contemporáneo por el pionero fabricante de automóviles Henry Ford, a principios del siglo XX, logró abaratar en poco más de diez años hasta un 60% del costo de vehículos como el modelo Ford T, pasando su venta del orden de miles a millones de unidades en el mismo lapso. Como consecuencia de su producción en masa a partir del revolucionario motor de combustión, la disponibilidad de petróleo barato, nuevos materiales de construcción, necesidades sociales para una mayor movilidad, deseos por una nueva salubridad pública en las ciudades, y apoyo político, el automóvil en apenas un cuarto de siglo defenestró a los carruajes de caballo como medio favorito de transporte. La expansión del uso del automóvil, a su vez, contribuyó tremendamente al aumento del consumo de petróleo, y a su acelerada transición del combustible marginal que era a fines del siglo XIX (mayormente confinado al uso de lámparas de kerosene) a nuevo combustible hegemónico defenestrador del reinado del carbón.

El mismo tipo de dinámica, de múltiples convergentes factores en mutuo apoyo, podría contribuir al crecimiento acelerado de la oferta y consumo de nuevas o alternas fuentes de energía. En este tipo de análisis se ha fundamentado el estudio de la Shell de 1994, sobre los escenarios futuros del tema energético, para predecir el inexorable próximo advenimiento de las energías renovables.

Todo lo expuesto anteriormente en este trabajo conduciría la conclusión de que estaríamos ante una poderosa y variada conjunción de factores (ambientales, tecnológicos, socioeconómicos y políticos) que apunta hacia la sustitución, en forma acelerada, del petróleo y otros combustibles fósiles (incluyendo al carbón y al gas), en un futuro cercano, por otras fuentes de energía renovables y más limpias, basadas en la primaria fuente solar (que, a la postre abarca no sólo lo solar como tal, sino también a energías como la eólica y biomasa –indirectamente producidas por la luz solar) y el hidrógeno, así como un conjunto de otras energías renovables menos convencionales actualmente en dinámica gestación. Se trataría de una conjunción de factores inexorables, típica de un cambio de paradigma, vale decir un mega-cambio que en el fondo significa otro sistema de valores y otra visión del mundo. Tal tipo de cambio, similar al que catapultó sucesivamente las hegemonías anteriores del carbón y el petróleo, estaría precipitando el surgimiento de otras fuentes de energía. Y, al mismo tiempo, las nuevas fuentes de energía, por su naturaleza, intenfisificarían dicho cambio, en una relación de alimentación mutua. Así, en relación a esto último, un rasgo que parece perfilarse claramente en el nuevo paradigma energético, es su carácter variado (diversas fuentes y no una sola hegemónica) y descentralizado (fuentes controladas localmente y capaces de ser usadas en pequeña escala). Lo anterior estaría a tono con la reivindicación de la diversidad que propugna la revolución ecológica, favorecida por los aspectos libertarios de la revolución de la información y las comunicaciones, y los crecientes reclamos políticos por una “localización” del proceso de desarrollo; en oposición a la “monoversidad” propugnada por el paradigma del petróleo y a la actual opresiva “globalización” que pretende devorar al espacio nacional y local.

La situación descrita cuestionaría las pretensiones de los que aspiran aprovechar el cambio de paradigma vislumbrado para «posicionarse» como nuevos gigantes productores/exportadores de las nuevas energías, para abastecer a una gran mayoría de consumidores pasivos-dependientes, al estilo de las antiguas transnacionales petroleras. En el nuevo juego, habría no sólo diversas fuentes de energía, sino muchos y muy diversos productores, e incluso consumidores que serían, al mismo tiempo, productores.

Tales serían las posibilidades que brindan energías como la solar, del viento, biomasa, mini-hidro, y las más nuevas y revolucionarias como el hidrógeno, los dispositivos magnéticos y la fusión en frío, estas últimas llamadas también “energías de espacio” o “energías libres” por el carácter virtualmente ilimitado de sus fuentes de procedencia.

Por supuesto, en todo este ejercicio de análisis hemos apostado a un escenario afirmativo sobre el futuro: un escenario donde la Humanidad se eleva para enfrentar los serios retos que la asedian a ella y al planeta, con cambios de fondo, y se sobrepone a los mismos. Existe otro escenario, no descartable: el de la inercia ante los problemas que nos agobian, conducente a un colapso ambiental, social, económico y político mundial y a la ingobernabilidad y, por consiguiente, a un escenario peor para el petróleo que el alternativo-afirmativo: el escenario de un derrumbe de poblaciones y países, y, por tanto, de los mercados consumidores. Evidentemente que el futuro dependerá de lo que escojamos como seres humanos, y el tiempo de escogencia está encima de nosotros. Se trata de una VERDADERA MEGAELECCION, con mayúsculas, decisiva para el futuro del mundo.

En el escenario alternativo-afirmativo al que nosotros preferimos apostar, la energía volvería a ser vista como un vehículo para lograr una autentica calidad de vida, incluyendo la salvación del medio ambiente y el planeta, y, por consiguiente, un vehículo con dirección y valores; y no como un fin en sí mismo, o una mercancía para hacer dinero al costo que sea.

A la luz de lo anterior, más allá del trauma o vicisitudes que significaría la pérdida del ingreso petrolero, un país como Venezuela (y los otros petroleros) debería abordar el planteado cambio de paradigma como algo, en definitiva, conveniente para su propia auténtica salvación y para el logro de un auténtico bienestar nacional. A la postre, el costo que hemos pagado en daños, dependencia y distorsiones por nuestra “petroadicción” ha sido mayor que el torrente de ingreso monetario que nos ha producido el petróleo. Por lo demás, hoy en día sería suicida no prepararnos, como una cuestión del mas alto interés, para la inexorable transición hacia el nuevo orden energético.

Las conclusiones anteriormente expuestas reivindican plenamente lo que apuntáramos en nuestro libro “Petróleo y Globalización. Salvación o Perdición: Reflexiones a las puertas del Nuevo Milenio para una nueva Civilización”, muchas de cuyas predicciones incluso se han quedado cortas ante el alcance y velocidad de los actuales acontecimientos. Una de las tareas principales de dicho libro fue cuestionar la infortunada e insensata política de Apertura Petrolera lanzada bajo el gobierno anterior, política, además, manifiestamente anti-OPEP. Durante tal gestión se insistió publicamente en las irrestrictas posibilidades del negocio petrolero, para justificar gigantescas inversiones que comprometían en forma antidemocrática el futuro del país. Sorprende, por tanto, que hoy Luis Giusti, Presidente de PDVSA en el pasado gobierno, haya declarado en el diario El Nacional (19/02/2000) lo siguiente: «Existen poderosas fuerzas de cambio que están reformando la industria energética. Esas fuerzas incluyen nuevas tecnologías (celdas de combustibles, biotecnologías, microcomputadores y comunicaciones en general), movimientos demográficos, tópicos ecológicos y profundas transformaciones económicas. Basarse en la simple extrapolación de las actuales tendencias, casi con toda seguridad sería una equivocación. Turbulencias y sorpresas continuarán siendo el común denominador en el mundo de la energía». Conociéndose lo anterior seguramente por un buen tiempo ¿se perseguía, entonces, con la «Apertura Petrolera» una política de «raspar la olla» antes de que el petróleo perdiera relevancia, sin tomar en consideración sus graves efectos o riesgos ambientales, sociales, económicos y políticos?

Las conclusiones de este trabajo reivindican asimismo la visión de los venezolanos Juan Pablo Pérez Alfonzo y Manuel Pérez Guerrero, que, con verdadero sentido de estadistas, concibieron y alimentaron la idea de una OPEP que administrara sabiamente y mesuradamente el petróleo, incluyendo la defensa de precios justos, en función de un mundo mejor y un bienestar sano y perdurable. Tariki, el saudita que los acompañó activamente en tal histórico logro, concibió al petróleo como una herramienta para la independencia política del Mundo Arabe. Pérez Alfonzo, Pérez Guerrero y Tariki, pues, vieron al petróleo como un servidor para mas altos fines, y nunca como un fin en si mismo o amo aprisionante. Luego de tantos años de reinado del petróleo y existencia de la OPEP, no se puede decir que los países productores de petróleo hayan logrado, a ciencia cierta, un mundo de sociedades o países sanos y perdurables; y está también muy en duda, por cierto, lo de la independencia política. En tal sentido, el caso de nuestro propio país es patético.

Tariki fue inducido a dejar su cargo gubernamental en Arabia Saudita apenas dos años después de la creación de la OPEP, por la incomprensión de los sectores conservadores del Reino Saudita; y Pérez Alfonzo se retiró del mundo oficial a los tres años de fundada la Organización, desalentado por el “curso desviacionista” que había tomado la OPEP y por la exclusión de su buen amigo Tariki. Hasta su muerte en 1979, Pérez Alfonzo no encontró suficientes incentivos para volver al servicio petrolero y más bien se dedicó a denunciar los excesos de la “petroadicción” produccionista y fiscalista en que habían caído los países productores de petróleo, sin abjurar nunca del fin superior de la OPEP. Una de sus últimas declaraciones fue la siguiente:

Soy un ecólogo… He sido siempre un ecólogo por encima de todo. Ahora ya no estoy interesado en el petróleo. Vivo para mis flores. La OPEP ha desaparecido como grupo ecológico, pero todavía pienso que la OPEP es un buen instrumento para el Tercer Mundo. Simplemente no se ha usado en forma apropiada.

Manuel Pérez Guerrero, por su parte, aunque sí prefirió continuar activamente al servicio del mundo oficial y petrolero, llegando incluso a jugar un papel muy importante como ideólogo en la I Cumbre de la OPEP, no pudo identificarse nunca, sin embargo, con la ortodoxia y la complacencia que terminarían privando en la OPEP. Desde adentro, se mantuvo abogando por la necesidad de ver al petróleo como una herramienta transitoria a ser utilizada con sabiduría y mesura para fines superiores y más amplios que el de una mera mercancía productora de ingresos. Pérez Guerrero incluso vislumbró la necesidad de prepararse para la transición del petróleo a otras fuentes de energía. Veinte años atrás, dejó dicho lo siguiente:
En el orden energético, esa transición debe podernos llevar de un sistema energético dependiente del petróleo, a uno donde éste sea menos importante y deje incluso de ser elemento energético para ser sustituido por fuentes renovables de energía no contaminantes.

Una transición justa y ordenada del paradigma de los combustibles fósiles a otras fuentes de energía también tendría como beneficioso objetivo el evitar cualquier intento del Norte para mantener o pretender expandir en el Sur los aspectos más contaminantes de la industria petrolera o petroquímica, con el frecuente argumento público de que “El sur no puede darse el lujo de ser ecológico” –coreado por socios interesados en el Sur- y la razón oculta de producir ganancias en el Sur para compensar las pérdidas en el Norte por el desplazamiento obligado a patrones de producción más limpios. Lo anterior sería una repetición de la historia de la industria del tabaco, que ha querido en los últimos tiempos expandir, a toda costa, su producción en el Sur para resarcirse de sus pérdidas por el descenso del consumo en el Norte, en razón de su creciente enjuiciamiento como “enemigo de la salud”.

Ante todas las presiones de cambios estructurales anteriormente expuestos, incluyendo las presiones de los pueblos por una mayor transparencia y responsabilidad en la rendición de cuentas de gobernantes y corporaciones, así como de mucha mayor participación en las decisiones y políticas que afecten su destino en forma fundamental, la industria petrolera mundial debe asumir, con sentido de urgencia, su propio glasnot y perestroika, so pena de ser arrollada por los acontecimientos y convertirse incluso en materia de escarnio político. Y debe hacerlo, como una razón de elemental gran responsabilidad en la suerte de los pueblos del mundo y el planeta –que dependen tanto de la forma en que ella vaya a comportarse en la planteada crítica transición.

En lo anterior, los países de la OPEP tienen una especial responsabilidad en función de los más altos intereses de sus propios pueblos y el mundo. Precísase que la OPEP tome un papel proactivo y no reactivo ante la referida problemática. En su carácter de Cumbre de Jefes de Estado, y por consiguiente de un espacio eminentemente político, la II Cumbre no puede confinarse a un simple encuentro de “show fotográfico” a nivel de los Jefes de Estado y a una reunión paralela de ministros “para seguir luchando, a como dé lugar, por el mantenimiento del ingreso petrolero”. A nuestro modo de ver, la II Cumbre debe asumir el tema de la transición del petróleo a otras fuentes de energía y sus consecuencias como el tema central. Si la I Cumbre en Argel se centró en la apertura de la OPEP al resto del mundo, a través del lanzamiento de la cruzada en favor de un Nuevo Orden Económico Internacional, un feliz ejercicio estadista posteriormente fallido, pero hoy reivindicado en su esencia por la actualidad mundial, la próxima II Cumbre debe centrarse en abrirse hacia el cambio del paradigma energético, en una asunción de responsabilidad aún más gallarda y visionaria por parte de la OPEP.

Y mientras aún conserve el poder, la OPEP debe aprovechar tal circunstancia para salvaguardar los altos y legítimos intereses de sus países miembros, y velar por que tal transición sea justa y equitativa. Así, debe reconocerse a los países de la OPEP la deuda histórica del Norte industrializado para con ellos, por la forma compulsiva en que fueron inducidos a embarcarse en el paradigma petrolero, con todos los costos que el mismo ha significado, a fin de satisfacer el voraz apetito consumidor del Norte. Asimismo debe propiciarse un escenario de precios justos y razonables durante la transición (de hecho, precios altos del petróleo serían favorables para incentivar el desarrollo de las nuevas fuentes alternas). Por último, debe propiciarse hasta donde sea posible, el que los países productores de petróleo puedan tener opciones para ser partícipes en el nuevo escenario energético, en analogía a la reconversión hoy intentada por empresas como la Shell y BP-Amoco, así como debe propiciarse el que los países miembros de la OPEP puedan alcanzar la tan voceada –pero poco exitosa en la práctica- diversificación económica –quizás la garantía mejor de no sucumbir de la noche a la mañana a una hecatombe fiscal, generadora a su vez de una hecatombe económica, política y social.

El tema de «medidas compensatorias», para salvaguardar los legítimos intereses de los países productores de petróleo, está contemplado entre los principios del marco de Kyoto. Y ese mismo tema, más otros aquí suscitados en torno a la transición, han sido también tocados en el diálogo entre productores y consumidores escenificado en los últimos años en el Foro Internacional de la Energía, en cuya creación Venezuela ha jugado un papel importante. Dicho foro, cuya próxima reunión es en noviembre del presente año, en Ryhad, podría ser aprovechado para profundizar en la temática sugerida; con el complemento de instancias de altura política.

No habría mucho tiempo para que los países productores de petróleo se preparen para enfrentar la transición, por lo cual, cobran plena vigencia admoniciones como las de un experto y consultor petrolero, director de una prestigiosa publicación en materia petrolera, quien, a pesar de su condición en el negocio del petróleo, ha tenido el valor de admitir lo siguiente: “En vista de la celeridad de los acontecimientos, los países petroleros tienen que pensar y actuar como si el petróleo fuese a ser sustituido mañana” (¡).

Enhorabuena, entonces, que una II Cumbre de la OPEP en camino, parece presentarse como una “oportunidad dorada” para discutir al más alto nivel un asunto tan crucial, por tanto tiempo escamoteado.

Entre tanto, a nivel nacional, debe crearse, con sentido de urgencia y como una tarea de Estado y Seguridad Nacional, un mecanismo de análisis y previsión multidisciplinario, dotado de plenos recursos, que se ocupe de discernir sobre el alcance pleno de la problemática planteada y la tarea que enfrentaría el país; en complemento de lo cual, también tendría que preverse a nivel nacional una oportuna información, discusión y concientización sobre esta situación en vista de la creciente importancia de la temática y en consonancia con los postulados participativos de la nueva República.

Mucho queda por dilucidar, confirmar o aclarar en relación a lo esbozado en este trabajo. A la luz de todo lo anterior, se presenta también, por tanto, como una feliz y oportuna iniciativa, el Seminario Internacional “Nuevas tendencias mundiales y el futuro del petróleo y la energía”, convocado en Caracas para mediados de junio próximo, como un ejercicio librepensador no oficial, con asistentes altamente calificados; ejercicio que podría brindar, además, insumos más esclarecedores en la temática señalada con miras a las deliberaciones de la II Cumbre, e incluso más allá de la misma, como aporte a un nuevo proceso internacional de reflexión, diálogo y soluciones en torno a tan crucial temática.

BIBLIOGRAFIA

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