Economía

Y de repente, el mundo cambió

Hace un año, parecía que el mundo estaba por fin alcanzando la perfección,
especialmente la parte desarrollada (o rica) del planeta en materia
económica. Ahora, las proyecciones van a la baja en todo el mundo …

pero no seamos tan pesimistas donde no debemos, ni tan optimistas donde tampoco debemos ser. Lo importante que trascendió a la luz pública fue un problema de faldas («relaciones impropias»). Ello se debe a que, como decían antiguamente, cuando un molino está bien, no hace ruido, y por lo tanto, nadie se entera que existe ni se da cuenta que está trabajando, a pesar de su tamaño; en
cambio, en lo que se daña, todo el mundo se da cuenta, hace mucho ruido, y
de repente aparece a la vista de todos el gigante que antes era invisible.

Cuando la mayor economía estaba bien, para la mayor parte del público
parecía no existir. Los temas más importantes tratados en Estados Unidos
en el gobierno de Clinton fueron el asunto de los homosexuales en las fuerzas
armadas, y después los casos de Paula Jones y Monica Lewinski.

Las medidas perfectas

El mismo Clinton llegó a felicitarse en una cumbre europea (donde expresó
lo que sentía «a calzón quitao») al decir que, en materia económica, estaban
tomando las decisiones adecuadas en el momento oportuno. Y en efecto, 9
largos años de expansión económica (que habían seguido a una corta
recesiónen el gobierno del primer George Bush, precedida a su vez por una larga
expansión del gobierno de Ronald Reagan) daban la impresión de que la
fortaleza económica norteamericana no tendría límites, y que la expansión
parecía eterna. Por fin se había conseguido la «piedra filosofal» de la
economía.

Pero hay que reconocer que, en economía, todavía no se ha alcanzado la
perfección. Cualquiera que venda algo como «perfecto» está pecando de
ingenuo, de exagerado, o hasta de mala fe.

La economía norteamericana, igual que cualquier sistema social pasado o
presente (o futuro) tiene sus bondades (muchas), y también tiene sus
defectos. Particularmente, podemos mencionar dos máculas: el primero,
cuantificable, es el fuerte déficit comercial que, en vez de bajar, sigue
creciendo, y ya comienza a preocupar; el segundo, no cuantificable, es la
confianza, porque hay que reconocer que, con todos sus defectos y con
muchas excepciones, es el país más confiable del mundo en materia económica,
además de ser el más importante.

Respecto a la confianza, hay billones de dólares rondando en papeles sin
ningún respaldo real sino la confianza, o sea, los llamados «derivados».

A pesar de todo

Hace 14 años, era posible un derrumbe calamitoso en las bolsas
neoyorquinas.

Ahora, aunque haya malas noticias económicas en Estados Unidos y los
valores estén sobrestimados, no hay catástrofes en los mercados
financieros estadounidenses.

¿Qué de positivo ha sucedido? Nada, simplemente que no hay alternativas
de inversión que puedan acaparar en el corto plazo ni siquiera la cuarta
parte del dinero invertido en Wall Street; hace 14 años existía la alternativa
asiática, cuyo camino había la superpotencia emergente de entonces, Japón.

Si el dinero no tiene a dónde ir, entonces es lógico pensar que tendrá que
quedarse allí, y por eso no ha habido demasiadas ventas de papeles como
para
producir un derrumbe permanente en las bolsas neoyorquinas. Por supuesto
que hay otros factores, como las tasas de interés internas, pero si la
cuarta parte de los valores de Wall Street se fueran para el mercado
monetario, no se extrañen que las tasas de interés se pongan por debajo de
uno.

Esas son las ventajas y ése es el dilema de ser el único supergigante en el
mundo. Si Venezuela cae, hay quien la levante; si Argentina cae, hay
quien la ayude; si Japón cae, hay quien haga el intento de ayudarlos; pero si
Estados Unidos cae, no hay nadie que pueda con ellos. Y los inversionistas
norteamericanos (y extranjeros que allí operan) no tienen a dónde irse en
bloque: tienen que morir allá.

————-
(*) Economista.

E-mail: [email protected]

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