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Causa fiscal, efecto fiscal, razón fiscal

Como el perro que se muerde la cola, el tema fiscal vuelve a ser el centro de la atención nacional. A pesar de lo que digan todos los ministros de Hacienda, los de ahora y los de antes, ninguno le ha podido poner el ‘cascabel al gato’. Desde las propuestas de la Comisión Carrillo Batalla, hasta los intentos de modificar la base de impuestos de la Hacienda Pública, alterando la dependencia del petróleo, ninguno de ellos ha podido modificar el patrón de comportamiento del Fisco venezolano. Sigue siendo exactamente igual a lo que fue en 1970, en 1980 en los noventa y hoy. Por una sencilla razón: todos han enfocado el problema desde el lado del ingreso fiscal y del endeudamiento. De soluciones perversas como las devaluaciones fiscalistas, hasta las menos perversas y técnicamente defendibles como crear un IVA, todas ellas han permitido y reproducido el ‘statu quo’. Por eso es que estamos, de nuevo, en apuros en 1997 y lo estaremos en 1998. De un presupuesto estimado en Bs. 7.2 millardos pasamos, en minutos, a uno de Bs. 9.6 o algo más, según los supuestos y estamos pensando ya en Bs. 12.8 para 1988. Con apreciaciones diferentes acerca del déficit previsto, de acuerdo a las fuentes de recursos disponibles, el hecho es que el Presupuesto Público colocó al gobierno en el mismo disparadero de 1995. Aplicar una férrea disciplina fiscal para garantizar la estabilidad de la economía vuelve a ser un deseo. Si entendemos que es causa y efecto a la vez, que es la razón de ser del ajuste, podríamos atacar con eficacia la

Causa.

Como es obvio y todos ustedes lo saben detrás del presupuesto están la mayoría de las demandas de la sociedad, sobre todo de aquellas que no satisface el mercado privado de bienes y servicios. La educación gratuita, la salud de la colectividad de ingresos menores, las carreteras, autopistas, mantenerlas, el funcionamiento de las gobernaciones y alcaldías, casi todo, se demanda del Presupuesto. Es, como se dice ahora, el lugar virtual en el que se resuelven las ‘pugnas distributivas’. Para nuestro caso, en donde la demanda de servicios ha sido creciente y los recursos insuficientes, no tiene nada de particular que allí se den todos los conflictos. Por eso, no es tarea sencilla. Toca todas las fibras e intereses de la sociedad venezolana. Para aquellos que piensan que el problema no es fiscal, que bastaría con una ‘reforma monetaria’, al extremo de una caja de conversión o cualquier variante de ella, remito a la experiencia de la disciplina fiscal como causa de éxitos o fracasos. A aquellos que simplifican el asunto diciendo ‘hay que aumentar la producción o la productividad’, les sugiero evaluar el impacto del deterioro de la infraestructura u otra de esas ‘externalidades’ en las fábricas. En Venezuela, no por casualidad, sino por el peso que tiene el sector público, el ingreso petrolero, nuestra costumbre de ‘vivir’ del Fisco, hace que éste sea la causa de las causas. Aunque algunas personas luzcan escépticas esta es la realidad. De allí que si no operamos ese paciente con una ‘cirugía mayor’, con una muy profunda Reforma Fiscal, tal como he abogado en distintos lugares y tal como hemos propuesto, las demás soluciones, la cambiaria, la monetaria, la del desmoronamiento de la infraestructura de la salud y de los salarios, ninguna de ellas prosperará. Todas resultan de la enfermedad fiscal.

Efectos

Hay cifras escalofriantes que se pueden mostrar para revelar el tamaño y la profundidad del daño fiscal. Cualquiera de ustedes puede medirlo si compara lo que paga ahora en impuestos. En muy pocos años se triplicó la presión tributaria, especialmente para los que sí los cancelan. Los asalariados que no tienen escape. Dicen algunos que Venezuela es un ‘paraíso tributario’, si se compara con otros, pero si los servicios y el rendimiento del gasto es cada vez peor, entonces, pagamos mucho más que los demás. Por ello he lanzado la consigna ‘No más impuestos, sin un aumento significativo en la calidad de los servicios’. También lo pueden medir en la inmensa cantidad de problemas que tienen nuestras vías de comunicación o el deterioro del patrimonio público. Escuelas, hospitales, empresas inservibles, abandonos, son el efecto de una crítica situación fiscal que no exagero. Hace 10 años gastábamos, en promedio, en vivienda, salud y seguridad, 5 veces lo que pagamos hoy y pagamos ¡tres veces! más impuesto. Es una injusticia fiscal que no tiene nombre. El peso de la deuda, se dice, es la causa de todos nuestros males. Por allí todavía alguien reclama no pagarla, pero nadie la piensa como un efecto ilegítimo del inmenso desorden fiscal de este tiempo y los anteriores puesto que, siempre fue mucho más fácil unos bonos en Suiza o en la China, que llevar al paciente al quirófano. La deuda es la clásica extensión de la arruga. Arraigada e incorregible solución gubernamental. En suma, el Fisco es como un derrame sin beneficios para la sociedad. Y eso que no hemos tratado de sus efectos monetarios, inflacionarios o del uso de los excedentes petroleros para fines corrientes. Medirán los lectores si el asunto tiene impacto. Es la razón de ser de todo lo demás.

Razón

Es muy simple. Revela el país que quisiéramos abandonar. Con esa enorme cantidad de ministerios, oficinas y burocracia de las que todos se quejan, que incluye una cantidad inmedible de recursos que van a destinos desconocidos. Situado constitucional, asignaciones especiales, Fides, informes del contralor, resumen todo lo que se maneja en la casa de los gobiernos. Cosas, tareas, actividades, funciones que si no amputamos, seguirán siendo causa y efecto de nuestro pésimo desempeño. Es la razón del desorden. Dejar que pase el tiempo y que ese ‘monstruo de las mil cabezas’, con sus extensos consejos de ministros, con cartera sin ella, sus innumerables y destartaladas oficinas, las mismas que dan pena a quienes allí trabajan, o los mismos que deambulan por los pasillos sin hacer nada, o en un escritorio listo para pedir la cédula, el pasaporte o quién sabe qué documento. Razón fiscal, sin lugar a dudas, de ese basto y voluminoso animal, hoy prácticamente inservible, que es el Estado venezolano. Moldeado para los setenta pero oxigenado por devaluaciones, deuda, nuevos impuestos esa es, sin duda alguna, la razón de ser de muchos de nuestros males. Por eso, cuando hablamos de privatizar, de quitarle a ese Estado, a ese en concreto, las responsabilidades que hoy no le corresponden, producir acero, aluminio, servicios, estamos hablando de segregarlo y convertirlo en algo útil para la sociedad. No es, como piensan unos cuantos retrógrados, pura y simple ideología neoliberal, liberal o equivalente. Es restituirle su majestad, su razón de ser.

Ahora que estamos otra vez en lo mismo. Que hablamos de déficit, de no utilizar los recursos petroleros extraordinarios, de lo que aporta Pdvsa en impuestos o en dividendos, de viabilidad fiscal a largo plazo, de sinceridad y disciplina, ahora que está el médico de visita, quizás se pueda pedir un último esfuerzo, aunque sea más fácil sumar lo que sobró ayer con lo que entrará mañana, restarle lo que nos cuesta seguir viviendo así, sin cambiar nada y darle curso a nuestra imaginación creyendo que todo está resuelto. No creo. Intensos dolores de cabeza dará al Banco Central, a los gobernadores y alcaldes, a empresarios y trabajadores, a los que les deben y no se les paga o los que aún no han cobrado y a los próximos gobernantes, quienes seguramente le agradecerán a este y a los anteriores gobiernos esa deleznable herencia fiscal que les dejan.


El Universal Caracas, viernes 13 de junio, 1997

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