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La convención copeyana: ¿quién ganó qué, quién perdió qué?

Existe confusión en torno a los resultados de la XXI Convención Nacional de Copei efectuada los pasados días 17,18 y 19 de septiembre, la cual suscitó grandes expectativas previas y enorme cobertura en los medios de comunicación social. No es para menos, los dos bloques en pugna -el representado por la actual dirigencia del partido que encabezan el Presidente Luis Herera Campíns y el Secretario General Donald Ramírez, y el que representa el dirigente Eduardo Fernández- se han atribuido la victoria, mientras que los diversos medios de comunicación -cada uno respondiendo a sus propios intereses- nos atiborran con contradictorias informaciones «objetivas» e «imparciales» del evento partidista.

Pero en realidad en esta Convención no hubo ganadores ni perdedores absolutos. La misma representa un primer round (no definitivo) de la contienda interna del partido (tanto en términos candidaturales como en relación a la lucha por el control efectivo y rumbo ideológico del mismo) en la cual cada una de las tendencias ganó y perdió algo. Lo que sí quedó claro tras el evento, es que el partido -al menos por ahora- no se divide y que la lucha por la nominación del candidato presidencial de Copei apunta hacia la escogencia de un militante copeyano, no extra-partidista.

Ciertamente, las autoridades del partido obtuvieron una victoria: fueron ratificados y lograron la aprobación de la gestión y las líneas de oposición que vienen siguiendo en contra de AD y el gobierno, las cuales han sido duramente criticadas por la tendencia representada por Eduardo Fernández y que en cierta forma apoyó Humberto Calderón Berti y los militantes simpatizantes de Henrique Salas Romer al calificarlas de poco constructivas y radicales. La impugnación del informe presentado por el Secretario General (contentivo de estas líneas estratégicas) hubiese representado un gran triunfo (y realmente evidente) para la tendencia eduardista ya que con la misma se lograba automáticamente la remoción de Herrera y Ramírez de sus cargos y, por ende, la perdida del control del partido. No obstante, esta impugnación no fue contemplada no sólo porque para su puesta en práctica hacía falta el voto casi total de los delegados a la Convención, sino porque ella hubiese generado la división del partido o, al menos, una situación de crisis tal que lo hubiera dejado aún más débil y vulnerable de lo que se encuentra. Sin embargo, aunque este informe fue aprobado- y por unanimidad- por primera vez en la historia copeyana contó con cuestionamientos importantes, tales como los del propio Eduardo Fernández y los de los dirigentes José Antonio Pérez Díaz, Gustavo Tarre, Ramón Guillermo Aveledo, Enrique Pérez Olivarez y Arístides Boujon.

Por su parte, el triunfo de la tendencia eduardista (menos evidente pero más importante para el probelema candidatural copeyano) fue la aprobación de la reforma estatutaria con todos los requisitos exigidos previamente por Eduardo Fernández, siendo los siguientes los más importantes: 1) que la elección sea abierta no sólo a los candidatos presidenciales, sino a los candidatos a gobernadores y alcaldes; 2) que en caso de no proceder la elección abierta en la escogencia de los candidatos, se escogerá -en segundo término- por el voto de la base del partido. (Si bien la tendencia de la Dirección Nacional logró que dentro de la reforma quedara establecida una norma que permite en circunstancias especiales -aún no definidas- escoger por consenso al candidato, este se haría sólo si no proceden las fórmulas de elección abierta y elección por la base, y lo realizaría una Convención Nacional Extraordinaria, no el Comité Nacional (es decir, la dirigencia actual); 3) que todos los aspirantes a candidato presidencial u otros cargos del partido, sean militantes o independientes, se acojan a ciertas condiciones mínimas, tales como manifestar su voluntad de participar en el proceso de escogencia, respetar los resultados de la consulta, adherirse a las bases programáticas y apoyar la plataforma electoral de partido; 4) que se rechaze el uso de las encuestas como método de decisión candidatural; 5) la convocatoria inmediata a las convenciones regionales para legitimar o no los delegados que han sido escogidos a dedo por el Comité Nacional y a un Congreso Ideológico para la elaboración del programa del partido.

Obviamente, con estas disposiciones el eduardismo logró condicionar la participación de todos los posibles candidatos independientes y dificultar la estrategia aclamacionista que la tendencia Herrera-Ramírez tienen en torno a la figura de Irene Sáez. Ellas, a su vez, contribuyen a que tanto Irene Sáez como Salas Romer se definan por la nominación copeyana o por una opción propia. Esto es difícil de prever actualmente pero hay una tendencia a la opción propia. De hecho, a tan sólo tres días de pasada la Convención Salas Romer oficializó su candidatura con su Proyecto Venezuela precisamente porque » las reglas de Copei son inaceptables», mientras que el supuesto Jefe del Comando de Campaña de Irene -Nelson Ojeda Valenzuela- anunciaba que ella sólo se postularía a través del Movimiento IRENE. En esta misma línea declaró Diego Baptista Urbaneja de Factor Democrático y que impulsa la candidatura independiente de Irene. Ante esta situación, se allana el camino de las candidaturas propiamente copeyanas como las del propio Eduardo Fernández, Humberto Calderón Berti y Oswaldo Alvarez Paz.

Más allá del problema candidatural, las disposiciones logradas le dieron un empuje a la tendencia representada por el eduardismo, equilibrandose así la balanza de fuerzas existentes dentro Copei. La tendencia representada por Herrera y Ramírez continúa teniendo el poder formal, pero su control del partido no es homogéneo. A pesar del triunfalismo expuesto por la Dirección Nacional basado en una fuerte estrategia comunicacional, es obvio que después de la Convención su situación ha cambiado ya que como bien lo ha expresado Alberto Quirós Corradi «los delegados se resistieron a entregar su autoridad a la actual directiva, a la que dieron la señal de que no son inmunes a otras ideas que podrían respaldar en un momento determinado». El hecho, por ejemplo, que la mayoría de los convencionistas hayan aprobado que los resultados de las encuestas no serán decisorios a la hora de las definiciones, es significativo.

Ahora bien, aun cuando la Convención puso dolorosamente en evidencia las fracturas existentes dentro del partido y polarizó aún más las posiciones, neutralizó -al menos por ahora- la división formal de Copei. Esto es importante para el necesario proceso de definición copeyana en torno a las llamadas líneas pragmática (representada por las autoridades actuales) y principista (asumida por los eduardistas y calderoncistas fundamentalmente), sin el cual es prácticamente imposible la recuperación y consolidación real del partido. Esto, además, es imprescindible para el fortalecimiento del sistema de partidos en general, así como para el retorno del cuadro partidista bipolar que existió en el sistema político venezolano al menos hasta las elecciones de 1993 y que en la actualidad tiende a evolucionar hacia un esquema unipolar dominado por AD, que sin duda es el partido que se encuentra en mejores condiciones tanto interna como externamente.

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