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La Política Internacional de Acción Democrática

Introducción

La riqueza histórica de la acción exterior de Acción Democrática es de reconocida trayectoria a nivel continental. Sus líderes fundamentales se forjaron al calor del exilio y con ello tuvieron la oportunidad de constatar la influencia de lo internacional en lo interno, en lo cotidiano de un país. Las tempranas relaciones establecidas por el PDN en Chile, Perú, Argentina, México, Colombia, Costa Rica y otros países del Hemisferio sirvieron para una acción de construcción política de horizontes más amplios y lleno de experiencias.

Figuras como las de Rómulo Gallegos, Rómulo Betancourt, Raúl Leoni, Alberto Carnevali, Valmore Rodríguez, Mariano Picón Salas, Andrés Eloy Blanco, por contar los menos sin querer dejar de lado otras figuras muy importantes y trascendentales para Acción Democrática, transitaron los caminos de las Américas y Europa en la búsqueda incesante de respuestas e ideas para el sistema democrático lejano, pero en plena construcción en sus férreas voluntades y aspiraciones políticas y sociales.

Cincuenta y seis años de historia política venezolana han dejado aportes y frutos importantes que tuvieron nacimiento en el PDN, la génesis de AD, y cantera inicial donde se exploraron y definieron las ideas en esta área. Acción Democrática hereda en 1941 estos preceptos y acoge su mayoría en lo que fue definido como Programa del Partido.

La Doctrina Internacional de Acción Democrática

La Génesis : El PDN

Según lo escrito por Arturo Sosa Abascal, el PDN definió lo que fue su posición internacional, convertida en aspecto central de su acción debido a los tiempos que se vivían. «Esta compleja situación internacional fue la ocasión para que el Partido Democrático Nacional definiera su «nacionalismo latinoamericano» y propusiera la creación de una red de partidos de izquierda democrática con una forma de organización que superara el «internacionalismo democrático» de la izquierda comunista»(1).

La comprensión del PDN de la complejidad del mundo y de la importancia de actuar de manera responsable y con objetivos de largo plazo sirvió para que definiera su visión de lo que debería ser una posición a nivel internacional, a pesar de las dificultades que representaban la clandestinidad de sus acciones, la falta de talentos suficientes y la existencia de presiones internas más apremiantes. De hecho, a pesar de las divergencias con el gobierno de la época, el PDN estableció lo que sería una posición responsable o razón de Estado al definir la política exterior como hecho superior no sujeto a las diferencias en las posiciones políticas internas, aún cuando éstas fueran de carácter central para su futuro. El PDN apoyó públicamente la posición del gobierno de López Contreras en relación a la guerra, sin temer coincidir y tratando de preservar el bien de Venezuela. Esta sería la génesis de una conducta de consenso general en relación a la política exterior venezolana que ha perdurado en el tiempo.

El PDN también consideraba necesario «…aceptar el reto de establecer una posición con la suficiente originalidad latinoamericana y flexibilidad táctica que, al mismo tiempo que respondiera a los cambios de la situación, pudiera ser aceptada a nivel continental, de manera que el PDN creciera, aumentara su fuerza, en la medida en que su propuesta fuera seguida por las más poderosas fuerzas populares del continente»(2). Esta participación, con un componente realista definido por el propio Betancourt en 1940, se derivaba de la necesidad de deslindar al PDN del partido Comunista pero también del la pertinencia de ejercer un liderazgo y obtener mayor poder a nivel latinoamericano para tratar de lograr un apoyo a la lucha democrática en Venezuela y por consiguiente atraer a los venezolanos tanto en el país como en el exterior para que se unieran a la causa «pedenista».

En líneas generales, la política internacional del PDN tenía los siguientes elementos fundamentales:

  • Nacionalismo americano(3) e integridad del continente frente al conflicto armado.
  • Vinculación e integración con los países latinoamericanos.
  • Antifascismo, antiimperialismo y rechazo al comunismo.
  • Relación igualitaria, respetuosa y mutuamente beneficiosa con los Estados Unidos.
  • Mayor participación de los países en las ganancias de las empresas multinacionales.
  • Democracia como mejor fórmula de gobierno.

Acción Democrática:

En el acto constitutivo de Acción Democrática, Rómulo Gallegos y los demás fundadores del Partido aprobaron el Programa del Partido donde quedaron establecidas las grandes líneas maestras que deberían guiar su acción en los más importantes temas. Los lineamientos definidos de política internacional fueron:

  • Entendimiento firme de Venezuela con las Repúblicas Americanas y especialmente con las que podrían integrar un bloque de naciones bolivarianas para sostener y defender la integridad del Continente y la independencia de los pueblos que lo forman.
  • Política de Paz y Neutralidad, pero vigilante y previsiva.
  • Rechazo a toda imposición extranjera en la determinación de los rumbos de nuestras relaciones internacionales. Defensa del principio de autodeterminación de los pueblos débiles y solidaridad con la Democracia, esencia de esta agrupación política.(4)

Estos lineamientos fueron complementados con otros planteamientos contenidos en el propio Programa del Partido y que tenían claras consecuencias externas como el fomento de la inmigración, tratamiento tributario del capital extranjero y un mayor control sobre las riquezas del país.

Con estas definiciones, AD presenta un claro cuadro de acción internacional, que además de estar establecido en los preceptos anteriores, desarrolla como actividad política diaria. Acción Democrática, a través de sus cuadros dirigentes en el exilio, establece contactos y relaciones que serían de suma importancia a la hora de asumir el poder. Al establecer los vínculos políticos con los diferentes partidos del hemisferio, Acción Democrática define futuras relaciones con casi todos los países del continente, dentro de lo que sería una red de contactos que se utiliza eficientemente al inicio de la Democracia venezolana para defender al novel régimen de los ataques extranjeros.

Aportes de Acción Democrática a la Política Exterior de Venezuela

Al realizar una comparación de los preceptos planteados por el PDN, AD y la Constitución Nacional, podemos observar que en buena medida los de ésta última son el resultado de los anteriores. Aún más, si revisamos lo que establece COPEI, la otra fuerza fundamental que actuó en la conformación de la Constitución, podríamos ver que lo planteado por el PDN y AD se ajusta más a lo finalmente registrado en la Constitución.

Si desde el punto de vista constitucional Acción Democrática realizó un aporte significativo, desde el punto de vista práctico, de acción concreta, labró lo que ha sido una política exterior de grandes iniciativas y valores políticos.

Al revisar el contenido político de la acción exterior del Gobierno de Acción Democrática de 1945 a 1948, sobre todo en relación a la Democracia y a la integración, bastaría ver tan solo un ejemplo. Según el propio Rómulo Betancourt una de las acciones concretas más importantes para el Hemisferio Occidental es la definición en la Carta de la OEA de la Democracia representativa como forma de gobierno para el logro de los objetivos de los Estados americanos. Betancourt expresa que en su discurso con motivo de la creación de la OEA en la IX Conferencia Interamericana de 1948, celebrada en Bogotá, «están definidas y precisadas las posiciones que he tratado de popularizar desde el llano y aplicar desde el gobierno, cuando lo he ejercido»(5). El discurso en cuestión sostiene la necesidad de democratizar a América, el respeto a los derechos humanos, la no intervención, la igualdad jurídica de los Estados, la integridad territorial, y América como tierra de justicia y libertad. Rechazó el colonialismo, pero reafirmó los reclamos de Venezuela sobre los territorios que le pertenecen, en manos de las potencias coloniales. Reconoció la interdependencia económica existente entre los Estados Unidos y el resto de América. En esta misma época, Betancourt comenzó a plantear lo que muchos años después se convirtió con su nombre en doctrina llena de principios y coraje: el no reconocimiento de los gobiernos de facto.

Al inicio de la Democracia en Venezuela, los gobiernos de Rómulo Betancourt y Raúl Leoni desplegaron una política exterior que mantuvo un norte muy específico: la sustentación del orden democrático como fin último de la nación para permitir las condiciones de desarrollo socioeconómico del país. Principios de nacionalismo económico, como el de la necesidad de obtener mayores beneficios para las poblaciones de las actividades de explotación de las riquezas nacionales, tiene un origen en lo definido por Betancourt y el PDN como situación deseable de «relación igualitaria, respetuosa y mutuamente beneficiosa» entre Venezuela y los Estados Unidos. En ese mismo sentido se podría evaluar la creación de la OPEP.

En este período, la política exterior de Venezuela trató de responder a las necesidades internas del país y a las amenazas y oportunidades que se presentaban. Desde este punto de vista, la agenda exterior, que tenía un carácter meramente político, se ve ampliada. Todo esto a pesar de que la delicada situación política y la precaria situación económica, que unidas a las condiciones del sistema internacional, no permitían en realidad la ejecución de mayores iniciativas, sino de aquellas esenciales al proyecto de nación que se estaba tratando de solidificar. Ejemplo de esa ampliación es la participación activa de Venezuela en la creación del Consejo Interamericano de Desarrollo Económico y Social de la OEA (CIES), a el fin de sustituir la unilateral Alianza para el Progreso con un mecanismo de carácter multilateral.

A finales del Gobierno de Leoni, en 1967, se observa un cambio en la política exterior, añadiéndose un nuevo componente, el económico-comercial, que había sido poco utilizado debido a la fragilidad del sistema y a la ausencia de recursos suficientes que permitieran una política exterior más agresiva. La integración al resto de América y la interrelación vital, tanto política como económica, con el resto del mundo parecen ser los paradigmas que orientaron este período en el que Venezuela inicia lo que se podría definir como una política exterior expansiva y agresiva que le permitiera conquistar espacios.

De esta manera, acciones de integración y diversificación económica son el resultado del agotamiento del esquema de sustitución de importaciones, pero también son el resultado de la necesidad de buscar nuevos espacios a una actividad productiva incipiente pero en franca expansión gracias a las políticas nacionales de promoción de la industrialización. También se observa un paulatino abandono de la doctrina Betancourt y la consiguiente laxitud frente a los regímenes de facto, lo que generó una baja en la prioridad otorgada a la OEA, que se compensó con una acción mucho más clara a nivel de Naciones Unidas.

En este período, de nuevo Acción Democrática sienta las bases para el desarrollo de políticas consideradas como exitosas por el país. El inicio de los contactos y relaciones con el Caribe en proceso de independencia, con la Unión Soviética y otros países socialistas, el inicio de la renegociación del Tratado Comercial con los Estados Unidos, son algunas de las gestiones que inició el Presidente Leoni y que culminaron bajo el mando del Presidente Caldera.

A partir de 1974, el Gobierno del Presidente Pérez le da un renovado ímpetu a la acción exterior venezolana. Las características fundamentales de este período fueron una mayor focalización regional o hemisférica de la política exterior, con especial énfasis en Centro América y el Caribe, como posibles focos de tensión y conflicto que pusieran en peligro la estabilidad y la seguridad nacional de Venezuela. La promoción de la Democracia y de los derechos humanos adquiere una nueva vitalidad, sobretodo debido a la actitud favorable del Gobierno del Presidente Carter de los Estados Unidos. Las mayores coincidencias políticas con los Estados Unidos y la necesidad de garantizar mercados petroleros llevó a un proceso de entendimiento con este país, a pesar de la nacionalización petrolera, que generó una relación inicial de desconfianza que fue superada. La nacionalización proyectó el liderazgo de Venezuela a nivel internacional, sobre todo en el mundo en desarrollo, basado en un prestigio y riqueza financiera creciente.

Las acciones políticas hacia Centroamérica y el Caribe se centran en una intervención de muy alto nivel en las negociaciones del Canal de Panamá, apoyo al proceso democrático en Centroamérica y la posición de Venezuela como contrapeso a las acciones subversivas de Cuba. Todas ellas fueron iniciativas del gobierno del Presidente Pérez, a las cuales se unieron otras como el Nuevo Orden Económico Internacional y la creación del SELA.

Posteriormente, la creciente reducción de recursos y la consiguiente crisis de la deuda externa provoca un repliegue paulatino y sostenido de Venezuela en el que los cambios en el sistema internacional con el inicio del derrumbe del comunismo y la grave crisis que aqueja a todas las naciones del continente dejan sin aliento y sin rumbo definido a la política exterior. La llamada «Década Perdida de los 80» tuvo para Venezuela las mismas significaciones que para el resto de América Latina: menor relevancia de su acción en todos los ámbitos. Las vulnerabilidades estructurales internas no pudieron ser subsanadas, lo que provoca una especie de repliegue de la política exterior que sólo mantiene los frentes sin desarrollar nuevas iniciativas.

Sin embargo, surgen nuevos problemas y preocupaciones que generan el interés de Venezuela. Uno de los más resaltantes, donde asumimos un papel de liderazgo, es en la creación en diciembre de 1986, del Mecanismo Permanente de Consulta y Concertación Política. Esta iniciativa nace a partir de la experiencia del Grupo de Contadora y Grupo de Apoyo, conocido como Grupo de los Ocho y génesis de lo que se conocería como Grupo de Río(6). En esta ocasión, Venezuela ante la situación de crisis general de América Latina resuelve promover esta iniciativa como forma de fortalecer los procesos democráticos y superar la crisis económica de la región. Pero no sólo eso, otras acciones como la relacionada con el fenómeno del narcotráfico, que significó una iniciativa de Venezuela presentada en el marco de la ONU por el Presidente Lusinchi en 1984, donde propuso la creación de una Convención contra el Uso Indebido y Tráfico Ilícito de Drogas, que contemplara las nuevas características y dimensiones del problema, mantuvo la vigencia de nuestra política exterior(7).

Podemos entonces observar que en un período donde América Latina aparecía como un continente sin esperanza, sumergido en una grave crisis económica, Venezuela sale adelante y propone una serie de iniciativas que trataron de rescatar una posibilidad de acción, ya no individual sino colectiva, que le permitiera a nuestro país y a la región salir adelante.

En el último período del Presidente Pérez se amplía de manera preponderante la agenda internacional y se intensifica el factor económico-comercial, el cual asume un papel central del planteamiento de política exterior de Venezuela, sin ser abandonados otros elementos tradicionales como la Democracia y la integración política del continente. Los postulados del Gobierno del Presidente Pérez presentan temas a los que se les da un énfasis muy relacionado con el esquema de desarrollo que propone en el Plan de la Nación. Es tal vez la primera ocasión cuando se otorga a lo internacional una importancia práctica determinante para el logro de los objetivos económicos internos. Influyen los procesos de cambio dentro de Venezuela y en el sistema internacional; la globalización pasaba de ser concepto a ser realidad tangible y la competitividad nacional se ve como respuesta preponderante a la crisis del modelo de desarrollo nacional.

Estos nuevos elementos se combinan con acciones políticas de importancia como el tratamiento de la problemática bilateral con Colombia bajo una óptica integral de las relaciones, en el que la realidad económica de los dos países y normas adecuadas de intercambio provocan un incremento comercial inusitado que imprime un nuevo aliento al Pacto Andino. Se firma un acuerdo de preferencias unilaterales con el Caribe y se negocia la constitución de la Asociación de Estados del Caribe, acciones con un significado tanto político como económico. Se comienza con el concepto de «regionalismo abierto» al participar Venezuela en los más variados esquemas de integración. Se inicia una agresiva estrategia de firma de Tratados de Promoción y Protección de Inversiones y de Doble Tributación, se ingresa al GATT y al Movimiento de los No Alineados. Esto último podría ser asumido como una acción de carácter político dentro del nuevo espacio que Venezuela esperaba reconquistar en el escenario internacional.

También durante este período nuestro país asume acciones en lo político que significan una renovada presencia de Venezuela en el ámbito continental. Aparte del continuo apoyo al proceso de paz en Centroamérica mediante la participación en esquemas como el Grupo de Apoyo y Comisión de la Verdad de la ONU con El Salvador, Grupo de Amigos de Guatemala, y una acción sin precedentes en el caso de Haití, Venezuela asume como suyas la defensa de Democracia y actúa como impulsor de diferentes iniciativas en el marco de la OEA.

Es en este foro, donde Venezuela presenta en la Asamblea General de Santiago en 1992 un proyecto de resolución denominada «Democracia Representativa» que es aprobada y se convierte en una aplicación práctica a nivel hemisférico de la Doctrina Betancourt, al establecer en un plazo no mayor de 10 días un llamado a sesiones de la Reunión Ad-Hoc de Ministros de Relaciones Exteriores en caso de la interrupción abrupta o irregular de un Gobierno democráticamente electo en cualquier país miembro de la OEA. Esta resolución, acción práctica dentro del aún no ratificado Protocolo de Washington, unida a la propuesta de Venezuela de crear la Unidad para la Promoción de la Democracia, es respuesta directa y efectiva a los problemas de estabilidad del país.

En estos tiempos de crisis interna y de cambio internacional es imprescindible que Acción Democrática continúe dando sus aportes en la formulación de la política exterior venezolana mediante la definición de elementos realistas de política. Sin embargo, un juicio positivo de los postulados internacionales del partido y de la acción exterior en gobiernos de Acción Democrática no es suficiente. Estos momentos de reflexión con motivo de sus 56 años y a la luz de los venideros procesos electorales, deben ser la base de partida para analizar qué resultó en la práctica, qué elementos se deben preservar o de qué manera se deben modificar. La verdadera interrogante debería estar referida a la forma o manera en que se pueden aprovechar los factores externos en la concreción de los proyectos políticos nacionales que presenta un partido como AD, haciendo hincapié en el fin último del Estado: el logro del bienestar y desarrollo social y económico de las grandes masas de venezolanos en situación de miseria e indefensión.

De hecho, la necesaria relación entre la política interna y la exterior, más que definición conceptual lógica debe tener consecuencias prácticas. Una política exterior exitosa debe tener consecuencias tangibles en la realidad nacional. No basta lo enunciativo ni la definición del supuesto aporte abstracto de la acción exterior, sino que se debe tratar de lograr una dimensión que trascienda al gobierno y se interne en la sociedad venezolana. Las características de la crisis por la que Venezuela atraviesa y las condiciones del mundo no sólo sugieren sino claman por soluciones que provengan de las más variadas fuentes. El país cuenta con una capacidad de acción ignorada y sub-utilizada que debe ser incorporada a la lucha cotidiana en pro del bienestar del venezolano. Esta concepción es la única que justifica el mantenimiento de un servicio exterior que para muchos luce costoso, superfluo e inoperante.

El reto de redefinir una Doctrina de Política Internacional de Acción Democrática pasa por la determinación de lo que el partido aspira que sea la Venezuela del porvenir. La idea es que AD continúe dando aportes pioneros significativos como hizo en el pasado, que no se limite a responder a situaciones exógenas y que sus propuestas estén en capacidad, por una parte, de adaptarse a la situación cambiante del mundo que aún está en pleno desarrollo y no está claro cómo nos afectará y, por otra, que se traduzca en acciones muy concretas que tengan un impacto directo en el bienestar y calidad de vida de todos los venezolanos. Solo estas bases podrán conformar una propuesta realista.

Notas

(1)Sosa Abascal, Arturo. Rómulo Betancourt y el Partido del Pueblo (1937-41), Ed. Fundación Rómulo Betancourt, Caracas, 1995, pp. 417-

(2) Sosa Abascal, Arturo. Op. Cit.

(3)Para el PDN, el término nacionalismo americano se refería a la comunidad de naciones latinoamericanas, excluyendo a los Estados Unidos.

(4)Cartay Ramirez, Gehard. Política y Partidos Modernos en Venezuela, Ed. Centauro, Caracas, 1983, pp. 197-230

(5)Betancourt, Rómulo. Hacia América Latina Democrática e Integrada, Ed. Senderos, Caracas, 1967.

(6)Consalvi, Simón Alberto. Un momento Histórico de América Latina, Pomaire, Caracas, 1988.

(7)Consalvi, Simón Alberto. Los Papeles del Canciller, 1985-88, Ed. Ex-Libris, Caracas, 1989.

(8)Ministerio de Relaciones Exteriores. Libro Amarillo, correspondiente a 1991, 1992.

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