Cine

The Hateful Eight: La abyección y sadismo de Tarantino, por Martha Escalona Zerpa

Sinopsis

Años después de la Guerra de Secesión (1861-1865), una diligencia avanza a toda velocidad por el invernal paisaje de Wyoming. Los pasajeros, el cazarrecompensas John Ruth (Kurt Russell) y su fugitiva Daisy Domergue (Jennifer Jason Leigh), intentan llegar rápidamente al pueblo de Red Rock, donde Ruth, conocido en estos lares como “El verdugo”, entregará a Domergue a la justicia.

Por el camino, se encuentran con dos desconocidos: el mayor Marquis Warren (Samuel L. Jackson), un antiguo soldado negro de la Unión convertido en cazarrecompensas de mala reputación y Chris Mannix (Walton Goggins), un renegado sureño que afirma ser el nuevo sheriff del pueblo.

Como una tormenta de nieve está a punto de alcanzarlos, Ruth, Domergue, Warren y Mannix se refugian en la Mercería de Minnie, una parada para diligencias de un puerto de montaña. Cuando llegan al local de Minnie, en lugar de recibirlos su dueña, se topan con cuatro rostros desconocidos.

El mexicano Bob (Demian Bichir), que se ocupa del negocio de Minnie mientras ella visita a su madre, se encuentra allí refugiado junto con Oswaldo Mobray (Tim Roth), verdugo de Red Rock, el vaquero Joe Gage (Michael Madsen) y el general confederado Sanford Smithers (Bruce Dern). Mientras la tormenta cae sobre la Mercería de Minnie, los ocho viajeros descubren que tal vez no llegarán hasta Red Rock después de todo (…) (Fuente: www.butaca.net)

Crítica

Los odiosos ocho (The Hateful Eight), la octava película de Quentin Tarantino, es una largísima y grotesca puesta en escena de las emociones más abyectas y destructivas del ser humano: odio, rencor, desconfianza, misoginia y racismo.

La película dura tres horas (187 minutos), solo aguantable con una pausa de 20 minutos, y la acción, más propiamente los intrincados e intelectualizados diálogos de sus protagonistas se desarrollan basicamente en dos escenarios: afuera y dentro de la diligencia que viaja a Red Rock en un paisaje profundamente nevado en Wyoming y luego dentro de una cabaña de madera (la Mercería de Minnie), donde los Odiosos Ocho (7 hombres y 1 mujer) interactuan forzosamente (debido a una tormenta de nieve) en una atmósfera llena de resentimientos, ofensas, engaños, golpes, balazos y torrentes incomesurables de sangre quue dejan la cabaña brutal y asquerosamente roja.

Los odiosos ocho refiere, sin lugar a ninguna duda, al placer sádico de Tarantino y a su evidente regodeo en la violencia y su exposición extrema en baños de sangre y partículas de cerebro o piel humanas. Si sus anteriores películas: Reservoir Dogs, Kill Bill, Pulp Fiction, Django Unchained o The Inglorious Bastards también contaron con una gran dosis de violencia y de baños de sangre, otros elementos acompañantes como la comedia, la caricatura, la ironía e incluso las disquisiciones políticas e intelectuales pudieron compensar el uso de la misma.

En Los odiosos ocho no hay ninguna explicación o argumento de peso para justificar los continuos excesos de violencia de los siete hombres protagonistas (los actores: Kurt Russell, Samuel L. Jackson, Tim Roth, Walton Goggins, Michael Madsen, Bruce Dern, Démian Bishir, Channing Tatum) entre si y la misoginia y agresiones permanentes de, por lo menos dos de ellos, hacia la única protagonista mujer (en el rol la actriz: Jennifer Jason Leight). Ni tampoco para encontrarle un sentido a los diálogos racistas y cargados con la palabra más mencionada en los 187 minutos; „nigger“ , que no son revisados en ningún momento, la humillación y violencia sexual ejercida por el hombre negro hacia el hombre blanco desprotegido, etc.

Y, por ello, Los odiosos ocho, esta gran esperada película de Tarantino, no solamente es moralmente inaceptable, sino un absoluto fraude conceptual y fílmico. Un exceso de brutalidad y violencia en un mundo ya excesivamente brutal, lleno de odios y resentimientos, y que no aporta nada hacia el entendimiento de los unos y los otros, ni de los blancos y los negros, ni de los hombres y mujeres.

Ni siquiera la música de Ennio Morricone puede ayudar a digerirla, ni las evocaciones al estilo de las películas del viejo oeste con un aire exploratorio y detectivesco a la Agatha Chistie. Y, tampoco, la continua referencia a la figura de Abraham Lincoln (a través del recurso de una carta que Lincoln habría escrito a Major Marquis Warren (Samuel L. Jackson)) y su fundamental rol en la Proclamación de la Abolición de la esclavitud en 1863.

No, nada de ello es consistente. Mejor quedarse en casa que ir a gastar el dinero en ser cómplice del regodeo sadista de Tarantino en una película de formato gigantesco: Ultra Panavision 70 mm.

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