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Cómo renacer

Como San Juan Bautista es un personaje central del Adviento, que es tiempo de preparación para la Navidad, es bueno revisar el relato que del Precursor del Señor hacen los cuatro Evangelistas (Mt. 3, 1-12; Mc. 1, 1-8; Lc. 3, 1-17; Jn. 1, 6-28), para observar varias cosas importantes a tener en cuenta en preparación para la venida del Señor.

San Juan Bautista predicaba un bautismo de arrepentimiento. Pedía con su predicación que la gente se convirtiera de la vida de pecado y se resolviera a vivir una nueva vida de acuerdo a la ley de Dios. Es lo que nosotros debemos hacer en preparación a la venida del Señor, rellenando las bajezas de nuestro egoísmo y envidia; rebajando las alturas de nuestro orgullo y altivez; enderezando los caminos desviados y equivocados que no nos llevan a Dios; suavizando las asperezas de nuestra ira e impaciencia; en general, corrigiendo nuestros defectos, vicios y pecados.

Vemos en estos relatos cómo San Juan Bautista cumplió con su misión de anunciar al Mesías y de preparar su camino. Y cuando lo vio venir pudo reconocerlo por una íntima revelación que Dios le dio, la cual él hace pública: «Yo no lo conocía, pero Dios, que me envió a bautizar con agua, me dijo también: «Verás al Espíritu bajar sobre Aquél que ha de bautizar en Espíritu Santo y se quedará en Él.» ¡Y yo lo he visto! Por eso puedo decir que Este es el Elegido de Dios» (Jn. 1, 33-34).

Entonces, al ser preguntado por qué bautizaba si no era el Mesías, San Juan Bautista dice que ciertamente él ha estado bautizando con agua, pero que Aquél que va a venir después de él, bautizará con el Espíritu Santo.

Jesucristo confirmará este anuncio de San Juan Bautista. En el diálogo nocturno que tuvo con Nicodemo, le dice a este buen fariseo: «En verdad te digo, nadie puede ver el Reino de Dios si no nace de nuevo, de arriba». Y, ante el asombro de Nicodemo, Cristo le explica: «El que no renace del agua y del Espíritu Santo, no puede entrar en el Reino de Dios … Por eso no te extrañes que te haya dicho que necesitas nacer de nuevo, de arriba» (Jn. 3, 3-7).

Y ¿qué es nacer de nuevo, de arriba? Para entender esto, no hay más que ver a los Apóstoles antes y después de Pentecostés (cfr. Hech. 2 y 5, 17-41). Antes eran torpes para entender las Sagradas Escrituras y aún para entender las enseñanzas que recibieron directamente del Señor. También eran débiles en su fe, deseosos de los primeros puestos y envidiosos entre ellos. Eran, además, temerosos para presentarse como seguidores de Jesús, por miedo a ser perseguidos.

Pero sí hicieron algo: Creyeron y obedecieron el anuncio del Señor: «No se alejen de Jerusalén, sino que esperen lo que prometió el Padre, de lo que Yo les he hablado: Que Juan bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados en el Espíritu Santo dentro de pocos días» (Hech. 1, 4-5).

Y ¿cómo se nace de nuevo, de arriba? ¿Cómo se nace del Espíritu Santo? Para esto también hay que ver a los Apóstoles muy especialmente en los días entre la Ascensión del Señor y Pentecostés, y también a lo largo de todos los acontecimientos narrados en los Hechos de los Apóstoles: Nos dice la Escritura que los Apóstoles perseveraban en la oración junto con María, la Madre de Jesús (Hech. 1, 14).

Quien ha nacido del Espíritu Santo se da cuenta de que vive para Dios y de que pertenece a Dios; se da cuenta de que Dios es lo más importante en su vida, de que Él rige su vida y de que toda su vida está orientada hacia Él, en preparación al momento de su paso a la eternidad, el cual tendrá lugar el día de su muerte o cuando Cristo vuelva al fin de los tiempos.

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