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De como surgió mi viaje al camino de Santiago

En los próximos días viajo de nuevo a España. En esta oportunidad una casualidad me lleva a hacer ese viaje. Les cuento:
Suelo despedirme de las ciudades que me gustan y La Coruña me encanta. A finales de marzo de este año caminaba cerca de los Jardines de Méndez Núñez y, en esa despedida, miraba las hermosas galerías que le han dado a esa ciudad el nombre de “la ciudad de cristal”. Disfrutaba cada ventana, cada cortina, cada detalle y, de pronto, sentí la necesidad de saber cómo se llamaba la avenida donde yo estaba y que pasa, justo, frente al Cantón Grande y el Cantón pequeño. En una esquina paré a la primera persona que transitaba por ahí. Suelo ser despistada y, en ese momento, el señor al que me dirigí no me llamó la atención. Él, amablemente, respondió a mi pregunta de típica turista, pero me sorprendió que me respondiera dándome muchos detalles y, además, era evidente que disfrutaba haciéndolo.

Los gallegos, cuando no conocen a una persona, suelen ser muy parcos y éste no lo era. A los pocos minutos terminamos sentados en un banco de los Jardines de Méndez Núñez mientras, extasiada, escuchaba una extraordinaria historia pues frente a mí tenía a un auténtico peregrino.

Peregrinos hay muchos ya que el Camino de Santiago es un lugar emblemático y cientos de personas lo recorren a diario, pero Félix Piñeiro Rey -así se llama este coruñés- no es un peregrino común y, mucho menos, anónimo. En 1993 hizo el peregrinaje desde Munich hasta Santiago de Compostela en tan sólo 62 días y entró en el libro de Récord Guinness por esa odisea. La prensa y la televisión reseñaron su historia.

Me quedaban apenas dos días en La Coruña pues debía partir para Madrid. Sentí un profundo pesar de haber conocido a Félix tan tarde ya que era la persona exacta para recorrer nuevamente cada rincón de Santiago de Compostela, esa ciudad extraordinaria y llena de arte por todos lados que tanto me gusta. ¡Quién mejor que él para mostrarme a Santiago! En cosa de minutos nos entendíamos muy bien y en el poco tiempo que me quedaba fuimos a Sada, otro hermoso lugar de la bella Galicia. También tuve el enorme placer de comer en su casa y me sorprendió la vida tan sana que lleva este hombre pues su comida no es como la que consume la mayoría de la gente. En su cocina se respira pura naturaleza.

En su casa me obsequió el libro que escribió sobre su larga caminata. Luego, cuando partía hacia Madrid, él me despidió en el andén. Para entonces, había entre nosotros una amistad incipiente. En Madrid leí por primera vez su libro: una perfecta bitácora con todos los detalles de los 62 días de su larga caminata en solitario y del entrenamiento previo que lo llevó, un mes antes de partir a Munich, a hacer el recorrido del Camino de Santiago desde Saint Jean Pied de Port (Francia) hasta Santiago de Compostela. Ese recorrido -que es el que todo el mundo hace- Félix lo hizo sólo a manera de ensayo. Lo suyo resultó mucho más fuerte y para ello empleó más de trece meses de preparación física.

Ya en Venezuela volví a leer ese texto y sentí que, más que un libro, aquello era un perfecto mapa con el número exacto de kilómetros recorridos, un frío inmenso y la lluvia perenne cayendo desde esas páginas.

Como libro le encontré muchos defectos, no así como bitácora. Me costaba aceptar el hecho de que una historia tan buena se hubiese desperdiciado. Le hice el comentario a Félix y él aceptó la crítica.

Nuestra amistad fue creciendo a pesar de la distancia, sin embargo no me resultaba nada fácil entenderme con este gallego. No comprendía su mentalidad, ni él la mía, y eso nos llevó, más de una vez, a tirarnos los pastelillos, como dicen los españoles. Pero debo reconocer que si algo admiro en Félix es la constancia y, para mí, eso es lo que más se destaca en su libro como norma de vida. A pesar de nuestras diferencias, Félix nunca se rindió. A sus 68 años es un hombre sabio, pero con el defecto de creer que siempre tiene la razón y, eso, mi carácter no lo soporta.

Con paciencia -más de su parte que de la mía- se terminó de fraguar nuestra amistad. Empecé, entonces, a mandarle mis artículos a su `máquina infernal´, como llama a su ordenador portátil (laptop). Comenzó a leerlos y le encantaron. Fue así como se dio cuenta de que yo escribía en serio y lo hacia bien, al menos para él. Un día me planteó que escribiera su libro nuevamente, y acepté.

Recientemente, cuando me preparaba para comenzar tan ardua tarea desde Venezuela, Félix me sorprendió con una propuesta muy interesante: ir ya al Camino de Santiago para que yo viera con mis propios ojos lo que es aquello y el ambiente que ahí se respira. Le pedí unos días para pensarlo pues mis ocupaciones me impedían viajar inmediatamente. Propuse diciembre, pero me argumentó que para ese mes las condiciones climáticas son muy fuertes para una persona inexperta como yo. Entonces acordamos hacerlo a comienzos de este otoño, así que dentro de pocos días estaré volando con destino a España para partir con Félix hasta Roncesvalles o Saint Jean Pied de Port. Lo mejor de todo esto es que haré el famoso Camino de Santiago con un guía de lujo.

Me enorgullece que Félix haya confiado en mí porque los gallegos no desperdician un euro malamente. Ellos calculan muy bien en qué lo van a gastar. La confianza que Félix me tiene llega al punto de darme libertad total para reescribir su libro. Lo haré basándome en el original. Para mí es un reto que asumo con el natural temor de no salir airosa de ese compromiso que me reclamará mucha dedicación.

Fue así como surgió un viaje que nunca pensé hacer ya que jamás me interesé en el Camino de Santiago, pero por esas cosas de la vida -y quizás presagiando mi futuro- siendo una adolescente me regocijaba contemplando una estampa de una de las tantas imágenes que se pueden ver en la Catedral de Santiago de Compostela si miramos desde la mítica Plaza del Obradoiro. Nunca imaginé, al observar esa estampa que aún conservo, que un día estaría tan cerca de un verdadero peregrino, esos personajes que, con sus vieiras, parecen de mentira… pero existen. ¡Si lo sabré yo!
No es común conocer a alguien en otro país y poco tiempo después hacer un gran viaje con esa persona y que, además, te haga el encargo de escribir su historia. Por todo eso me siento inmensamente afortunada.

Debido a la novela que escribo -cuyo personaje principal pasa los últimos días de su vida en el altiplano boliviano- ya me había comenzado a interesar por los viajes de aventura, incentivada, tal vez, por las andanzas de mis amigos montañistas y por otros amigos que practican esos deportes extremos que tanto me atraen. De niña sí caminé mucho por las montañas de los andes venezolanos.

No sé por qué Félix no me llamo la atención ese día en que, despistada, lo paré cerca de los Jardines de Méndez Núñez. Vestía todo de jean con un chubasquero rojo. No tenía idea de que me estaba dirigiendo a un caminante incansable, deportista de toda la vida, hasta el punto de que un periódico lo llamó `el atleta peregrino´. Quienes le conocen dicen que es una auténtica máquina de andar. Lo cierto es que Félix no pasa desapercibido por su particular estilo de vida, su cabello muy largo y rubio, y su ropa de jean, en perfecta armonía con el azul de sus ojos que parecen haberse tragado todo el mar de Galicia.

Definitivamente fue una casualidad la que se encargó de presentarnos porque esa mañana de primavera yo no tenía pensado caminar por ese lugar donde conocí a este coruñés que sobresale entre tanto peregrino anónimo por haber realizado a pie un recorrido de 2400 kilómetros, el más largo de los certificados hasta el momento en el Camino de Santiago, al menos en solitario y sin una brújula, como él mismo lo dice.

Decidí contarles esta anécdota tan personal para que cuando escriba extensamente sobre Félix sepan cómo llegué a él.

Félix Piñeiro Rey es poseedor de una historia indudablemente atractiva que merece ser contada y ampliamente difundida. Considero que merece la pena que otras personas tengan acceso a él a través de su libro y de un website anexo al mismo. En los próximos días tendré la oportunidad de empaparme más de esa historia para contárselas a todos ustedes, pero muy especialmente a aquellos que sueñan con hacer -o repetir- el Camino de Santiago y lograr tener en sus manos la ansiada compostela.

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