Entretenimiento

Edecio Barazarte: Vivo urdiendo la filigrana de mis sueños

Para Anna Maria y Gianfranco Porchia

Este radiante mundo de metal y piedra

en éxtasis me arrebata, y quiero con frenesí

las cosas que llevan sonido y luz entreveradas.

Charles Baudelaire

Edecio Barazarte nació en Boconó un día de abril —el mes de las aguas mil, como dicen nuestros campesinos—, de ahí su telurismo y pasión por todo lo que, bañado por las aguas, brota de las entrañas de la madre tierra.

Gracias a la onírica labranza de Edecio Barazarte, las flores y metales se transforman en esas inapreciables alhajas que le han permitido obtener importantes galardones: el Primer Premio del III Salón Nacional de Orfebrería; el honor de haber sido invitado para exponer en la Sede de la UNESCO y en el Palacio de Versalles en Paris, Francia, y también en Colombia, Perú, México, España, Nueva Zelanda y Japón, entre otros países.

Sus joyas, como dice Jung, son “energía y luz, luz ctónica”, pues hablan no sólo del precioso metal con el cual están hechas sino de todo ese mundo de neblinas y páramos, de flores y estrellas, de ventiscas y lagunas encantadas, que bordan de magia las vivencias y ensueños del orfebre.

Nuestra conversación transcurre frente al verdor de los jardines del Museo “Trapiche de los Clavo” en Boconó, donde Edecio Barazarte tiene su taller de orfebrería. Nos acompaña Mary Bastidas, su esposa y también orfebre, quien, como sus piezas, zarcillos más que todo, se caracteriza por la silenciosa belleza de su presencia.

De Edecio Barazarte me llama la atención la dulzura y la cadencia boconesa de su voz, su humildad y autenticidad propias de la gente que se sabe en armonía con lo bello y lo terrible de la naturaleza.

— Edecio, ante sus joyas no puedo sino recordar los versos de Rimbaud:   “¡Oh! Piedras preciosas que se ocultaban./ Flores que miraban ya”. Además, no sabés cuánto tiempo tenía detrás de vos para tener esta conversa, y en este lugar tan lindo. Mucho me gustaría saber cuándo y cómo nació su pasión por la orfebrería.

¡Ah rigor!, haberlo sabido antes y entonces desde cuándo estuviéramos conversando. Bueno, yo nací aquí en 1964, estudié la primaria en el Grupo Escolar “Máximo Saavedra”; luego hice la secundaria mitad en el Liceo “Juan Bautista Dalla Costa” y mitad en la Escuela Granja “Eusebio Baptista”, donde me gradué de bachiller. Después comencé estudios universitarios y los interrumpí para ingresar en la Escuela de Música “Esteban Razquin” de Trujillo. Y más luego es cuando comienzo a trabajar como artesano.

Siempre sentí inquietud por el trabajo de los metales, sobre todo por las piezas de platería. Creo que todo comenzó cuando vi unas vasijas peruanas de Camusso en unas revistas y también las joyas y objetos de platería mexicana que vi en las estampas que ilustraban unos libros; además, en ese momento había en el Ateneo de Boconó una escuela de orfebrería que la dirigía Francisco Porras, un orfebre y vitralista mexicano que trajo la señora Myriam Sambrano de Urosa. Más luego fui creando vínculos con las personas que trabajaban en ese taller y hacían trabajos de orfebrería en el medio artesanal.

Después, por medio de una señora que se llama Gladys Mendoza de Gonzalo, se gestionó un centro de acopio artesanal que se llamó Centro de Acopio Artenal “Tiscachic”, el cual funcionó como asociación de artistas populares y artesanos del Municipio Boconó. En sus espacios convergimos todos, los que se dedican a la cestería, los tallistas de la madera, los alfareros como la Familia Briceño, y hasta artistas muy reconocidas como Lorenza Bastidas y Rafaella Baroni. Yo trabajaba como artesano de los metales.  Desde ahí llevábamos nuestros trabajos a las exposiciones en galerías y museos de Caracas, pues en “Tiscachic” teníamos la oportunidad de que nuestros trabajos estuvieran a la vista del público, comprador o no, y de la gente del Consejo Nacional de la Cultura (CONAC). El CONAC nos apoyó con el financiamiento de la asociación, y con eso podíamos comprar los materiales, pagar los gastos de funcionamiento y transportar nuestro trabajo para mostrarlo en otras partes. Fue así como comenzó mi relación con los orfebres.

¿Sus joyas siempre han sido en oro o en plata?

— No, yo comencé a trabajar con bronce, cobre y otros metales no preciosos porque no tenía acceso a la plata ni mucho menos al oro, pero sí pude ver cómo se hacían los trabajos no sólo en plata sino en oro y titanio. Fue un tiempo en que tuvo mucho auge el oro, ya que ahora casi no se puede  trabajar con él, no sólo por lo costoso sino porque nadie se atreve a usarlo libremente por causa de la inseguridad personal que se vive en el país. Pero el trabajo de los metales es igual… Es igual, técnicamente, tanto el de la plata como el del oro. Es el mismo proceso.

Hablando de proceso, ¿cómo ha sido el de su formación?

¡Soy autodidacta! Me nutrí a través de los libros que hablaban de la orfebrería de culturas de tiempos pasados, de la orfebrería en Egipto, Perú, México, Colombia, y de muchos lugares de Europa donde se ha venido haciendo. ¡Orfebrerías milenarias!

Uno, motivado por esa inquietud de investigar, siempre buscaba aunque fuera el recurso informativo. Ya después de tener unos cuantos años trabajando en la orfebrería fue que pude participar en algunos talleres tanto acá en Venezuela como en el extranjero.

Así conocí a orfebres de la talla de Alexis de la Sierra y Lourdes Silva, y me encantaban la cosas que hacían, la exposición de sus joyas en las galerías y los trabajos que se publicaban sobre ellos en las revistas. Me impresionó el trabajo con el titanio de la señora Silva. Seguí investigando todo sobre la orfebrería, de ahí que puedo considerarme un autodidacta. Luego sí tuve la oportunidad de viajar y participar en talleres, y conocer los talleres de grandes orfebres donde podía ver sus obras y mostrarles las mías.

Es decir, usted ha tenido oportunidad de aprender de maestros de la orfebrería y al mismo tiempo compartir sus conocimientos con ellos y otros orfebres colaboradores.

Sí, en Perú los hice sobre una técnica específica, muy linda, milenaria, que es la filigrana. En Perú hay grandes maestros que tienen tras de sí siglos de experiencia en la técnica de la filigrana, la cual vino con los españoles, pero se radicó en América en el Perú, en Catacaos, departamento de Piura, una zona limítrofe entre Ecuador y Perú, y es allí donde están concentrados todos los orfebres filigraneros. Uno puede conseguir orfebrería en plata en todo Perú, ya sea en Lima o en Cusco, pero la filigrana está es ahí, en Catacaos.

— ¿Y cómo se hizo posible ese viaje?

— Pues por cosas de la vida, ya que a veces se le dan a uno oportunidades muy bonitas. Esa ida fue gracias a una invitación que me hicieron en Bogotá, Colombia, donde participé en una muestra de orfebrería contemporánea con varios orfebres de distintos países. Allá casi me morí cuando pude ver todo lo que hay en el Museo del Oro; además, tuve la suerte de hacer una visita a la UNESCO y a Artesanías de Colombia, que es una institución muy buena. Fue gracias a esas instituciones que me invitaron al Gran Taller de Diseño de Joyas, dictado por tres maestros: uno en diseño de modas, otro en orfebrería y otro en imagen corporativa. De ahí fuimos a Perú por petición de la UNESCO.

También, gracias a la UNESCO, hicimos una muestra de orfebrería de todos los países andinos. Eso lo presentamos en la sede principal de la UNESCO en Paris. Y siempre gracias a la UNESCO, participé luego en Paris, en el Palacio de Versalles, muy exitoso también, en la Feria Internacional de Paris, que es muy linda porque se muestran todos los trabajos del mundo. Viendo cosas de otros países del mundo uno se motiva mucho. Pero también he tenido la suerte de participar en talleres en México. De ver los trabajos de México y conocer a muchos de sus orfebres. Fue muy enriquecedor cuando estuve en Zacatecas en 2009.

— ¿Ese encuentro con la orfebrería mexicana también fue gracias a la UNESCO?

— No, esta vez fue gracias al Patronato de la Plata del Perú. El Patronato realiza un evento cada dos años, en el cual se hace un encuentro y una exposición internacional, y me invitaron.  En esa oportunidad lo realizaron en México, en Zacatecas. Allá aprendí que la riqueza y el trabajo de cada lugar son diferentes, y el trabajo de ellos es muy indigenista. Hay trabajo contemporáneo pero siempre marcado por el trabajo indigenista, es decir, por el estilo de sus ancestros. Fue una exposición iberoamericana y estuve en compañía de orfebres de casi todos los estados de México y de todos los países de América Latina. Fue todo muy bonito, pues.

— Antes de hablar sobre sus joyas, me gustaría saber algo más de su experiencia en esas exposiciones internacionales y, sobre todo, en los Salones nacionales.

— No sé si sabe que “Tiscachic”, después de casi 14 años funcionando, se perdió por cuestiones políticas. Como le digo, surgieron cuestiones ajenas al arte que finalizaron la gestión de ese centro piloto del país, mediante el cual pudimos exponer en diferentes lugares de dentro y fuera de Venezuela. Gracias a “Tiscachic” fue que llegamos a tener tan buenos contactos y darnos a conocer por la calidad de los trabajos que se hacían en Boconó; trabajos que eran referencia obligada porque todos eran artesanos que se destacaron, pues también muchos han fallecido, o se destacan, al obtener premios nacionales e internacionales. En la “Bienal Bárbaro Rivas”, que es muy importante, Boconó, de 27 premios que otorgaron se trajo 13 premios. Eso era muy satisfactorio, y además estimulante, pues lo motivaba a uno a dar lo mejor de sí. Yo sigo, así como otros amigos que continuamos trabajando, pero eso sí en la intimidad de nuestros talleres, cada quien en lo suyo.

Con Mary, tenemos dentro del Museo “Trapiche de los Clavo”, desde su fundación, el taller y la pequeña tienda donde exhibimos y vendemos no sólo nuestras joyas sino tallas y otros trabajos de compañeros artesanos. Así que como le dije, desde que se fundó el Museo Trapiche de los Clavo, desde la fundación de este gran museo, tuve la posibilidad de que en el área de talleres que lleva el nombre de don Pepe Velázco, quien en vida fue un extraordinario talabartero, me asignaron un espacio donde tengo  mi taller, que es como si fuera mi segunda casa. Tengo un trabajo tan bonito que yo trabajo de lunes a domingo, ya que todos los días me voy a mi taller, aunque no todo el tiempo. Pero este trabajo, como todo lo que le gusta a uno, lo atrapa; la verdad es que yo me siento muy a gusto en mi taller, donde recibo todas las invitaciones a participar en los Salones Nacionales y en las exposiciones internacionales.

Como usted sabe la orfebrería está considerada como una de las artes del fuego, por eso he participado en varias oportunidades en el “Salón Braulio Salazar”, que es el que entrega los premios, las menciones, a la cerámica, el esmalte, la orfebrería, el vitralismo, es decir, a todas las artes del fuego.

También en el Salón Anual de Orfebrería del Ministerio de la Cultura. En el III Salón Nacional de Orfebrería, celebrado en el año 2007, participamos 140 orfebres de todo el país; todos con excelentes trabajos, pero Dios me dio la gran dicha, la satisfacción, de obtener el Premio Nacional de Orfebrería. También he obtenido algunas menciones importantes como la que se llama “Mención Selección del Público”, la cual me alegró mucho porque esa no depende de un jurado, de la crítica especializada, sino del público, de la gente en general que asiste al Salón, a la exhibición.

Y como ya le dije, he participado en bastantes exposiciones tanto en Venezuela como en España, Francia, Perú, México y Colombia, y, afortunadamente, en todos esos lugares he obtenido reconocimiento. ¡Claro!, no siempre lo hago en presencia, pero sí he enviado a participar mis trabajos en muchos lugares del mundo, por ejemplo, a Nueva Zelanda, Japón. Muchas han sido individuales, otras colectivas, ya que nos juntamos varios orfebres y enviamos las joyas representando al país.

Me gusta cuando recibo la invitación para asistir, pues así puedo ver con mis propios ojos los trabajos que otros orfebres están haciendo en otras partes del mundo, conocer otras culturas, otras maneras de ser. Porque en la orfebrería hay distintas maneras de hacer el trabajo: la filigrana, la escultórica; eso sí, son muy bellos todos los trabajos.

— Cuando en el año 2007 ganó el Premio Nacional de Orfebrería su collar «Tiempo, retrospectiva y un secreto que me protege», la crítica especializada habló del barroquismo de sus joyas.

— He hecho siempre calas. Intervengo mi trabajo con calas, con rosas, me gusta hacer esa fusión, por eso muchos críticos me han dicho que es muy art nouveau, otros que es muy barroco —se ríe—, pero la verdad es que yo no sé nada de eso.

— Hablemos de su trabajo, de sus joyas, que tanto tienen que ver con esta tierra mágica llamada Boconó.

El trabajo que siempre he venido haciendo está inclinado hacia las calas, las rosas, las hojas, lo orgánico… Será que como que vengo de una tierra, Boconó, donde hay tanta fertilidad, tanta belleza natural; un emporio de diversidad, de tantas especies de flora, y uno ha crecido en medio de todo eso tan lindo.

Desde niño siempre me han gustado las calas. Recuerdo que bajaba una señora del páramo todos los sábados a venderlas. Julia se llamaba. Ella siempre visitaba a una señora, doña Lourdes Dubuc de Isea, a quien le llevaba las calas y, como yo vivía detrás del colegio de las monjas, Julia para ir a donde ella tenía que pasar por el frente de mi casa con sus ramos de azucenas y calas. Es una imagen que conservo desde niño, la de Julia con sus ramos de azucenas y calas, con esos colores tan lindos y el aroma inconfundible de esas flores.

Me marcaron para siempre, no solamente Julia y sus ramos de calas y azucenas, sino lo que toda la vida me ha gustado: el campo, las montañas, los páramos, y el sello de Boconó, de esta tierra, que no es otro que sus calas y azucenas…

— Edecio, vos me hablás es de la comadre Julia Mejía. Ella era comadre de mi tío, el Pbro. Nicolás María Espinosa, y siempre llevaba las calas y azucenas que adornaban el altar del Santísimo en la Iglesia Matríz. Era un personaje único, a quien debo la mayor parte de los cuentos y leyendas que escuché durante mi infancia boconesa. Me encantaba sentarme a su lado a escucharla mientras se tomaba su guarapo caliente y comía pan dulce, pero por temporadas se ponía mala de la cabeza y le daba por bailar y recitar. Cuando estaba así mis mayores —mi abuela y mis tías maternas— me decían que la dejara quieta porque estaba enferma, pero me encantaba que recitaba un poema que con el tiempo descubrí que era el “Romance de la luna, luna” de Federico García Lorca: “La luna vino a la fragua/ con su polizón de nardos./ El niño la mira, mira./El niño la está mirando./En el aire conmovido/ mueve la luna sus brazos/y enseña, lúbrica y pura,/ sus senos de duro estaño…” ¡Jamás lo olvidé! Pero lo más increíble es que ambos estemos recordándola en este precioso momento.

— “Huye luna, luna, luna./ Si vinieran los gitanos,/harían con tu corazón/
collares y anillos blancos”. Quizás también ahí comenzó mi fascinación por los metales, pues jamás se me olvidaron esos versos, sólo que yo no sabía, hasta hoy, cómo se llamaba el poema y de quién era. Hasta pensé que sería de ella, que recitaba tantos poemas y sabía tantas canciones.

Imagínese que yo he hecho unas “Cajas Intervenidas”. Son unas cajas que hago sobre un tema, con personajes y luego intervengo con metales. Tengo dos que participaron en los últimos dos Salones Nacionales de Orfebrería, una que se llama “La pescadora de estrellas”, que es una mujer con un ramo de calas y trata de alcanzar y agarrar las estrellas. Viene a ser un homenaje a Julia, porque me encantaba su estampa. Tenía una luz muy bonita y gente como ella en nuestro pueblo ya casi no queda. Ella murió. Yo de niño le tenía miedo, pero a medida que fui creciendo nos hicimos amigos, conversábamos cuando la veía todos los sábados, que era cuando ella bajaba del páramo para vender las calas y azucenas en el mercado. El mercado de nuestro pueblo era como una fiesta porque venían los agricultores de todos los campos a vender sus productos. Era un día en que uno se remontaba como a otro espacio y ella, Julia, siempre venía.

Sí, es como un homenaje a Julia que yo le hice, es una obra donde ella con sus manos tumba las estrellas. ¡Claro! porque, como ha dicho usted, ella había tiempos en que estaba mala de la cabeza y tiempos en que estaba en su lucidez. Julia era muy humilde, pero era muy ocurrente. Cantaba, recitaba, echaba cuentos. Yo no sé, pero ella siempre me ha inspirado, y yo la recuerdo siempre. ¡Siempre recuerdo a Julia, tan linda Julia!  Con sus vestidos floreados, sus sombreros de cogollo, sus clinejas, sus cotizas y sus rasgos indígenas, y siempre tan fuerte. ¡Yo siempre he admirado todo eso!

— No dejemos que nos invada la nostalgia sino que nos envuelva la poética magia de Julia que, desde la infancia, nos marcó por separado. Hablemos de esa otra caja intervenida, de sus joyas y del quehacer del orfebre.

 — La otra es una caja se llama “Vuela papagayo como mis sueños”. Es un niño volando un papagayo sobre el fondo de un paisaje. Es un tríptico, una caja de madera hecha por mí, que en lo que se abre salen el papagayo y el niño, y la cuerda tira hacia el niño.

En la parte de orfebrería hago collares, zarcillos, broches, anillos y brazaletes. Yo trabajo y dicto talleres de filigrana. También me dedico al keum-boo (kum-boo), una técnica milenaria coreana, que consiste en la   fusión de metales nobles: oro de 24 quilates y plata de ley 1000; es una técnica sin soldadura, por fusión.

También dicto talleres de diseño de joyas, pues he adaptado todos mis conocimientos, todo lo que he aprendido, a lo que es una colección de joyas, a cómo se hace una colección de joyas. Se comienza con la pieza icono hasta que se materializada y termina en una pasarela donde es exhibida por modelos especializadas. El taller de diseño de joyas es muy bonito y gratificante. Es muy enriquecedor porque uno también aprende mucho de quienes lo reciben.

Me dedico todos los días del mundo a la orfebrería, porque para estar vigente hay que estar todos los días creando, fabricando. Son trabajos hechos a mano, además los Salones exigen piezas inéditas. Los que invitan son conocedores, conocen de todo lo que se está haciendo y saben cuándo una pieza es nueva o no.

El trabajo de orfebre tiene que gustarle mucho a uno porque tiene que hacerlo todo el tiempo. No es que uno lo haga de vez en cuando, pensando en participar para ganar, ya que el sólo hecho de hacerlo es ganancia. Expongo cuando me invitan a participar, y cuando mi obra pasa la curaduría, ya me doy por gratificado y por eso es que le digo: participar es ya ganar.

En muchas de mis piezas hay mucho de escultura, por eso estoy tratando de llevar mis joyas a otro formato. Quizás no lo haga en plata porque se encarece mucho conseguir el material, pero puedo hacerlo con otros metales como bronce, y en un formato mayor. Yo manejo técnicas de fundición porque también trabajo con fundición, aunque ya eso es otra cosa. Pero la verdad es que eso no me interesa mucho, porque lo que a mí me gusta, me llena, es sentarme en mi mesa a hacer mis joyas a mano, hacer ese trabajo creador y entretenido mediante el cual comienzo a hacer algo y termino logrando algo totalmente diferente.

Creo que a mí lo que de verdad me hace feliz es urdir sueños, por eso en mi taller vivo urdiendo la filigrana de mis sueños.

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