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Jacinto Benavente (1866-1954)

LA VOZ DEL AUTOR FAVORITO DE LA BURGUESÍA

Un contemporáneo muy alejado de la temática noventayochista, Jacinto Benavente, se vincula a la generación del 98 por sus intentos renovadores. En esencia su teatro arranca en El nido ajeno (1894), del realismo de un Enrique Gaspar, tan contrario al efectismo de la alta comedia de Echegaray, para ir limando aristas formales y temáticas y alcanzar un tono medio de finura y elegancia característico de su dramaturgia. Oscila Benavente entre el realismo y el costumbrismo levemente tocado por el preciosismo que habían impuesto la época y el público burgués, al que divertía enfocando sus propios problemas con trazos irónicos. Su teatro sabe burlarse con malicia de una sociedad cosmopolita, adinerada y vacía que se aburre frívolamente en medio de su aristocracia de sangre o de papel moneda. El escepticismo es tanto en el dramaturgo que ni siquiera fustiga a esas clases sociales con saña: sonríe irónico, hace sátiras sin recargar las tintas mediante burlas nada retóricas, pero que carentes de fuerza intrínseca llegaba a divertir incluso a los burlados. Teatro moralizador, en suma, que carece de grandes conflictos, que no plantea grandes pasiones ni saca a escenas grandes personajes; un teatro medio que iba por otro sendero que el de Echegaray, encontrando Benavente una fórmula dramática que le llevó a ser el autor favorito de la burguesía de su tiempo.

Desde 1914 –con el inicio de la primera guerra mundial, que tantos cambios aportaría a la vida europea-, Benavente manifiesta su compromiso ideológico de una manera clara, uniéndose al bando germanófilo y separándose así de los más significativos intelectuales de la época, que apoyaban moralmente a los aliados.

La postura germanófila de Benavente contribuye a clarificar el decidido carácter reaccionario de la ideología que traspone en su obra. El término “reaccionario” debería, en el caso de Benavente, paliarse (o agravarse) con una tendencia clara que existe en el autor ya desde sus comienzos, que bien podría señalarse como oportunismo y que, en definitiva, se concreta en su afán de supervivencia, en su interés por crear una obra que encuentre eco inmediato en una popularidad extraordinaria.

El 12 de agosto de 1866 nace Jacinto Benavente en Madrid, en el barrio llamado un día del “Mentidero” o de los cómicos. En el Instituto de San Isidro, inicia sus estudios de bachillerato y en la Universidad Central estudia la carrera de Leyes.

A Benavente le gustaban las tertulias en torno a una mesa de café. En 1887, concurre por primera vez a una tertulia literaria, que tenía su sede en el viejo “Café Iberia”, situado en la Carrera de San Jerónimo. Desde esa primera tertulia pasando por la del café Levante, del café Castilla, el de Lisboa y Marfil hasta la de El Gato Negro, en la calle del Príncipe, está comprendida toda su vida literaria.

En 1892 publica su primer libro Teatro fantástico y en 1893 sale a la luz Versos, expansión lírica de un temperamento poético que no le abandonará a lo largo de toda su obra literaria. En este último año aparece también la primera serie de su famosa Carta de mujeres.

En 1894 se estrena su primera comedia El nido ajeno. Su prestigio se consolida firmemente tras el estreno de La noche del sábado (1903)- El 9 de diciembre de 1907 se estrena en el teatro Lara la comedia Los intereses creados. Esta obra, con Señora ama, La noche del sábado y la que había de estrenarse más tarde La malquerida (1913), formarán el cuadrilátero de las principales obras de Benavente.

Benavente declaró haber puesto el arte por encima de todas las creencias. “Yo quiero el arte –dijo- libre de toda influencia sectaria”. En 1912 fue nombrado miembro de la Real Academia Española. En 1922, estando camino de Chile recibió la noticia de que se le había concedido el premio Nobel. En 1928, la censura gubernativa prohibe el estreno del drama Para el cielo y los altares, al considerar que el drama encerraba cierta tendencia revolucionaria. Benavente durante la guerra civil permanece en la llamada zona republicana: primero en Barcelona y después en Valencia. Si bien, se incorporó a la otra zona tan pronto como pudo. En 1948 es nombrado presidente de la Asociación de Escritores y Artistas Españoles. El 14 de julio de 1954, a los ochenta y siete años, fallece en su casa de Madrid, después de una corta enfermedad.

Benavente y otros maestros literarios, que decimos, del 98, Unamuno, Antonio Machado, Valle Inclán, Baroja, Azorín, Juan Ramón Jiménez…, maestros del mejor estilo literario de España, han llevado el lenguaje literario español, en prosa y verso, a una de las más altas y perfectas etapas de madurez que le conocemos en el tiempo.

“Soy uno de los que creen que nuestro Benavente no tiene hoy quien le supere como autor dramático”, nos dijo Unamuno, de este maestro de los que le han seguido y de los que le han negado.

 


 

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