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Literalia: Venezuela: de 1830 a nuestros días

ABRIENDO EL LIBRO

Rafael Arráiz Lucca(enero 3,1959) ha logrado interesar plenamente a los venezolanos y los lectores de historia con su Venezuela: 1830 a nuestros días.(Caracas: Alfa, 2007. 242 p.) tanto que ya han  aparecido tres ediciones. Y forma parte del “boom” histórico que vivimos.

Periódicamente hay la necesidad entre los cultores de la historia de redactar una “breve historia” como las de Juan Uslar Pietri(Historia política de Venezuela. Caracas: Edime, 1970. 216 p.), Manuel Vicente Magallanes(Historia política de Venezuela. Caracas: Edime,1972. 3 vols) que se cierra en 1858, Antonio Arellano Moreno(Breve historia de Venezuela. Caracas: Imprenta Nacional,1973. 492 p.) o Guillermo Morón(Breve historia de Venezuela. Madrid Espasa Calpe,1979. 291 p.).De la de Morón hay una edición mexicana bajo el mote erróneo de Historia contemporánea de Venezuela.(México: Fondo de Cultura Económica,1994 364 p.), no por su culpa sino de la de su editor, este obviamente ni se equipo de lectores leyó el volumen que iban a editar, en verdad en esa reedición está completa su Breve historia de Venezuela. Juan Uslar Pietri(1925-1998) es poco conocido, ejerció la diplomacia y cultivó la historia, y sin duda la eminencia de su hermano don Arturo le hizo sombra, sin embargo escribió un libro fundamental para el examen de la memoria de nuestro pasado. Tal Historia de la rebelión popular de 1814(Paris: Ediciones Soberbia,1954. 242 p.), la cual curiosamente trata la misma época que recreó su hermano Arturo en Las lanzas coloradas(1931): los días aciagos(1813-1814) de José Tomás Boves(1782-1814) en Venezuela. Lo cual dio materia también a nuestro epónimo Francisco Herrera Luque(1927-1991) al concebir su novela Boves, el urogallo(Caracas: Editorial Fuentes,1972.321 p.).

Libros como Venezuela: 1830 a nuestros días no son fáciles de hacer, requieren cuidadoso trabajo, muchas lecturas, consulta de diversa documentación, como el realizado por Arráiz, porque implican un estudio detallado y metódico previo del conjunto de nuestro acontecer, en su caso de la larga época por él elegida, los ciento setenta y siete años que van desde el inicio del proceso de disolución de la Gran Colombia en Venezuela a través de la asamblea de los notables de Caracas celebrada en el templo de San Francisco a fines del año veinte y nueve(noviembre 25-26, 1829) y la instalación en Valencia del general José Antonio Páez a la cabeza de nuestro primer ejecutivo autónomo(enero 13, 1830) y desde allí hasta las elecciones del 3 diciembre de 2006 una de cuyas consecuencias fue la escogencia, por vez primera en nuestra historia, de una “dictadura electa”, como bien lo precisó el sociólogo chileno Fernando Mires en su esclarecedor libro Al borde del abismo (Caracas: Mondadori, 2007, p.177).

 

POR DENTRO

Así el gran valor de la obra de Arráiz que estamos comentando es que logra precisar, aclarar y definir cada hito, cada proceso y logra dejarlo claramente establecido y estudiado en cada caso para el lector de nuestros días lo comprenda en todas sus dimensiones. En este sentido la lectura de este volumen resulta apasionante.

Claro que Arráiz se comportó al elaborar este precioso libro como un historiador, como un intelectual que estudia al pasado a través de sus testimonios, por medio de sus papeles y desde las obras sobre aquel transcurrir escritos por aquellos que fueron protagonistas o testigos de lo que cuentan y por aquellos, los historiadores, que pasado el tiempo la examinan desde lejos, con cierta frialdad, si ello es posible cuando se analizan los sucesos de un país que a los venezolanos nos atañe y cuyos sucesos sentimos en nuestra carne y sangre, los cuales nos angustian y nos hacen sufrir porque la de Venezuela es la historia de un país que varias veces ha perdido las oportunidades de tener un futuro mejor. En general nuestras elites políticas nos han frustrado y también muchas veces las mejores intenciones no han logrado hacer lo que proponen y las mejores voces, generalmente críticas, no han logrado ser escuchadas. Por ello la historia de Venezuela es la historia de un malogro, de un aborto, el recuento de la gran oportunidad perdida una y otra vez. Y ello pese al petróleo que siempre ha terminando resultando “tanto don como daño”, según la rotunda expresión del experto en hidrocarburos Aníbal R. Martínez (Cronología petrolera venezolana.Caracas: Foninves, 1976, p.11).

 

ESCRIBIR HISTORIA

Y la forma en que está escrito Venezuela: 1830 a nuestros días, propia de la formación de un creador literario, de un escritor que cultiva el estilo, le otorga al libro de Arráiz Lucca un gran rango entre nuestros libros de historia sobre todo porque si bien las últimas generaciones de historiadores son magníficos en las pesquisas y en las búsquedas en archivos y bibliotecas escriben mal, casi siempre pesadamente. Esto es producto de la separación entre literatura e historia en nuestras universidades. Los que sólo estudian historia y no leen literatura no pueden escribir bien. Así sus libros quedan para ser sólo utilizados por aquellos que necesiten un dato, estudiar un proceso o conocer la peripecia de una personalidad histórica y no son para los que deseen recrearse y gozar con su lectura, cosa que siempre nos ha sucedido con los historiadores del pasado, entre los cuales se cuentan altos estilistas que encabeza don José Oviedo y Baños(1671-1738) pero dentro de los cuales está Rafael María Baralt(1810-1860), cuya lectura recomendaba y encomiada tanto nuestro José Antonio Ramos Sucre(1890-1930) como la propia para formar el estilo(Obra poética. México: Fondo de Cultura Económica,1999,p.457 y 487). Pero le siguen José Gil Fortoul(1861-1943) cuya Historia constitucional de Venezuela(1909) es un placer repasar por las gracias de su estilo y ello pese a la cantidad de documentación aparecida con el paso del tiempo que la rectifica en algunos de sus puntos. Pero, claro, ya lo observó el doctor Ramón  J.Velásquez(Individuos de Número. Caracas: Academia Nacional de la Historia,1981,p.50), es imposible soslayar las intuiciones del gran positivista sobre nuestro devenir. Y es imposible, acotamos nosotros, no quedarse subyugados por el análisis de los avatares de la política venezolana en el siglo XIX que el tocuyano nos trae en los tres tomos de su Historia. Y habría que citar también en el decurso del tiempo a Caracciolo Parra Pérez(1888-1964), sobre todo por los ocho tomos(1964-1960) de su Mariño y Independencia de Venezuela, La Monarquía en la Gran Colombia el cual es, pese a sus casi novecientas páginas, apendicular del tomo IV del Mariño y la independencia de Venezuela  y Mariño y las guerras  civiles, libros todos que se leen con grande placer por las bellezas de su estilo; a Eduardo Arcila Farías(1912-1996) por su Economía colonial venezolana(1946) es también cumbre por la forma como esta escrita. Arcila afiló su estilo cultivando el cuento en su juventud; a José Luis Salcedo Bastardo(1926-2005) por su Visión y revisión de Bolívar(1972), su Historia fundamental de Venezuela(1970) y su Bolívar: un continente un destino(1972) por el cuidado que siempre tuvo en pulir su prosa; a Guillermo Morón en los cinco tomos de su Historia de Venezuela(1971) y ahora a Manuel Caballero.

 

 

¿HUMANIDADES MUTILADAS?

Y esto que apuntamos no lo hacemos porque la hiel la tengamos alta hoy ni predomine en nosotros la acrimonia sino por así es y es grave, muy grave a nuestro entender lo que está sucediendo con el modo de escribir de los jóvenes historiadores actuales. Y todo ello viene de la separación que se ha hecho, buscando un más hondo dominio de los asuntos de sus estudios, en las Facultades de Humanidades y Educación y ello nos ha llevado además del abandono de los estudios clásicos, con la excepción de aquellos que se especializan en ellos que son bien pocos hoy. Así los que estudian letras hoy no estudian ni historia ni filosofía; los que aprenden historia no estudian literatura ni filosofía y los estudiantes filosofía no conocen ni la literatura ni la historia. Así nuestras humanidades están mutiladas y si seguimos así con el tiempo no tendremos humanistas.  No tendremos escritores, como es el caso de Manuel Caballero, que además de sus magníficas exploraciones históricas puede ofrecernos diestros estudios de crítica literaria y ejemplares ensayos e incluso toda una certerísima disquisición sobre este género, que es el suyo propio, como la que está en su espléndido libro El desorden de los refugiados(2004).

Y eso es lo que explica que ya no tengamos entre los filósofos actuales persona con el modo de decir con la lengua como la tuvo el maestro Juan David García Bacca(1901-1992) o su discípulo Ludovico Silva(1937-1988) u otros de los formados en su cátedra como el agudísimo Juan Nuño(1927-1995) o el docto Federico Riu(1925-1985), nuestro profesor de filosofía en la Escuela de Letras de la Central quien siempre nos llamó la atención, en las largas horas que pasábamos en su cubículo escuchando sus observaciones y comparaciones sobre todo aquello que acercaba o desunía a La nausea(1938) de Jean Paul Sartre(1905-1980) de El extranjero(1942) de Albert Camus(1913-1960), allí nos enseñó a leer bien el existencialismo, filosofía que en su versión del humanismo cristiano había sido la base de nuestra formación desde la adolescencia. Allí Riu siempre nos advirtió que para seguir nuestra vocación por la crítica y la investigación literaria e histórica deberíamos enfrentarnos decididamente desde ese momento con la mediocridad que llenaba los pasillos de aquella facultad. Riu también escribía con exactitud, fue en esa época en la que publicó sus luminosos Ensayos sobre Sartre(1968). Y los mismos consejos de Riu, y que se nos perdone esta digresión tan personal, no los dio más de una vez otro sabio y gran escritor: Ángel Rosenblat(1902-1984).

Toda esta larga exposición, que hemos considerado desde hace tanto tiempo necesaria y obligatoria decir, la que hemos expuesto ya varias veces, pese a traernos las furias de los estudiantes y profesores de ahora es la que nos lleva a elogiar el estilo de Arraiz. Y ello nos permitió darnos cuenta desde que abrimos el ejemplar de su historia que llegó a nuestras manos que este volumen tendría larga vida, que la gente lo leería con pasión porque su estilo resulta seductor para el que se  asome a sus páginas.

 

EL BOOM HISTORICO

Hemos anotado que este libro tuvo suerte desde el primer momento por su valor en sí mismo pero también por formar parte del “boom histórico” que ahora vivimos en Venezuela. Ello es producto del intento del presidente Hugo Chávez y del chavismo en general de atentar contra el sistema de vida de los venezolanos que es la democracia. Esto, que no se subraya como se debiera, lo consideramos el máximo pecado de este gobierno porque la democracia es el modo de existir de los venezolanos desde mucho tiempo atrás, más del que se sospecha, no viene de 1958, ni de 1936 sino que incluso lo tenemos desde 1863, desde “El decreto de garantías”(agosto 18,1863) del general Juan Crisóstomo Falcón(1820-1860) al finalizar la Guerra Federal(1859-1863).

Y tal el desasosiego que viven los venezolanos, el hecho de que el gobierno haya metido al país en un coctelera que bate día a día, ha hecho a los venezolanos pensar que en algún lugar debe estar la explicación de lo que nos sucede, de lo que vivimos. Y como es lógico la han encontrado en nuestra historia. Y tanto en la lectura de la historia del pasado como la del presente. Y además, esto hay que añadirlo porque pocos lo saben, la historia, aunque se refiera al pretérito, siempre se escribe desde el presente. De allí la importancia de diversos análisis que se han publicado, sobre los cuales el público que se han lanzado, agotando una y otra vez sus ediciones, tratando de encontrar en ellos las respuestas. El libro de Arráiz es uno de ellos. Y lo que hemos afirmado sobre que la historia se escribe desde el presente es un hecho en otro libro, salido de la misma editorial del de Arráiz y en las mismas semanas del suyo. Se trata de Nada sino un hombre de Elías Pino Iturrieta en donde si bien explora los orígenes del personalismo en nuestra historia en él pesa como una sombra el espectro de Hugo Chávez pese al hecho, hubiera sido imposible, que Pino en ningún momento lo cita, como tampoco lo hizo con Gómez el autor de Cesarismo democrático(1919) Laureano Vallinilla Lanz(1870-1936).

Y sobre este “boom histórico” se podrían citar otras obras, exploraciones de nuestros sucederes desde 1999, pero impecablemente escritos, como los de Collette Capriles(La revolución como espectáculo, 2004), Armando Durán(Venezuela en llamas,2004), Alberto Barrera y Cristina Marcano(Chavez sin uniforme,2004), Teodoro Petkoff(Dos izquierdas, 2005), Margarita López Maya(Del viernes negro al referendo revocatorio,2005), Freddy Muñoz y Américo Martí(El socialismo del siglo XXI:¿huida en el laberinto?,2007), y ahora Gisela Kozak(Venezuela, el país que siempre nace,2008). E incluso la amplia obra de José Luis Silva Loungo(1930-2007) sobre todo el siglo XX(De Cipriano Castro a Carlos Andrés Pérez,2000; De Herrera Campins a Chávez,2007). Añadiríamos también los de Sandrá La Fuente y Alfredo Meza(El acertijo de abril,2003) y el de Roberto Guisti(Los años duros,2005). Y, claro, dentro de este inmenso boom no puede excluirse la “Biblioteca biográfica venezolana” que desde el diario El Nacional dirige Simón Alberto Consalvi cuyos volúmenes, disertamente hechos, breves y de bajo precio, han sido devorados por todos; Los amantes del tango(2004) de Fausto Masó hay que criticarlo por haber sido redactado con grande descuido, en pocos días y luego escasamente corregido como lo debe hacer todo escritor como lo es su autor. Pese a ello las observaciones que están en Los amantes del tango son válidas.

 

EN LA ENTRAÑA DE NUESTRA MEMORIA

Arráiz nos recuerda, y esto es un punto fundamental: “a veces la historia de Venezuela se asemeja a la desesperante experiencia del tiovivo”(p.82). Es el devenir de ese país el cual el norteamericano John Lombardi ha encontrado pendulando entre “la búsqueda del orden y el sueño del progreso” como dice el título de su sugerente libro(Venezuela: la búsqueda del orden, el sueño del progreso,1985).

Al historiar Arráiz se coloca en cada caso más allá de seguidores y adversarios(p.125). Por ello es válida para todo el conjunto de su libro una observación que el atribuye a un dictador pero la cual vale para todos los procesos que examina:”no todo fue oprobio…como señalan sus sucesores políticos; ni todo fue orden y progreso como pregonan sus seguidores”(p.125). Estos “sucesores” que dice Arráiz fueron más bien sus adversarios, sus antagonistas, que en todo proceso político existen. Y es por afirmar esto que Arríaz sabe lo difícil, y a la vez necesario, que es escribir la historia contemporánea: por ello en esta cada vez que acerca más a los días en que vivimos más que opinar va poniendo uno al lado del otro los hechos para que el lector saque sus propias conclusiones de los aciertos, horrores y errores, como lo recomendaba hacer el gran historiador francés Pierre Vilar(1906-2003) en su Historia de España(Barcelona: Crítica,1978,p.9-10).

 

ESCLARECEDOR EPILOGO

Hay sin embargo, prácticamente es todo un ensayo, un texto fundamental y de gran clarividencia histórica en el libro de Arráiz. Son las “Conclusiones” de su traslucida investigación. En ella reitera lo que el pasado le ha enseñado, lo que el presente que vivimos nos dice y lo que puede decirse de los días cercanos por venir. No decimos que en la parte final de este examen haga una prospección del futuro ello es imposible porque un historiador no es un profeta pero si un analista, alguien que debe saber explorar los signos del tiempos, los sucesos y comprenderlos, cosa que Arráiz hace luminosamente esta obra.

Es tan singular el reconocimiento del conjunto de nuestros sucesos que al leer estas “Conclusiones”, debimos releerlas casi inmediatamente otra vez, nos vino a la mente el recuerdo de la lectura de un libro impar, Del amanecer a la decadencia.(México: Taurus, 2005. 1303 p.) del gran historiador franco-norteamericano Jacques Barzun porque al leer el desenlace del tomo de Arraíz no pudimos dejar de repasar mentalmente las conclusiones a la que llega Barzun sobre nuestro tiempo en su fundamental obra de cuya lectura tanto hemos urgido a los venezolanos de hoy. Y en el caso de Arráiz esto hay que remarcarlo porque en medio del bosque sin luz en que nos encontramos hoy no podemos además de interrogar a nuestros libros dejar de estudiar, aprender o repasar la historia universal que es donde esta la explicación de la grave crisis que vivimos y del grave anacronismo que desean implantar Chávez y su gente en nuestra sociedad.

Una de las primeras observaciones que hace Arráiz en el remate, en la hojas finales de su obra es la sagaz observación según la cual en nuestra historia han pugnado siempre “la institución dialogante del cabildo…y la imperativa del caudillo”(p.218), es sutil la reflexión porque sin duda vemos en ella la presencia constante del péndulo de la búsqueda perenne de la democracia y de la imposición del caudillo a los deseos de la sociedad. Neocaudillo en el caso de Chávez por estar incardinados sus deseos en los caudillos, gamonales y montoneros venezolanos del siglo XIX como Ezequiel Zamora(1817-1860) que por cierto no dejó una sola palabra doctrinaria escrita, sólo sembró de la violencia y alentó una terrible guerra entre los venezolanos durante los escasos once meses de su acción(febrero 23, 1859-enero 10,1860). Eso fue todo. Y tal su despliegue de agresividad y las muertes que causó. Murió en San Carlos de un balazo de un soldado del ejército gubernamental y no del lado Federal como siempre se dicho, pese a haber caído del lado de aquella ciudad tomado en aquel momento por los las tropas Federales. La bala fue directa y cumplió su cometido, en Caracas Juan Vicente González(1810-1866) bendijo a quien empuñó el arma mortal, tal el miedo que aquel caudillo causó. Antonio Guzmán Blanco(1829-1899), el tercero entre los federalistas, el segundo era Juan Crisóstomo Falcón(1820-1870), cuñado de Zamora, estaba a su lado y nada le sucedió, ni siquiera fue herido, lo sostuvo para que no se precipitara al suelo.

Y la observación de Arráiz que hemos citado antes sobre el contrapunteo de Venezuela entre la tolerancia y la intolerancia política es tan sagaz que nos recordó lo dicho por el padre y poeta Carlos Borges(1867-1932) en un discurso, por cierto célebre, dicho en la inauguración de la Casa Natal del Libertador como museo de devoción al Héroe(Julio 5, 1921). Borges cuando acotó que el vivir de Venezuela siempre había estado en contrapunto entre ”dos seres antagónicos: Lope de Aguirre y Martín Tinajero, vale decir, el buitre, el tigre y el cordero. Ambos soldados: Vasco el uno, andaluz el otro: el primero un demonio y el segundo un santo. Conocéis la historia de Aguirre, el Tirano de la leyenda: es un río de sangre, una tromba de crímenes. Tinajero, al contrario, es el soldado beato… Los primeros cronistas de Venezuela nos dicen el portento de su vida y el milagro de su muerte. Supo ser bueno y santo en medio a la bárbara turba de sus conmilitones, crueles y lujuriosos. Buscó El Dorado hacia dentro, en su corazón…y puso más confianza en la cuenta de su rosario que en la bala de su arcabuz. Muerto en olor a santidad, fue enterrado en la sierra de Coro, en un rincón de la montaña. Y cuentan que muchos días después se halló su cuerpo desenterrado por las aguas, destilando bálsamos y mieles, entre flores y mariposas, y esparciendo  suavísima fragancia…Pues bien…yo veo en esto un misterioso símbolo del destino de Venezuela. España nos dio con su sangre cuanto de malo y bueno había en su espíritu: la crueldad y el valor, la superstición y la fe, el orgullo y la hidalguía, el odio y el amor. Aguirre y Tinajero son como dos semillas, de maldición y bendición, arrojadas en nuestro suelo. Los huesos del Tirano, polvo de Caín, la simiente maldita, después de una oscura germinación de tres siglos y del riego de sangre de nuestra Independencia, nos dio raíz en Carabobo, y nos estuvo dando hasta ayer no más, horrorosa cosecha de guerras fratricidas. En cambio, las cenizas de Tinajero, la semilla del bien, más tardía pero más fecunda, es ahora cuando empieza a dar frutos en abundancia. Y mientras se aleja de nosotros hasta perderse entre las sombras del pasado, la rastrera llama espantosa que con sus lívidos fulgores aterró tantas veces las vigilias de nuestra infancia, surge del opuesto horizonte, como el alma del santo andaluz, el bendito lucero de la paz, la estrella matutina de la futura Venezuela”(Vida y Obras completas. Caracas: Cromotip,1971,p.588-589. El subrayado es del padre Borges). Lo dicho por el padre Borges aquella mañana tiene pleno sentido. No hay que olvidar que el creador de aquella paz nacional, que no se ha roto desde entonces, el general Juan Vicente Gómez(1857-1939) estaba presente y escuchó aquel día a quien era en esa época el primer orador del país perorar bello su palabreo.

También nuestro Enrique Bernardo Núñez(1895-1964) recreó en bello cuento, de su libro Don Pablos en América(1932), que no nos explicamos por qué no se ha vuelto a publicar ni en la edición de sus cuentos completos(La insurgente y otros relatos. Caracas: Monte Ávila Editores, 1997.278 p.) la leyenda de Martín Tinajero.

Pero lo que nos interesa para apuntalar el pensamiento de Arráiz es meditar, a partir de sus rectas observaciones, como el hombre de presa, de la rebelión, de la violencia, de la matanza de los inocentes. Y, Martín Tinajero, el santo laico de la colonia, nos muestran los dos polos atravesados por Venezuela en su vivir, en su siempre intento de detener al caudillo y poner a andar el diálogo democrático nacido, como acota Arraíz, en los cabildos de nuestros días provinciales.

Y lo que dice Arráiz también nos recuerda otra vez aquello que escribió Augusto Mijares(1897-1979) sobre la controversia constante entre autocracia y el régimen pluralista, pese a que lo dictatorial  se hizo otra vez presente en Venezuela desde el “asesinato al Congreso”(enero 24,1848) perpetrado por orden del presidente José Tadeo Monagas(1784-1868). Fue desde entonces constante la oscilación de la nación entre la demagogia y el despotismo. Es por ello que Mijares indicó con franqueza:”El vaivén entre la anarquía y el despotismo que se ha señalado como característica de los pueblos hispanoamericanos después de su emancipación, no comienza en Venezuela, a nuestro parecer, sino a partir de 1846, cuando dividido prematuramente el núcleo legalista en dos bandos irreconciliables, que no llegaron a ser verdaderos partidos políticos, ambos se lanzaron ciegamente a las vías de hecho y se acogieron con suicida confianza al predominio del ‘hombre fuerte’. Hasta entonces, aun los momentos más graves de nuestra historia, la “patria boba” en 1812, el caudillismo de 1813 a 1819, la crisis de la “Cosiata”(1826), el año 35, estuvieron dominados por el respeto a las instituciones legales; y por escandalosos que nos parezcan algunos de los sucesos de aquellos años, no exceden de los que se veían aun en los países mejor organizados, ni llegan a torcer la línea ascendente de nuestra evolución política. Sobre todo, no desmoralizaron a la colectividad, ni alteraron en lo fundamental los propósitos con que había nacido la República. Y tanto es así que el espíritu cívico, que, por sus excesos, contribuyó a la pérdida de la Patria en 1812, sólo fue condenado como inoportuno en vista de los peligros que desde el exterior nos amenazaban; durante el caudillismo de 1813 a 1819 jamás se perdió la idea de volver al gobierno regular y deliberativo”(La evolución política de Venezuela. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 2004,p.125-126).

Subraya Arraiz aquello que venimos señalando al escribir:”A lo largo de la etapa de formación de la República de Venezuela entre 1811 y 1830, previa al período que estudiamos, se hace evidente que la tensión entre dos elementos llegó a tener características de dicotomía, reflejándose el conflicto en los textos constitucionales el forcejeo entre el Libertador, desde Bogotá o el campo de batalla ecuatoriano-peruano-boliviano, y los venezolanos que hallaron en el general Páez un abanderado de la descentralización, pero con rasgos personales caudillistas…Esa tensión se resolvió a favor de Páez y el intento de creación de una república, con alternabilidad electoral, no reelección inmediata, libertades económicas, y separación de poderes”(p.218).

Durante esos años como explica Arráiz en la página 218 “la alternabilidad en el poder se tradujo en que durante diecisiete años los generales Páez y (Carlos) Soublette(1789-1870) se alteraron en el mando, con las breves excepciones civiles de (José María) Vargas(1786-1854) y  (Andrés) Narvarte(1781-1853)”.

Pero el caudillismo logró imponerse, pese a la anterior oposición del propio Simón Bolívar(1783-1830). Páez primero respetó el llamado entonces principio alternativo y luego, cuando hubiera podido optar por una tercera presidencia legalmente, cedió el lugar a José Tadeo Monagas. Pero cuando Monagas dejó ver que actuaría según su propio pensamiento, cosa que por demás había advertido con anticipación en carta a Carlos Soublette que puede hoy leerse en su archivo(ver Carlos Soublette: Correspondencia. Caracas: Academia Nacional de la Historia, 1981,t.II,p.324), Páez cometió el gran error de su vida política: insurgió militarmente contra el orden creado por él. Fue derrotado por quien tenía el poder y debió salir al exilio. Pero en lo adelante pervivirá ampliamente el caudillismo, cuyos males había sido el primero en avizorar el propio Libertador en célebre carta(Escritos del Libertador. Caracas: Sociedad Bolivariana de Venezuela,1988,t.XX,p.62) a Pedro Gual(1783-1862) escrita por cierto a treinta días exactos de la batalla de Carabobo(Guanare: mayo 24,1821). La actitud de Páez y la permanencia de Monagas sembraron las espinas de la autocracia entre nosotros. A partir de entonces, dice Arraíz, “la Venezuela del siglo XIX pasará de manos de un caudillo a otro, se sumergirá en prolongadas guerras hasta que otro hombre fuerte…Guzmán Blanco, domine el espacio durante dieciocho años…será… Gómez el que acabe con el caudillismo…porque creó un Ejército Nacional…Será Gómez el último caudillo y el primer dictador, ya que será el primero que disponga de un Ejército Nacional”(p.219).

Y añade:”de la mano del mito del caudillo fue conformándose otra suerte de confusión paralela: la de creer que el hombre de armas estaba en condiciones de gobernar. Este cortocircuito se acentuó todavía más con la creación de un ejército profesional a partir de 1911, ya que el militar recogió en su seno el mito del caudillo, a la par que fue instituyendo unas prácticas que se tornaron en creencias populares. Me refiero a la disciplina, el orden, la obediencia debida, la verticalidad del mando, que fueron asentándose como valores fundamentales para el ejercicio del poder civil, cuando proveían de fuente militar”(p.219).

Y ”Para 1928, los militares sin estudios y la campaña espontánea tenían noventa y ochos años gobernando el país…Ese año se alzó la primera generación civil que buscaba la construcción de una Venezuela democrática y, en su mayoría, estos jóvenes eran…socialistas. De modo que el proyecto de la democracia nacional nace de la izquierda, y después se va macerando en toneles de socialdemocracia o de la democracia cristiana…mientras las formas teóricas del liberalismo económico fueron acogidas por Gómez y López Contreras…hasta que (Isaías) Medina Angarita(1897-1953) introdujo algunos matices, que incluso apoyaban los líderes de la Acción Democrática de entonces”(p.219-220).

“Para mayor contradicción la democracia venezolana va llegar de mano de una combinación civil-militar que llevó al poder a los muchachos socialistas de 1928”(p.220), “Vuelto el péndulo a tocar al extremo militar, los años entre 1948 y 1958 serán de retroceso para las formas políticas democráticas…Será a partir del “Pacto de Puntofijo”(octubre 31,1958) que los partidos políticos que buscaban el juego democrático puedan contener la impronta militar…y se exprese a partir de las elecciones de 1973 un sistema bipartidista, que tendrá vigencia hasta las elecciones de 1993…La segunda presidencia de…Caldera, uno de los creadores de la democracia participativa y de partidos, será la de la antipolítica: último esfuerzo de un coautor del sistema de salvarlo por la vía de la separación de una de sus columna fundamentales… Copei”(p.220).

Y sigue la larga meditación de Arráiz, siempre aguda, con su sin par preparación para la comprensión de los hechos económicos y de las circunstancias jurídicas, no en vano él además de escritor bien formado es abogado bien preparado. Por ello puede comprender lo que nos sucede ahora, en el extremo del desasosiego en el cual nos encontramos los venezolanos. En sus renglones, en la penúltima página de su libro leemos: “Chávez…Ahora busca pasar del liberalismo económico al socialismo, así como a la reelección indefinida, mediante una reforma constitucional. Todo esto ha podido hacerse gracias a los altísimos precios del petróleo, que ha permitido la instauración de una retórica izquierdista que no se oía en el planeta desde hace años, desde que se comprobó que el socialismo autoritario, que negaba la propiedad privada, después de setenta años en la URSS nunca alcanzó ser productivo, y sumió a la enorme nación en la pobreza, al igual que sus satélites del este de Europa”(p.220).

Y sobre el presente y los días por seguir opina:”De la historia política venezolana puede decirse que está determinada por dos factores principales: el militar y el petrolero. El primero ha dificultado la instauración de una práctica democrática…El segundo ha terminado por hacer del estado venezolano un Leviatán que cada día deja menos espacio para la iniciativa particular…ha conducido a que al elegir presidente de la república en Venezuela estemos prácticamente seleccionando un monarca, con muy pocos contrapesos democráticos, ya que dispone de la llave de la principal industria del país”(p.221).

Y concluye: “¿Cómo salimos de este laberinto? No lo sé…pero estoy seguro que por el camino que nos lleva el gobierno de…Chávez cada día somos más dependientes del petróleo, hay menos actividad económica productiva y menos espacio para la libertad, ya sea individual o colectiva…Todo se sustenta sobre el precio del petróleo. El día que baje, constataremos una vez más que fuimos gobernados por un ‘hombre fuerte’ que no entendió que su tarea era preparar al país para las vacas flacas, mientras estaban gordas”(p.221).

 

EL PERIODO PRESIDENCIAL

No queremos terminar esta exposición sin añadir algunas consideraciones sobre un asunto a todas luces crucial y que Arráiz trata con precisión: las elecciones y reelecciones de los presidentes. Tema mas candente hoy, desde que Chávez propuso su reelección permanente. Algo que ni siquiera nuestros grandes dictadores, Guzmán Blanco y Gómez, se habían atrevido a hacer o habían propuesto durante sus autocracias. Guzmán Blanco encontró una manera para permanecer y Gómez simplemente no hizo elecciones. Chávez sólo desea quedarse, perdurar siempre en el poder, ser como un Rey y crear una especie de dinastía familiar, un nepotismo como el de los Monagas, en lo cual también fracasó Gómez cuando inventó las “Vicepresidencias” en 1922.

Este es punto sobre el cual mucho nos enseña nuestra historia y sobre el cual Arráiz nos ofrece un muy documentado sondeo y recorrido a la cual su preparación como jurista le ayuda y el Derecho Constitucional le aclara cada paso.

Lo primero que hay que decir, y él lo expone, es que nuestras Cartas Constituciones siempre prohibieron la reelección inmediata. Los presidentes, incluso un caudillo como Páez, respetaron la decisión del constituyente. Este para sus dos presidencias debió esperar el período de cuatro años a que la Constitución lo obligaba para presentarse como candidato a la presidencia nuevamente. Fue después de los cuatro años legales que pudo lanzar su nombre por segunda vez en 1839.

Y claro, la dictaduras limitaron los derechos electorales: tanto Guzmán Blanco al eliminar el voto secreto(p.89) como  Gómez al prohibir las elecciones. Pero nunca Gómez, un hombre serio, habló de permanecer permanentemente en el gobierno, pese a haberlo hecho.

Pero lo más grave es que cada vez a través de nuestra historia que se quiso reformar la Constitución para alargar el período todo terminó mal, muy mal: con la reforma que hizo José Tadeo Monagas en 1857 hizo entrar en crisis su gobierno, de hecho cayó, y además provocó toda la inestabilidad, muy bien historiada por Arráiz aquí(p.55-71), que hallamos durante los años 1858 y 1859. Y en el último de estos años se desató la Guerra Federal la cual no se logró cerrar hasta el “Convenio de Coche” cinco años más tarde(abril 24,1863).

Otros intentos de alargar el período han sido el de Raimundo Andueza Palacio(1846-1900), corrupto y borracho(se hacía tocar el Himno Nacional al llegar a los burdeles de Puente Hierro), fue este doctor guzmancista, muy parecido en muchas cosas a Jaime Lusinchi, hasta en su estructura psicológica de pícnico(rechoncho y obeso como Sancho Panza) que define a ambos. Andueza logró por sus apetencias en 1892 terminar con la paz impuesta a rajatabla por Guzmán Blanco, desató la “Revolución Legalista” de Joaquín Crespo(1841-1898) e hizo al país entrar en un período de grave inestabilidad que prácticamente logró cerrar Gómez primero en la batalla de Ciudad Bolívar(julio 21, 1903) cuando logró exterminar el caudillismo. Y mas tarde el mismo don Juan Bisonte con su llegaba al poder el 19 de diciembre de 1908 y su consolidación plena en 1913.

Marcos Pérez Jiménez(1914-2001) también quiso alargar el período porque la Constitución de 1953 le impedía seguir en él y llamó a las urnas en el “Plesbicito”(diciembre 15, 1957). A las pocas semanas su administración sucumbió y él debió huir del país.

Para cerrar la gravedad de todo lo que hemos venido tratando el constituyente de 1961 estableció que ningún presidente podría volver a serlo sino esperaba diez años para volverse a lanzar. Respetando ese principio fueron mas tarde otra vez presidentes Carlos Andréz Pérez(1989-1993) y Rafael Caldera(1994-1999). Esta decisión del congreso democrático instalado en 1959 del cual surgió la Constitución de 1961 fue el inicio de un proceso que Chávez detuvo a hacer aprobar la Constitución de 1999. Sin duda la Constitución de 1961 abría el camino para decretar en una nueva reforma o en su actualización, que se pensó hacer en 1992 y para la cual se preparó un proyecto de renovación y actualización a los nuevos tiempos por una comisión presidida por el doctor Rafael Caldera principal redactor de la Constitución de 1961. Aunque había que añadir dos cosas: en la creación de la Carta de 1961 participaron(como también lo hicieron en la de 1947) todas las fuerzas políticas activas en el país, representadas en el parlamento. Allí estaban los políticos más prudentes y varios de nuestros mejores constitucionalistas. Y la decisión de consagrar la espera de una década para volver a la presidencia era sin duda la antesala para la declaración de la prohibición absoluta de la reelección en el país. Se llegaría así a que en Venezuela  sólo se podría ser presidente una sola vez. Eso es lo sano, lo lógico. Y lo necesario. Y algún día habrá que lograrlo.

Esto lo rompió Chávez, quien en verdad lo único que piensa siempre es en sí mismo y en permanecer en el poder, en nada más ni en nadie más. Así en la Constitución de 1999, la cual se discutió una Asamblea Constituyente donde los factores del gobierno eran absoluta mayoría porque el llamado “Quino Chávez”, creado por el matemático y ministro Merentes, hizo voltear los resultados y sólo había en ella seis diputados de la oposición.

Y aquella carta fue redactada como siempre se han hecho las de los caudillos, apenas llegados al poder, una Constitución ad hoc para cada uno. No se olvide, para entender esto bien, que Chávez, y toda su actuación lo avala, es un neocaudillo enraizado en las ideas caudillistas del siglo XIX, lo cual es una anacronismo, es negar que gran evolución del país, de América Latina y del mundo a todo lo largo del siglo XX y en los años ocho años transcurridos del  XXI. Y  es no comprender que los sucesos siempre llevan a las sociedades hacia delante y no hacia atrás, que a lo pasado pisado, que lo antes sucedido no vuelve a acaecer, a repetirse. La marcha de la historia siempre es hacia delante, solamente.

Chávez en 1999 dio órdenes, desde Miraflores, a alargar el período a seis años y de instituir la reelección, cosa que hasta ese 15 de diciembre de 1999 no había existido en nuestras constituciones. Ninguna de las dos cosas: ni el período de seis años ni la reelección fuera de las dictaduras. El período del tiempo de Páez y de los Monagas fue de cuatro años sin reelección. Y así siguió. Guzmán inventó una forma para seguir influyendo sin estar en la presidencia con la  Constitución de 1874 con dos años de ejercicio de la presidencia lo cual le permitió elegir para la silla presidencial a varios de sus conmilitones. La dictadura de Crespo fue más amplia que el sólo período habitual(1892-1898). Y caído Ignacio Andrade(octubre 20,1899) vino la dictadura hasta 1935. Cipriano Castro(1858-1924) si bien gobernó a su antojo lo hizo con la Constitución de 1901 si bien con un “período presidencial de seis años, sin reelección inmediata”(p.115). El Cabito, que mandó dentro de sus grandes francachelas y como un mandatario descocado en todo sentido, hizo reformar la constitución otra vez en 1904 para que le permitiera gobernar un nuevo sexenio(1905-1911). Escribe Arráiz: “Este episodio descarado viene a consolidar lo que antes era una tendencia: que el presidente de la República de turno se mandaba a confeccionar una Constitucional Nacional como si fuera un traje a la medida para perpetuarse en el poder”(p.118), tal y como lo hizo Chávez en 1999 y pretendió hacerlo en el 2007. Pero don Cipriano no se dio cuenta en 1905 que el poder no dura para siempre ni comprendió el hondo malestar que estaba creando en el país con su vida disipada. En 1911, cuando debió terminar su nuevo período, hacía ya tres años que había sido desalojado de la presidencia por su compadre y estaba en el exilio. “Dictadura vitalicia”(p.11) denomina Arráiz la de Gómez. En ella, durante sus veinte y siete años, no hubo elecciones y el período presidencial fue alargado a siete años con reelección inmediata desde la Constitución de 1914(p.123), con siete reformas constituciones sugeridas por el tirano a dedo desde su casa maracayera de Las Delicias.

En 1936 al aprobarse la Constitución de ese año ese magistrado impar que se llamó Eleazar López Contreras(1883-1973), militar, hombre culto, intelectual, político sagaz y previsor, pidió al congreso reducir el período de siete a cinco años(p.132). Y ese fue el tiempo de los gobiernos, incluso del de Pérez Jiménez que fue de 1953 a 1958. Así vivimos los quinquenios hasta que Chávez hizo cambiar todo. Y en el 2007 pretendió alargarlo interminablemente convirtiendo su presencia en el gobierno del país en una verdadera dictadura. Pero se encontró frente a un país democrático que se le opuso con la única arma legal y pacífica que tiene: el voto. La gente no aprobó la reforma constitucional en las elecciones del 2 de diciembre de 2007. Y esta fue la primera vez plena, había un antecedente en las elecciones sindicales de 2001, que Chávez fue vencido. Y vio la nación que era posible derrotarlo por medios legales y democráticos, se dio cuenta que la avalancha de votos podía vencer incluso al podrido CNE, aunque en la aceptación de resultado jugó un gran papel, secundando los votos del pueblo, el Alto Mando Militar, que es siempre el que toma la última decisión entre nosotros, al obligar al comandante Chávez a acatar el resultado de las urnas.

 

(Leído en la sede de la “Fundación Francisco Herrera Luque” en la sesión de su “Círculo de lectura” la tarde del martes 1 de abril de 2008).

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