Rolando Peña y sus imágenes de la resistencia

La intención de aproximarnos comprensivamente a las “Imágenes de la Resistencia” de Rolando Peña, nos llevan a recordar aquella expresión (que tiene su origen en el Club de Roma, pero que luego se ha repetido en todas partes y por todo el mundo): “Hay que pensar globalmente y actuar localmente”. Esta asociación procede aquí, porque Rolando Peña ha desplegado sus aportes a partir de esa exhortación, y aún más, ha actuado más allá de las exigencias que ella plantea. En efecto, además de pensar globalmente y actuar localmente, él también ha pensado localmente y actuado globalmente.

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En ese marco de interpretación se entiende la razón por la cual el petróleo, recurso básico de Venezuela, él lo ha convertido en un ícono plástico y en una pauta simbólica de carácter universal. Pero, asimismo, él ha ahondado la investigación estética del petróleo en la perspectiva de sus alcances estratégicos vinculados con la energía y el poder en sus significados más globales y sus impactos más locales. Dentro del espacio de estas connotaciones, Rolando Peña perfila ahora un planteamiento de resistencia activa para advertir los riesgos que colocan al país al borde de un precipicio. Se trata, en efecto, de una resistencia activa y no pasiva, porque el artista no sólo asume el vigor reflexivo que le permite soportar, hasta donde más no se puede, una realidad maltratada por la perfidia de un gobierno autoritario, sino que igualmente asume la responsabilidad de participar, con su vida y obra, en todos los esfuerzos que impidan que el país se deshaga.

Esa conjugación entre la relación de lo local con lo global y el lacerado escenario del país, le permite retomar la bandera tricolor que ya había sido utilizada en otras ocasiones por el artista. Recordemos el Happening que hizo en 1968, con motivo de su matrimonio en la ciudad de Nueva York. También debe evocarse su obra, “Miss Venezuela” de 1975. La bandera ahora, en el 2004, reafirma su proyección metafórica: es símbolo patrio, pero también es reflejo emocional de una posición que se declara desde el expediente estético. La bandera como suprema expresión de la identidad nacional, y la bandera, intervenida plásticamente y flagelada metafóricamente, como superlativo testimonio del dolor de la patria.

Rolando Peña sufre el país con todos y por todos, y con toda su potencialidad expresiva se hace presente en todas partes para afirmar la totalidad de una actitud opuesta a las intimidaciones procedentes del totalitarismo. El resiste a través de sus búsquedas y, al mismo tiempo, nos ayuda a encontrar motivos para la resistencia conjunta. Esa resistencia toma cuerpo, en este caso, mediante imágenes grabadas en video, imágenes fotografiadas, imágenes intervenidas, en fin, imágenes compuestas y recompuestas en el marco de un espíritu focalizado y comprometido. El artista, con toda la potencialidad de su sensibilidad, procede bajo el amparo de una angustia existencial y de una entrega solidaria. El tricolor como soporte, como forma, como fondo, como excusa temática, pero sobre todo, como símbolo de una vocación que entreteje las intuiciones creativas con las intenciones ciudadanas. Aquí la bandera se hace testigo de la mordaza en Paris, se adosa entristecida en Venecia, se atenúa con velas en Caracas, y se armoniza con una flor en el espacio más abierto del universo.

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Pero la bandera no sustituye al símbolo estético de su trayectoria: el petróleo. Más bien ocurre una extraña y curiosa complementación: el petróleo representa la energía fósil, la bandera refleja la energía emocional. El primero es medio que recuerda el trabajo y el esfuerzo, la segunda es propósito de una perspectiva digna. Rolando Peña nos propone la complementación iluminadora de los nuevos esfuerzos. “La indiferencia es cómplice y es nuestro deber tomar partido por la libertad, pues lo contrario a la libertad es la muerte”. Este testimonio lo repite Rolando Peña con palabras que reportan sentimientos enraizados. También este testimonio lo grita Rolando Peña con la determinación propia de la mayoría de sus compatriotas que, con sentido unitario, creemos que más acá del horizonte está la patria de todos los venezolanos. Esta apreciación es más poderosa que cualquier ideología extenuada y está muy por encima de cualquier megalomanía prometeica.