¿A dónde vamos?
Esa es la pregunta en la mente de muchos, tanto en Venezuela como en otros países del mundo.
Pareciera que el 2017 se presenta como aquella comiquita llamada El mundo al revés. En nuestro país, en una fase de lo que bien podríamos denominar como de crisis terminal, el gobierno se empeña en radicalizarse, sabiendo de antemano que eso no le va a producir incremento alguno en el afecto Popular. ¿Por qué lo hace?, la única respuesta que se nos ocurre es que la fuga hacia adelante es el camino necesario para producir el, tan ansiado, choque de trenes, que permita pasar a otra etapa del proceso político en el que no sea necesario, dirimir el conflicto en las urnas electorales.
¿Logrará su cometido un Gobierno al que cada día el viento le sopla más en contra? Dependerá de varios factores concomitantes que podrían detener la estampida hacia la eliminación definitiva y formal del sistema democrático en Venezuela.
Esos factores que pueden hacer inviable el canto de los cisnes del gobierno revolucionario podrían ser, en primer lugar, la resistencia activa de un pueblo que se niegue a seguir mal viviendo en unas circunstancias en las que hasta la esperanza de un mejor futuro se convierten en una quimera. En segundo lugar, que la dirigencia opositora entienda que no puede ni debe seguir deshojando la margarita sobre la manera en que debe negociar con un gobierno que, abiertamente, anuncia y proclama su pretensión totalitaria. Y por último, el entendimiento internacional -por parte de los países democráticos, del peligro para la región de la deriva de nuestro país hacia lo que se denomina como un Estado fallido.
En el siglo XXI, con todas sus carencias, no resulta aceptable un país en el que se permita que campeen libremente diversas manifestaciones del crimen organizado como el narcotráfico y el lavado de dinero.
Afortunadamente en el país, a pesar de todo lo ocurrido hasta ahora, aún quedan reservas morales y deseos de construir una Venezuela sana, tolerante, inclusiva y que se rija por el respeto a las leyes y a las normas de convivencia ciudadana.
Vivimos tiempos difíciles, sin embargo, si nos unimos todos sin diferencias políticas, en un solo sentimiento de amor por Venezuela, trabajando por un mejor país, no pasará demasiado tiempo para que podamos transitar el tan ansiado camino del cambio.
