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Ante el venidero aniversario de la ocupación soberana de Anacoco

Querámoslo o no, existe el problema del territorio de El Esequibo del que tan injustamente fue despojado Venezuela. Por fortuna, no ha desmayado la reclamación y no sólo por la preocupación constante que exponen algunos sectores políticos de oposición y de la academia, sino por la activa presencia de sendas organizaciones de la sociedad civil especializadas en la materia.

Cierto, el problema es uno, pero – suele ocurrir – su complejidad autoriza una variedad de perspectivas y de propuestas que concitan el interés ciudadano, con desarrollo de distintas facetas. Quizá algo paradójico, mientras que el interés del gobierno ha disminuido dramáticamente en la última década, incluso, exponiendo un gesto de complacencia y hasta de complicidad con el vecino país, la vida ciudadana incrementa su preocupación sobre un tema aparente y sólo aparentemente, secundario.

Digamos que, por una parte, largamente inejercida la soberanía efectiva del aludido territorio, por obra de una vieja y vulgar triquiñuela, no impide su vehemente, pacífica y fundada reclamación, aunque haya quienes – resignados – justifiquen cualquier abandono. Respetamos, mas no compartimos, que existan los resignados y abandonantes, siempre que argumenten tamaña convicción y conducta: si fuere el caso, para colmo de todos los males, profundizados con el socialismo en curso, significaría – en última instancia – justificar que nos quedemos sin territorio alguno, propio e inhipotecable, algo contundentemente inaceptable, porque ni Estado Nacional seríamos al debilitar y perder uno de sus elementos existenciales.

Entendemos y aplaudimos, por otra, la pluralidad de las entidades ciudadanas que desean hablarle y corresponsabilizarse con el Estado para resolver el problema territorial, constatando, por ejemplo, que unas están más orientadas al enfoque jurídico y, otras, al geopolítico, o les ocupa el seguimiento de los medios o una evaluación firme de la correspondiente política alguna. Hemos andado caminos muy consolidados y, varias veces, innecesarios de repetir para la eficacia diplomática de la reclamación, pero – convengamos, a modo de ilustración – importa asimilar los aportes originales al ya trillado campo histórico, como el de José Alberto Olivar y las incursiones de Muñoz Tébar en la región esequibana por el siglo XIX o el reciente descubrimiento del papel realmente jugado por el entonces teniente Ramón Sánchez, en la ocupación de la isla de Anacoco en el XX, suscitando la atención de Mi Mapa (ONG).

Recientemente, tuvimos ocasión de compartir una mesa de trabajo con el G/D Oswaldo Sujú Raffo (IDEFV),  Jorge Luis Fuguet (Mi Mapa), Jen Hutchings y Javier Izquiel (Fundación Venezuela Esequiba), Rajihv Morillo Dáger (MNARDEE), Luis Inciarte (ONSA)  José Gamero (Unimet), el concejal Héctor Urgelles (Municipio Baruta),  la profesora María Teresa Belandria (Coordinadora Internacional de Vente Venezuela), y el embajador Luis Ochoa Terán (director de Relaciones Internacionales de la Asamblea Nacional).  Y es que, sin perder la necesaria independencia y la particular línea de trabajo de estas organizaciones ciudadanas, resulta indispensable acordar un mínimo  enfoque y una básica articulación de esfuerzos para darle continuidad a la legítima e histórica reivindicación territorial, como la de un adecuado relacionamiento con la Asamblea Nacional, la cual, esta misma semana, sabrá de una propuesta de acuerdo, incluyendo la de la correspondiente sesión, alusivo al 50° aniversario del efectivo ejercicio soberano de la isla de Anacoco. Vale decir, asumiendo la responsabilidad que le compete a la ciudadanía deseosa de revalidar a sus legítimos representantes, electos – nunca sobra recordarlo – por el voto popular.

@LuisBarraganJ

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