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Cálculos político-electorales y la crisis económica de Venezuela

Desde hace varios años vengo planteando la irresponsabilidad que significa que el Gobierno no tome acertadas y oportunas decisiones en materia económica para solventar la crisis que atraviesa el país. Lamentablemente, no tomar decisiones también es una decisión, aunque con las peores consecuencias para la población y el país, puesto que todo termina por empeorar y hacer más difícil y costosa la salida de la crisis.

El cálculo acerca del costo político-electoral de tomar las decisiones que se requerirían en 2015 parece ir más allá de lo ideológico. El Gobierno luce paralizado y sin ideas claras ante la magnitud de los problemas. No quisiera creer que el Gobierno está apostando todo a la consecución de recursos provenientes de fuentes poco ortodoxas, no recurrentes, desesperadas o de emergencia para darle un poco de oxígeno (liquidez) a la dinámica económica nacional, entre ellas las que hemos visto en los últimos meses con las operaciones de traspaso de recursos del Fondo Chino a las reservas internacionales, operaciones swaps en oro, solicitud de las reservas en el Fondo Monetario Internacional, nuevos endeudamientos, venta de activos internacionales o la redención anticipada de la deuda que mantenía República Dominicana con el país vía el programa de venta de petróleo-Petrocaribe (otras están por venir). Estas operaciones pueden estarle siendo muy onerosas al país no solo en términos financieros (se desconocen oficialmente los términos acordados en muchas de esas operaciones) sino en términos de credibilidad. Indicadores de riesgo de Venezuela están evidenciando las necesidades y la desesperación de las autoridades nacionales ante la situación, pues lejos de reducirse se mantiene muy elevado y en alza (solo una referencia: los bonos soberanos de Venezuela se encontraban 2.564 pb por encima de los bonos de EEUU al cierre de junio pasado, cuando el promedio de América Latina era de 509 pb).

El cálculo político podría ser equivocado para el Gobierno si cree que el año 2016 y siguientes serán gobernables sin adoptar profundas decisiones. Lo que reprimamos en lo económico durante este año 2015, lo terminaríamos pagando con creces en los años venideros, con consecuencias sociales y políticas impredecibles, incluso con la posibilidad de un llamado a un revocatorio presidencial, que tendrá más posibilidades de triunfo para la oposición política que el de las propias elecciones parlamentarias de este año, lo cual ya es decir bastante. La relativa ventaja de este escenario 2015 es que el chavismo parlamentario no habría salido tan golpeado como seguramente saldría en 2016 ante la eventualidad de un revocatorio.

Pero por qué 2016 y años subsiguientes serían peores si no se cambia la orientación de la política económica? Simplemente porque los indicadores así lo desnudarían. Por mencionar algunos de ellos: una inflación que no bajaría de los altos niveles que ha alcanzado (de 3 dígitos), una recesión que se profundizaría (calculada por algunos en el entorno de 7%), una escasez de bienes que se mantendría muy elevada ante restricciones de divisas y oferta doméstica limitada (impredecible), un nivel de gasto fiscal cada vez más difícil de financiar adecuadamente en términos cuantitativos y cualitativos (déficit en torno a 20%), y un alto servicio de deuda externa (superior a los US$ 10.000 millones anuales), superior a la observada en los últimos años (2013-2015) y que restringiría la capacidad del Estado para reasignar las divisas hacia el consumo y la inversión; todo ello en un escenario de relativo bajo repunte de los precios petroleros (cálculos hechos para 2014 indicaban que se hubiese necesitado un precio petrolero de $/bl 117 para equilibrar las cuentas fiscales, cuando la realidad del precio promedio fue de $/bl 88,4). Corregir estos resultados adversos previsibles implicaría la adopción de una seria y responsable política económica con un programa de ajuste sólido.

La más cruda realidad emerge cuando nos hacemos la pregunta siguiente: ¿Creen ustedes que aun con la adopción de una orientación de política económica adecuada a las circunstancias actuales, acompañada de las medidas apropiadas, el Gobierno actual podrá tener la credibilidad suficiente para transmitir confianza a los agentes económicos privados como para que inviertan y produzcan, dejando de actuar con visión cortoplacista y sustituyéndola por una de mediano y largo plazo? La verdad sea dicha, sospecho que nuestro sector privado continuará esperando por una verdadera y continuada demostración de “sentido de pertenencia y propiedad” de las nuevas políticas y medidas económicas que se adopten, pues han sido demasiados años insistiendo en orientaciones y políticas erradas, contrarias al estímulo económico nacional, de allí que nos hayamos convertido en un país importador con una economía de puertos, donde resulta más barato importar que producir. Lo que pudo hacerse en materia de política económica hace años, no se hizo, ahora la cuesta es muy empinada y harán falta muchas demostraciones de verdadero compromiso, cambio y deseos de salir del atolladero en el que la falta de toma de decisiones nos llevó.

Es cierto que cálculos económico-políticos pueden agravar enormemente la situación del país y, por supuesto, la salida de la actual y previsible profundización de la crisis de Venezuela. Pensar que no tomar decisiones en estos momentos favorecería al Gobierno, más allá de ser irresponsable, sería un cálculo político erróneo para mantener el poder. Creer que la oposición política del país sería la que asuma los costos ante un eventual cambio de gobierno en 2016 (pues será ella la que tendría que adoptar las fuertes medidas económicas para poder salir de la crisis, con el consecuente desprestigio ante la población), puede ser otro mal cálculo político-electoral. Un eventual nuevo Gobierno (resultado de un proceso de referéndum revocatorio al gobierno actual) tendría el tiempo prudencial dado por la propia Constitución Nacional para ser sometido igualmente a un proceso revocatorio en su contra y convencer a la población de la situación en que el gobierno pasado (el actual) habría dejado al país y a la vez mostrar los deseos de cambio con visión duradera, … no sin dejar claro ante el país que habrían costos naturales del ajuste requerido, pero ahora con muchas mejores perspectivas para la Nación.   Indudablemente habría un riesgo, … el riesgo de que la población pueda añorar los tiempos buenos del chavismo y por lo tanto rechazar un nuevo gobierno de oposición. Son riesgos que habrán de correrse, … porque el camino que llevamos no es nada esperanzador y amenaza con ser mucho peor. En estos momentos, no hay ni políticas ni medidas de “cero costo”; todas llevan aparejadas costos, que combinadas adecuadamente entre las del área económica y las del área social podrán minimizar sus impactos adversos.

No son tiempos para titubear. Se impone, entonces, la realización ciertamente de cálculos económico-político-electorales, pero que incluyan la toma de decisiones que demanda el futuro del país. Los políticos deberán asumir sus responsabilidades, pero también sus costos.

 

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