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Cenando con extraños

Tel Aviv, Israel. Si el propósito de viajar es conocer algo nuevo, no tenía mucho sentido ir a Israel y cenar con la misma gente con la que trabajo.

Estábamos haciendo un reportaje para la televisión sobre lo que separa -y une- a israelíes y árabes, y decidimos convertir dos cenas en parte de nuestra investigación periodística. Bueno, nunca antes había tenido una investigación tan rica.

Como casi todo en esta vida moderna, los arreglos comenzaron con una aplicación en un celular. El extraordinario sitio EatWith.com -inventado en Israel- te permite ir a cenar a casas particulares en varias ciudades del mundo, incluyendo Tel Aviv, Nueva York, San Francisco y Barcelona. Por menos de lo que cuesta un restaurante, el anfitrión te cocina una comida completa. Pocas veces sabes quién más irá a cenar. Es decir, la idea es cenar con extraños.

Lo único que pedimos fue cenar en Tel Aviv en casa de unos israelíes y en la antigua ciudad de Jaffa con una familia árabe. El resultado fue mágico, interesante y muy apetitoso.

Una pareja gay, Keren y Yael nos recibieron en su casa blanca de un piso. Dos perros bien portados nos olfatearon y, pronto, nos dejaron en paz. Keren era la chef y Yael hizo el pan y servía. La cocina estaba convertida en un laboratorio. Nos prepararon siete platos con vino y vodka y remataron con un indescriptible y adictivo postre de chocolate que llamaron chunky monkey.

Tres parejas israelíes nos acompañaron y la conversación inevitablemente se metió en la política. Nacidos después de la creación del estado de Israel en 1948, ninguno de ellos sabía lo que era vivir en un país en paz. “Se va a poner peor antes de mejorar”, me dijo uno de los invitados. ¿Qué se necesita para la paz? les pregunté. Hubo un breve silencio y luego cayó la respuesta: “Solo depende de un líder valiente,” me dijo otro de los comensales. “La historia demuestra que las decisiones valientes las toman líderes valientes.”

La noche siguiente nos fuimos a cenar a la ciudad portuaria de Jaffa con una familia árabe. La comida fue extraordinaria. La mesa completa se llenó de platillos cocinados por Alia, quien utilizó recetas que han pasado verbalmente de generación en generación. Parte del encanto de la noche era el intercambio de platos e ideas.

El 20 por ciento de los ciudadanos de Israel son árabes. Gozan de todos los derechos. Sin embargo, aún hay casos de discriminación. Sama me contó cómo en cinco ocasiones no pudo hacer reservaciones en restaurantes únicamente por ser árabe.

¿Qué hizo? En una ocasión se cambió de nombre para ir a cenar pero, en otra, ya cansada del rechazo, demandó al restaurante.

Sama, que tan bien sabe defender sus derechos de ciudadana de Israel, tiene una vida familiar muy tradicional. “Aquí no salimos en dates. Solo nos comprometemos para casarnos”, me dijo. Luego me explicó que ella escogió a su novio -el primero y único que tuvo- pero que antes tuvo que pasar la aprobación de su padre.

Laila, de 17 años, también nos acompañaba en la cena. Llevaba un suéter con la bandera de Estados Unidos y el pelo suelto. Las palabras de Sama le calaban duro y sus inquietos ojos, detrás de sus lentes, se rebelaban con furia. Ella no quería seguir el mismo camino de Sama. Pero la tradición de su familia árabe parecía imponerse: no le dejaban tener novio y tampoco había tenido una cita, sola, con ningún chico. Me quedé con la duda de qué sería de su vida dentro de 10 años. ¿Se rebelaría o seguiría el camino de Sama?

Ambas cenas, sobra decirlo, fueron unas maravillosas lecciones culinarias y de cultura. No hubiera comido tan rico ni aprendido tanto en dos restaurantes con mis propios amigos. Y todo por unos 60 dólares.

A través de una aplicación en mi teléfono celular pude entrar a la sala, a la mesa y echarle un vistazo al corazón de dos familias en Israel. Hay, cierto, muchas maneras de conocer un país. Los tours me dan urticaria y después de tantos años de periodista he aprendido a desconfiar de las recomendaciones para turistas. Por eso sigo recordando, casi con nostalgia, esas dos cenas.

Cenar con extraños fue, simplemente, delicioso.

Posdata: Si quieres ver lo que comí, aquí está el reportaje de televisión

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