El EditorialOpinión

Chamba juvenil y las aldeas Potemkin

En estos días al recorrer Caracas vemos legiones de jóvenes desmalezando los bordes de calles y avenidas, con el tradicional machete en la mano, mientras que otros pintan las defensas laterales o rehacen aceras que no necesariamente estaban rotas. Incluso hemos observado como pintan de blanco muros y siembran flores y diversas plantas en pequeñas plazoletas públicas. Eso en si no está mal porque al menos a esos jóvenes les pagan algo y les dan de comer, pero la pregunta que cualquiera puede hacerse es, no sería más provechoso para ellos y para la sociedad en general, que el gobierno les pagase, más bien, para aprender nuevos oficios productivos como prepararlos para ser mecánicos, electricistas, plomeros, albañiles, panaderos, cocineros, reposteros, técnicos en computación, todos tan necesarios para, en primer lugar, tener una mejor oportunidad de obtener un empleo digno y, en segundo lugar y no menos importante, diversificar la capacidad productiva del país.

La actividad que realizan esos muchachos de la llamada “chamba juvenil”, por cierto otro atropello al buen uso del lenguaje que caracteriza a la “revolución”, no deja nada útil para el futuro a esos jóvenes, ya que el uso del machete, de la brocha, del pico o de la pala, no añade mucho conocimiento al que ya poseen.

Este plan de emergencia es tan diferente de esa gran iniciativa de la era democrática, el programa Gran Mariscal de Ayacucho, que permitió que millares de jóvenes venezolanos se formaran en diversas universidades y colegios técnicos, tanto en Venezuela como en el exterior. Y con el conocimiento allí adquirido se sumaron a una Venezuela que iba en búsqueda de un progreso que no dependiera sólo de la industria petrolera, que como todos saben, requiere relativamente poca mano de obra.

Al ver lo que deben hacer a estos jóvenes que integran la misión “chamba juvenil”, que es darle algo de lustre a una ciudad desvencijada, nos vienen a la mente las famosas aldeas Potemkin que el mariscal ruso Grigori Potemkin montaba en Crimea para hacerle ver a la zarina una muestra de progreso en marcha, pero que en realidad no era tal, porque solo eran fachadas de inexistentes viviendas.

La crisis venezolana actual solo se resolverá con una mayor capacitación de los venezolanos para que estos puedan, con su trabajo productivo, ayudar a la reconstrucción del país y no seguir haciendo planes de emergencia efectistas que solo benefician a fin de cuentas a los contratistas que ejecutan obras no necesariamente indispensables para el progreso de nuestro país.

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