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Coalición o colisión

Las diferencias entre algunos opositores y algunos oficialistas presagian momentos más y más complicados para nuestro país, máxime cuando algunos de ellos ocupan destacadas posiciones en el oficialismo y en la oposición. El reciente enroque ministerial, acompañado de la creación de nuevas vicepresidencias, en primer lugar minimiza la importancia de los ministros no vicepresidentes, y en segundo lugar, al haber tantos vicepresidentes, reduce la importancia de los mismos. Pero no es tan importante la nomenclatura, lo importante es que el cambio ha sido en favor de la línea ortodoxa del proyecto.

Los mal llamados pragmáticos reducen su importancia y el nuevo responsable de la diplomacia venezolana habrá de explicar las orientaciones de política económica emprendidas por el gobierno en abierta disonancia con las que en su otrora condición de vicepresidente del área económica anunció al mundo internacional, pero que por la razón que fuese no logró implementar.

Recibo con regularidad correos, informes, etc. de sectores y personas cercanas al oficialismo, mas no del gobierno, donde se expresan en los términos más escatológicos tanto de personeros opositores como de partidos u organizaciones, con expresiones de desprecio, profundo resentimiento y odio. De igual manera puedo decir lo mismo tanto de personas como de organizaciones opositoras, hacia personas y organizaciones oficialistas.

Lo más preocupante del tema es que estos sectores altamente radicales, polarizados tanto en el oficialismo como en la oposición constituyen un porcentaje importante de la población. Si bien ellos no constituyen la mayoría en la población, también es cierto que sí constituyen la mayoría activa en términos de comunicación, de activismo social y quizás político. Poseen una increíble capacidad para bloquear cualquier proyecto de distensión entre los venezolanos. Para unos y para otros son imperdonables tanto los unos como los otros. El deseo de aplastar de los sectores radicales del oficialismo para con la oposición se compara con la sed de venganza de los radicales opositores hacia los responsables oficialistas.

Esto anula cada día más las posibilidades de desarrollo, de mejoramiento de la calidad de vida de los venezolanos. Para estos dos grupos es inconcebible la existencia protagónica del otro. El oficialismo radical ha demostrado su inclemencia con quienes les adversan, exigiendo a cambio la rendición incondicional so pena de la persecución judicial, económica por decir lo menos. No han llegado al extremo de la extinción física del oponente, como lo ha sido en el caso cubano. Por su parte, los radicales opositores claman por la justicia divina, la justicia internacional, por un nuevo juicio de Núremberg, donde esos personajes oficialistas sean enjuiciados y condenados a las máximas penas posibles.

Ambos sectores radicales, oficialistas y opositores, practican hasta la censura de pensamiento para aquellos quienes se atrevan a mostrar la más mínima expresión de conciliar o respetar al oponente, para ellos las descalificaciones no se hacen esperar.

El cambio de ministros anunciado el pasado martes 2 envía un mensaje preocupante en el sentido de esperar más controles, más represión para con quienes difieran de las acciones del gobierno. Los llamados de cambio del modelo económico serán ignorados con fuerza y la gangrena del cuerpo de la economía venezolana se hará más extensa. En un futuro no será posible simplemente sacrificar un dedo, o la mano o hasta alguna extremidad, serán inevitable amputaciones mayores con las consiguientes penurias para todos, radicales o no, oficialistas u opositores, activos o pasivos. Todos recibiremos en mayor o menor grado las consecuencias de las políticas económicas del gobierno.

Corresponde al gobierno la mayor cuota de responsabilidad y de trabajo en poner la mesa que le permita zafarse de sus propios radicales posibilitando de esta manera que la oposición pueda hacer lo propio. Está en manos del gobierno intentar los diálogos que conduzcan a negociaciones y coaliciones o de igual manera abonar el terreno para una colisión.

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