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¡Comunismo de guerra!

Completando nuestra propuesta, que expusimos en los anteriores artículos “Comunismo color de lapa” y “Comunismo color de rosa”, sobre el comentado informe de la especialista en análisis de Entorno y Evaluación de Riesgo en el contexto político, social y económico de Latinoamérica Aura Palermo, quien, según su expositor, lleva cuatro años investigando y analizando el proceso que se viene gestando en Venezuela, tal como dijimos, “para el cierre”, nos referimos al “El comunismo de guerra”, por cuanto creemos lo más acertado para calificar la política emprendida por Chávez, quien desde que inició su gobierno, todo lo manejó como si fuera una situación bélica. Todo lo resolvía con comandos, batallas, estados mayores y supuestas victorias, hasta que el heredarlo Maduro, implantó la “guerra económica”, tal como lo describe la analista.

No es mucho divagar, si recordamos que, ciertamente, iniciada la guerra civil rusa en 1918, fue instituido el llamado Comunismo de Guerra por Vladimir Lenin en marzo de 1921 para referirse a los criterios económicos aplicados a la política económica y social de la República Socialista Federativa Socialista de Rusia durante la Guerra Civil, que finalizó en esa fecha.

Sin análisis, entendemos el significado de la “estrategia” de Chávez, que engolosinado y adoctrinado por los teóricos de entonces, que quisieron imponer, al igual que Lenin, medidas como en ese comunismo, que fue el fruto de la ideología engendrada para encontrar la democracia, y que tenían como objetivo el desarrollo de la economía socialista de Estado, que el régimen consideraba como el primer paso hacia el comunismo.

No es casualidad, la política militar implantada por Chávez y Maduro, que, igual que en la RSFSR, fueron respuestas pragmáticas a los apremiantes problemas económicos, especialmente a la grave crisis económica y la necesidad de equipar al Ejército Rojo durante la Guerra Civil, que vemos en Venezuela, con la supuesta “guerra económica” y la lucha contra el imperio, que origina las comparas de armamento y los comandos con sus maniobras de la FAN. Viendo la similitud, a pesar del tiempo, muchas de estas políticas incluían elementos tanto ideológicos como económicos, y los historiadores han debatido sobre la importancia relativa de cada uno de ellos en el marco de la política económica comunista de la época, por lo que no debemos hacer mucho esfuerzo en descifrar el origen y las consecuencias de estas medidas, cuya coincidencia no es casualidad: la incautación de los productos agrícolas, la nacionalización de la industria, el control estatal del comercio, el control centralizado de la producción y distribución, la asignación estatal de los recursos y la sustitución del dinero por el sistema del trueque.

En la RSFSR, ese “comunismo de guerra”, condujo al colapso económico del país durante la Guerra Civil, que impulsó al gobierno a llevar a cabo la nacionalización de los medios de producción, pero también la ideología marxista del régimen consideraba este objetivo como deseable debido a que la propiedad estatal de los medios de producción se concebía como la base del poder político. Del mismo modo, Lenin y otros líderes estaban a favor de la abolición del dinero tanto por motivos ideológicos como, probablemente, porque el papel moneda había perdido valor a causa de la inflación incontrolada. Sin embargo, los campesinos se resistían a vender los productos agrícolas a cambio de dinero devaluado, actitud que dificultaba la obtención de los suministros necesarios para el Ejército y los trabajadores de las ciudades. Los comunistas, que tacharon al campesinado de “enemigos de clase”, aplicaron posteriormente una dura política de apropiaciones mediante los “ejércitos del grano”, que se incautarían de todos los productos alimenticios de las zonas rurales.

A finales de la Guerra Civil, el gobierno prosiguió, e incluso, intensificó la política de incautación y control propia del comunismo de guerra, que alcanzó su punto máximo en 1920, con las propuestas de militarización del trabajo, apadrinadas principalmente por Liev Trotski, según las cuales los trabajadores de algunas áreas serían obligados por el gobierno a trabajar en zonas e industrias determinadas, quedando además subordinados a una disciplina militar. La implantación del servicio laboral universal se impuso también en 1920 y se formaron ejércitos de trabajadores a los que se asignaban unidades del Ejército Rojo para trabajar en la industria o en la agricultura. No obstante, la producción agrícola e industrial disminuyó precipitadamente. Durante el invierno de 1920-1921, la hambruna provocada por la sequía, la situación de privación general, la creciente oposición de los campesinos a la incautación del grano y el rechazo a las impopulares medidas gubernamentales motivaron huelgas y revueltas en todo el país a las que el régimen respondió endureciendo la represión.

En marzo de 1921, los marineros de la base naval de Kronstadt, que anteriormente habían sido ardientes aliados de los bolcheviques, encabezaron una revuelta contra la austeridad de la política económica y la represión de las huelgas. La rebelión de Kronstadt debilitó la confianza en el régimen, lo que contribuyó al abandono del comunismo de guerra en favor de la Nueva Política Económica (NEP), defendida por Lenin y aprobada en el X Congreso del Partido Comunista en marzo de 1921.

La NEP relajó el control del gobierno sobre la economía, particularmente en el sector agrícola, y permitió la existencia de algunas empresas privadas para facilitar la recuperación económica. No obstante, los comunistas declararon que se trataba únicamente de un aplazamiento temporal antes de reanudar la marcha hacia el socialismo. El dirigente soviético Iósiv Stalin retomó posteriormente muchas de las medidas del comunismo de guerra en su política de industrialización de la década de 1930 y en el sistema económico soviético que de ella surgió.

Cuando cesaron las hostilidades y quedó consolidado el régimen soviético, el gobierno inició la restauración de la economía, y aunque Trotski y otros dirigentes preferían mantener esta rígida política de guerra para continuar la evolución hacia el comunismo, Lenin optó por reducir la gravosa economía de guerra impuesta a los agricultores, para estimular la producción agraria, mitigó los controles sobre la industria y el comercio para permitir la creación de pequeñas empresas que lograran aumentar la producción, todo, mediante el plan denominado Nueva Política Económica (NEP), que había sido adoptada en 1922 por el Partido Comunista Ruso.

Luego de la Revolución, el partido liderado por Lenin, adoptó la denominación de Partido Comunista en 1918, para diferenciarlo de la social democracia, a la que hasta entonces había pertenecido. Su principal objetivo era el de transformar la Revolución rusa en revolución mundial, por lo que se convocó un congreso de los delegados de izquierda de la socialdemocracia, que decidió formar la III Internacional, cuyo órgano ejecutivo era el Komitern. Esta Revolución, concretó las bases de la ideología marxista, con la contribución de Lenin, cuya mixtificación marca el inicio de la historia política de la Unión de Repúblicas Socialistas, o de las democracias populares, como han sólido llamarse y de los partidos comunistas del mundo, ideología que fue teorizada por los más grandes líderes del comunismo mundial: Stalin Kruschef, Mao Tse-Tung, Lieu Shao-shi, etc., cuyas decisiones políticas, guiadas por la ideología, contribuyeron a desarrollarla.

Desde entonces, el mayor crédito a las modernas ideas comunistas se les da a los «utópicos», Francois Fourier, Robert Owen y Claude Saint-Simon; a los comunalistas religiosos, Karl Marx y Friederich Engels, creadores de la teoría del «socialismo científico»; y más recientemente, los ya mencionados: Ilyich Lenin, a Josef Stalin, Leon Trotski, Mao Tse-Tung y Josip Broz Tito, del comunismo que perduró hasta la década de los 90’, y que aún se mantiene vigente en muchas regiones del mundo, pero que en pocos, han querido implantarlo como plan de maniobra, ya que el resultado es conocido.

No basta con saber que es comunismo, sino que en sistemas o Estados democráticos constitucionales como Venezuela, hay que seguir las pautas de la Carta Magna, que es lo que se está haciendo. Pensar en enfrentamiento entre gobierno y oposición, no es lo más conveniente, si se quiere en cambio de régimen en paz, que permita una continuidad sistemática y una activación de la recuperación al mediano plazo.

Nuestro próximo sobre el tema: “El comunismo verdadero”.

@Enriqueprietos

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