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Crisis de los Misiles Coreanos o Juego Suma Cero

La última vez que el mundo contuvo la respiración, ante una amenaza real de una guerra nuclear, se dio en el contexto de la histórica Crisis de los Misiles Cubanos de 1962. Para entonces, la URSS había colocado en Cuba bases de misiles de alcance medio y un arsenal de 45 ojivas nucleares; constituyendo el antecedente inmediato de la doctrina de la MUTUAL ASSURED DESTRUCTION (MAD) «Destrucción Mutua Asegurada» del teórico John Von Neumann; según la cual los Estados buscan ventajas políticas y militares a través del uso de armas nucleares de forma estratégica sin que ello, necesariamente, implique la efectiva intención de una confrontación bélica.

No obstante, la progresiva tensión política y la aparente inviabilidad de una solución diplomática ante dicha crisis, crearon las condiciones para una respuesta militar por parte de EEUU en los mismos términos de la amenaza soviética. El presidente John F. Kennedy se vio sometido a la más férrea presión por parte de sus generales y asesores militares al extremo de la polarización de su gabinete entre quiénes demandaban un ataque inmediato y quiénes abogaban por una solución pacífica.

El derribo del avión U-2 espía estadounidense que sobrevolaba Cuba recrudeció el intercambio a un punto que muchos consideraron de no retorno. Fidel Castro era firme en su posición de mantener los misiles en la isla como mecanismo de defensa ante una nueva invasión estadounidense, vista la fracasada asonada de Bahía de Cochinos de 1961. Pero la historia vendría a demostrar que el caudillo cubano fue simplemente un peón en el juego de ajedrez de las dos superpotencias.

Probablemente el carácter, hasta entonces, secreto de las negociaciones bilaterales, mostró a un EEUU política y militarmente superior en comparación con la URSS. Sin embargo, esto distaba mucho de la realidad. En la práctica, se impuso el pragmatismo a través de una solución concertada en la cual ni un bando ni el otro dieron muestras de debilidad. Por una parte, los estadounidenses se comprometían a no volver a invadir ni avalar un ataque de terceros a Cuba, firme exigencia de Nikita Krushov (Primer Secretario del PC de la URSS), así como a retirar sus misiles de alcance medio ubicados en Turquía, mientras que los soviéticos asumieron el compromiso de desmantelar y retirar sus misiles y el material nuclear de la isla caribeña.

55 años después, con la caída de la URSS, el fin de la Guerra Fría y una relativa distensión en la hostilidad entre las grandes potencias, paradójicamente, el escenario luce más preocupante que otrora. ¿Es real la amenaza de un conflicto con el potencial de erradicar a la especie humana de la faz de la tierra? La respuesta es un rotundo Sí.

Desde el año 2006, tras denunciar el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares, Corea del Norte ha dado pasos agigantados en el desarrollo de su programa nuclear. Seis ensayos de misiles (incluyendo una bomba de hidrógeno que generó un sismo de 6,3 que pudo sentirse en China y Rusia) y, recientemente, un simulacro sobre territorio japonés, más la amenaza directa a EEUU al declarar estar en capacidad de alcanzar territorio norteamericano con sus misiles, han cambiado las reglas del juego en el tablero internacional.

Lógicamente, tales acciones han generado una respuesta inmediata por parte de Corea del Sur y EEUU, cuyas fuerzas aéreas realizaron un simulacro de ataque conjunto en la localidad surcoreana de Ganpow; a prinicpios del mes de septiembre, a manera de advertencia y prueba de fuerza ante un eventual arremetida norcoreana.

Las opciones de disuasión por parte de los llamados a intervenir, para la fecha de este artículo, lucen inconexas cuando mucho. El gobierno estadounidense, no parece contar con un plan de acción claro más allá de la retórica grandilocuente del Presidente Trump y la declaración de sanciones económicas a los Estados que mantengan relaciones comerciales con Corea del Norte; lo cual plantea un escenario aún más incierto, por cuanto sus dos principales aliados para contener un inminente conflicto son precisamente importantes socios de Corea del Norte: China y Rusia. En la práctica, el establishment estadounidense apela a la influencia china dado su carácter de potencia regional y vecino de Corea del Norte para aliviar las tensiones. Ello, lógicamente, supondría un costo político mucho menor que el de asumir, por sí mismo, una compleja solución para la cual la administración Trump, ha dado claras muestras de impreparación e improvisación.

A la luz de la experiencia reciente con la constatación de un aumento de la radiactividad en su frontera con Corea del Norte, China ha cambiado recientemente su postura inicial que favorecía el diálogo; optando por apoyar nuevas sanciones y ejercer presión sobre Rusia, a través del Consejo de Seguridad de la ONU, a fin de actuar en consecuencia. La posición de Moscú ha sido enfática al declarar que avisora un escenario imposible de solventar por esa vía o el uso de la fuerza; en fución de lo cual promueve la negociación entre las partes.

Desde la lógica de Norcorea, la premisa resulta muy sencilla: la posesión y ensayos sistemáticos de armas nucleares constituyen un activo que asegura su supervivencia política. Se trata de la única ventaja estratégica con la que cuenta el gobierno de King Jung Un, vistas las restricciones comerciales y financieras, impuestas por EEUU, hace varias décadas y el incierto apoyo apoyo militar que recibiría de Rusia a la hora de un ataque de alguno de sus enemigos.

Esta indeclinable posición, junto a la histórica ineficacia de las sanciones a Pyonyang, configuran una receta para el conflicto que puede ser expresada (teóricamente) desde la perspectiva del Juego Suma Cero. Según este postulado, el total de las ganancias de un jugador representa la misma cantidad de pérdidas del otro, de manera que al sumar ambos valores el resultado total es cero (de ahí su nombre). En otras palabras, la única opción de solución al conflicto que plantea Norcorea pasa por la renuncia absoluta a su programa nuclear, en cuyo caso ganaría el bloque que, para los efectos, conforman EEUU y los países interesados en tal empresa. Esto, indudablemente, significaría la abdicación de la cuota de poder norcoreana en favor de sus contrarios; escenario inaceptable para Jong Un.

Así las cosas, la visión más clara sobre los días por venir pareciera ser la rusa: las sanciones no tendrán efecto alguno y un ataque militar terminará desestabilizando la península coreana y podría «conducir a una catástrofe planetaria» en palabras de Putin, quién estaría enviando un equipo negociador al Foro Económico Oriental (Vladivostock – Rusia – 07 de septiembre) a fin de tratar con la delegación norcoreana el delicado asunto.

Muy probablemente, el mundo estaría más confiado teniendo a un John F. Kennedy al mando de la nación más poderosa del planeta y a un Nikita Krushov al frente de Corea del Norte ante la actual coyuntura. Para preocupación de muchos, tanto el Presidente Donald Trump como el Líder Supremo King Jong Un comparten rasgos similares de personalidad que resultan poco alentadores a la hora de tomar decisiones; en especial cuando ambos disponen de acceso directo a códigos para la activación de armas nucleares y discrecionalidad para el lanzamiento de ataques armados. ¿Se impondrá la visión rusa? ¿Será posible un juego de suma variable?

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