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Cuatro preguntas frecuentes sobre la crisis en Venezuela

  1. ¿Es posible algún cambio en la política económica del gobierno frente a la crisis?

La crisis económica venezolana es, sin duda, de grandes dimensiones. Es la mezcla de una crisis producida por el modelo interno de control de cambio y de precios —hostil al sector privado y, además, culpable de distorsiones, escasez e inflación antes de la caída del precio del petróleo— con una crisis externa del mercado petrolero. Esta última, sin duda, es un drama para los ingresos de un país totalmente dependiente del petróleo.

Lo que hemos visto hasta ahora, en términos de desabastecimiento, inflación y caída de actividades e inversión, es apenas el pico del iceberg. Y no parece posible que el gobierno se mantenga evadiendo y postergando, como ha hecho hasta ahora, la toma de decisiones económicas racionales por miedo al costo político. Pero la presión de quienes exigen un cambio será gigante. En efecto, ya hemos visto algunas acciones en la dirección correcta, pero a destiempo, con poca velocidad y sin la profundidad necesaria.

Me refiero, por ejemplo, a las negociaciones informales de los precios con el sector privado. Eso ha permitido algunos desplazamientos para garantizar abastecimiento, que mejoró un poco a finales de 2014 pero entró en crisis de nuevo en este mes de enero. O a al nuevo convenio cambiario, que le permite a PDVSA vender sus divisas en cualquier mercado oficial. Es decir: autoriza a la petrolera estatal a vender los dólares producto de la renta petrolera en SICAD2, con una tasa de cambio infinitamente más elevada que la de Bs.F. 6,30. Esto les permitiría corregir una buena parte del déficit en bolívares y reducir el financiamiento monetario (inorgánico) del Banco Central de Venezuela a PDVSA, que es una de las causas fundamentales de la inflación.

El problema es que medidas como ésas, adoptadas tardíamente y ni siquiera en rigor, ya no son suficientes. La magnitud de la cantidad de dólares que PDVSA debe vender en ese mercado para corregir el déficit es enorme. Y, además, tendrían que reducirse de las entregas en mercados oficiales más bajos, algo que afectaría dramáticamente los precios de los bienes esenciales y se abriría como una devaluación evidente. Esa devaluación que el gobierno tiene miedo a asumir (aunque creo que ya resulta indispensable).

En todo caso, el principal bloqueador para adopción de medidas parece ser el costo político. Y en eso tienen razón. La popularidad de Nicolás Maduro ha caído sustancialmente (está actualmente en 22,6%). También la autodefinición política chavista ya baja de 20%. Con este debilitamiento, resulta que la mayoría de la población rechaza medidas económicamente necesarias, como el aumento de la gasolina y la devaluación. Esto hace que teman no poder controlar el rechazo y eso ha dificultado las decisiones, especialmente frente a sus fuerzas radicales internas, que preferirían que el gobierno se decantara por una estrategia de comunización de la economía, expropiando el total de importaciones del país. Dentro de esa teoría que exponen, el debate cambiario quedaría de lado, pero se incrementaría los temas vinculados con la ineficiencia y la corrupción característicos de esos modelos.

En mi opinión, el gobierno avanzará en algunas decisiones. Habrá algunas medidas cambiarias y tendremos devaluación implícita (que no será anunciada abiertamente). También se verán algunas medidas de ajuste de precios, pero no creo que formen parte de un modelo profundo de cambio ni que sean inteligentemente implementadas, así que sus resultados serán pobres.

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  1. ¿Es posible que haya una división en el chavismo?

Pese a la crisis, me parece que el chavismo está más preocupado por una potencial derrota electoral frente a la oposición en las parlamentarias que en los riesgos de radicalización o en golpes de Estado. Con eso en mente, el escenario más probable es que las fuerzas del chavismo —divididas entre moderados y radicales, con grupos que rechazan la gestión de Nicolás Maduro— tiendan a unirse para defenderse, en lugar de fragmentarse.

No veo la probabilidad de una salida de Maduro agenciada desde adentro en el corto plazo. Sin embargo, en caso de que esa posibilidad cogiera fuerza, sería más riesgoso el tema militar, algo que Maduro controla bastante bien ahora mismo entregándoles poder y fuerza, pero que podría desequilibrarse con una crisis que los afecte o presiones de calle. Si un movimiento de ese tipo tuviera lugar, no sería en los grupos chavistas convencionales, sino en los grupos militares que ya controlan el poder y algunos negocios en Venezuela.

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  1. ¿Pueden los chavistas perder confianza y fuerza?

Resulta obvio que el chavismo está perdiendo popularidad, confianza y filiación. Incluso: los números indican pérdidas severas. La autodefinición chavista hoy está a la mitad de lo registraba cuando Hugo Chávez estaba en poder. Y su arrastre electoral está muy deteriorado. Así que la peor pesadilla de Maduro es que, en estos momentos, los números indican que no podrían ganar una elección en estas condiciones, a menos que la oposición se presente totalmente desarticulada.

Es cierto que la oposición no está organizada ni articulada. Tampoco tiene liderazgos sólidos ni una propuesta de cambio creíble. Pero la presión popular y la tensión electoral, cuando se acerquen, tenderán a unirla… aunque sea con chicles, como ha pasado anteriormente.

No es seguro que la oposición capitalice todo esto. Será una tarea titánica, pese al debilitamiento del chavismo, pero no cabe duda de que sus opciones son mucho más elevadas que nunca antes. Y eso le complica el panorama al chavismo, que tendrá que tomar una decisión clave: permitir o no una elección en la que podrían perder abiertamente. Algo que, en todo caso, no significaría la salida de Nicolás Maduro ni le acarrearía necesariamente incapacidad de gobernar en un país presidencialista. Pero es un escenario positivo en el balance perceptual del poder, que fortalecería a la oposición como nunca antes y le abriría camino a luchas más organizadas y eficaces, como por ejemplo la solicitud de un referéndum revocatorio.

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  1. ¿La oposición puede ganar soporte y fuerza política?

La oposición tiene el reto de articularse. Y eso no es fácil. Están divididos y hay fracturas de pensamiento, además de objetivos e intereses encontrados.

Es paradójico, pero precisamente el hecho de que la oposición tenga más oportunidades de ganar hace que las posibilidades de acuerdo sean menores: muchos quieren controlar lo que todavía no tienen y surgen las peleas. Pero, de nuevo, la dinámica electoral los puede ayudar mucho.

Su mayor problema es el desespero de algunos sectores, que creen que es imposible esperar y que no hay salida electoral. Y si el gobierno entiende este asunto y decide utilizarlo a su favor, podría decidir estimular la radicalización de esos grupos opositores.

No se puede descartar el escenario donde el chavismo juegue como sea a esa división opositora, que es su única carta para salir ileso políticamente, pero no hay nada que le convenga mas a Maduro ahora mismo, justo cuando no puede ganar una elección (pero tiene las armas, el poder, las instituciones, los militares y la plata) que sustituir una lucha electoral (donde es muy débil) por una lucha radical (donde tiene todas las de ganar).

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