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De la cayapa de la siembra a la Ley de semillas y al motor agroalimentario

Decía la ministra inaugural de la cartera de Agricultura Urbana en su brevísima quincena de ejercicio en el cargo y antes de ser suplantada vía Twitter, que las carencias alimentarias serían subsanadas con una “cayapa de la siembra”, bajo el mandato de “buscar cualquier espacio, un balconcito, una botella vieja, una latica, para sembrar”. Ya Laureano Márquez, con su insuperable pluma y particular gracejo, glosó esas torpes declaraciones; a ellas les remito.

Esa mirada primitiva para remediar el hambre de los pueblos con técnicas agrícolas paleolíticas tiene un remate peligroso en la Ley de Semillas, aprobada por la Asamblea Nacional 2010-2015 en sus estertores finales (Gaceta Oficial Extraordinaria 6207, 28/12/2015). La ley es de tal gravedad por el desconocimiento de conceptos biológicos modernos y por el atraso que traerá al agro y la economía venezolanos, que las alarmas se han encendido en los sectores relacionados con el asunto. La Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales ya se ha pronunciado al respecto.

Llena de frases sesgadas políticamente (agricultura comunal y ecosocialista, valoración de la “semilla indígena, afrodescendiente, campesina y local”, agroecología socialista, entre otras), la ley está diseñada para prohibir cualquier uso, multiplicación o producción de semillas transgénicas bajo la pretensión de que con ello “se preserva la diversidad biológica y la vida en el planeta”. Se desconocen así los avances científicos en la materia que han permitido a través de pruebas rigurosas, el uso de aquellos organismos genéticamente modificados (OGM o transgénicos) que se hayan demostrado beneficiosos y exentos de efectos nocivos.

¿Ejemplos de OGM de uso mundial, incluida Venezuela? La casi totalidad de la soya, sin que se hayan reportado daños a la salud de los consumidores. Y provenientes de bacterias GM, toda la insulina de uso clínico para pacientes diabéticos y el cuajo para la producción de quesos.

En 2015, 29 países cultivaron más de 185 millones de hectáreas de plantas transgénicas, entre ellos, nuestros socios de China (4 millones de hectáreas) y del Mercosur: Brasil (42,2), Argentina (24,3), Paraguay (3,9), Uruguay (1,6) y Bolivia (1,0): 18 millones de campesinos favorecidos por incrementos de 22% en rendimientos y 68% en ganancias.

Mientras todo esto pasa en el mundo desarrollado o en vías de desarrollo, los legisladores locales de diciembre (ex−legisladores ahora, felizmente para los demócratas de nuestro agobiado país) decidieron que “el Estado promoverá e impulsará el conuco como modo de producción sustentable” (art. 46), retrotrayéndonos a un modo de cultivo precolombino, reconocidamente ineficaz, de pobre rendimiento, capaz de erosionar el ambiente como ningún otro sistema agrícola.

Por todo eso y más, nuestra flamante Asamblea Nacional debe derogar esa ley anacrónica y en su defecto, producir una legislación moderna, producto de un consenso no sólo con comunas y pueblos indígenas (art. 16), sino sobre todo con científicos e instituciones científicas de reconocida solvencia en ingeniería genética, agroeconomía y afines, que aportarán conocimientos validados por el método científico, así como de productores que participen en la redacción de una ley que, bien orientada, servirá para el desarrollo del agro y la economía nacional, para bienestar de nuestros ciudadanos, en un momento en que tanto necesitamos de herramientas modernas para impulsarlos.

De paso, podrían incorporar científicos expertos en agro en el Motor Agroalimentario que el régimen ha instalado ahora como uno de los nueve “ejes estratégicos para el impulso de la economía productiva”, un nuevo armatoste dentro de ese tinglado “revolucionario” que lleva 17 años de traspiés.

TUITEANDO

1.- En ocasión del reciente fallecimiento de mi esposo, Felipe San Blas Guerra, agradezco a nombre de mi familia y en el mío propio, la solidaridad de instituciones, amigos y colegas que nos han acompañado en el doloroso trance. A este medio, Tal Cual Digital, por su emotivo homenaje.

2.- No dejen de ver a los diputados José Guerra explicando las razones para denegar el decreto de emergencia económica presentado por el Ejecutivo y Miguel Pizarro defendiendo a la universidad venezolana. Al escucharlos, uno siente el orgullo de haber contribuido con esfuerzo y voto a conformar esta nueva mayoría democrática.

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