¿ Diálogo o negociación en el Vaticano?
La decisión del Santo Padre de convocar al Gobierno y a la oposición a reunirse en el Vaticano es un paso importante, siempre y cuando no sea una fase más de un diálogo sin sentido, sino el inicio de una verdadera negociación con la intervención de la mediación del Papa.
Para que eso pudiera tener servir para resolver la crisis que, literalmente, está destruyendo a nuestro país, es indispensable que antes de sentarse a la mesa de negociación se cumplan las exigencias que fueron formuladas en la carta del Cardenal Parolin, y que la oposición venezolana ha suscrito.
Solo a título de recordatorio, esas condiciones fueron: liberación de los presos políticos; reconocimiento por parte del Gobierno de la Asamblea Nacional en todas sus facultades, como lo señala la Constitución; establecimiento del calendario electoral, por supuesto sin tácticas amañadas que impidan su normal realización; y, por último, apertura de canales humanitarios para resolver la crisis alimentaria y de medicamentos.
Estos asuntos no pueden ser objeto de discusión, sino que deben necesariamente ser previos a la instalación de un mecanismo de negociación, como lo sería la mediación papal.
Ya en el pasado esta mediación ha sido exitosa en circunstancias que pudieron evitar la guerra y dar una respuesta, satisfactoria para las partes en el conflicto, como sucedió entre los gobiernos de Chile y Argentina, sobre la delimitación del canal del Beagle.
Ahora el tema fundamental de la negociación deberá ser cómo las partes se ponen de acuerdo para encontrar la mejor vía, para que se adopten las medidas necesarias que pongan punto final a la crisis actual de Venezuela y permitan la recuperación y construcción de unas bases sólidas, para que el país pueda prosperar en paz y armonía pero, sobre todo, en libertad y democracia.
Esa tarea no es simple y habrá que superar múltiples escollos, sin embargo, si se imponen la tolerancia y el amor a Venezuela, se podrán ir construyendo, paso a paso, soluciones compartidas, que no signifiquen una derrota para una de las partes, sino un logro de ambas en beneficio de nuestro país.
Lo que está en juego es de tal magnitud, que bien vale la pena que las partes hagan suyas las palabras del Rey de Francia, cuando dijo que París bien vale una misa. Roma también lo vale.