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Dictadura militar, firmm…!

El régimen dictatorial de Nicolás Maduro, para sorpresa de todos, sobrevive, a pesar de las protestas de calle de comienzos de 2014 con el saldo de 43 muertos causados por la represión gubernamental, a pesar de la rebelión popular del 1° de abril al 31 de julio de 2017 que tuvo el saldo de más de 130 muertos, a pesar del colapso de la economía nacional que mata a venezolanos por falta de alimentos y medicinas, y a pesar de estar aislado de una comunidad internacional que lo repudia.

En cualquier otro país del mundo que hubiese vivido una situación similar, el gobierno es puesto de lado  y se da paso a otra alternativa política.  No cabe duda que en Venezuela no ha sido así porque el Alto Mando Militar, desnaturalizando principios de disciplina, obediencia y subordinación, ha comprometido a la Fuerza Armada Nacional como sostén de los que están al frente del Poder Ejecutivo  y ejercen el mando al margen de la Constitución Nacional. Acertadamente, el internacionalista Adolfo Salgueiro, dijo, en reciente artículo, que la dictadura que oprime a la nación “depende ahora exclusivamente del apoyo de la Fuerza Armada Nacional, que en definitiva se ha coinvertido en árbitro de la situación porque tiene la fuerza y la usa en grado de brutalidad creciente”. El viejo problema, de raigambre histórica, de la confrontación del poder militar con el poder civil, con predominio del primero, se reavivó en nuestro país a partir de 1999.

Nicolás Maduro y los civiles que lo acompañan son el mascarón de proa de una dictadura que es, en esencia, una dictadura militar. Entre 1950 y 1952, el civil Germán Suárez Flamerich ejerció nominalmente la presidencia de la Junta de Gobierno, de la que formaron parte los tenientes coroneles Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez.  Rómulo  Betancourt dijo, en frase lapidaria, que en esa Junta el que fungía como presidente, Suárez Flamerich, era “un civil de alquiler”. Lo mismo puede decirse ahora de Maduro, que encabeza un régimen  en el que los que ordenan ¡firmm…! y mandan, en realidad, son los militares del Alto Mando, que sus motivos tendrán para impedir el cambio político  que, en varias ocasiones, se ha intentado constitucionalmente. Y todo eso ocurre bajo la sombra colonialista del tutelaje cubano, sin que aparezcan los ardores patrióticos que se exhiben en los ejercicios  que se aprestan  para enfrentar las amenazas del “imperialismo”.

En la valoración ciudadana, la Fuerza Armada Nacional, como en tiempos dictatoriales pasados, se ubica en el sótano de las encuestas de opinión, por no cumplir con su obligación de hacer respetar la Constitución y por ser cómplice de quienes, además de detentar el poder ilegítimamente, llevan el país, no obstante sus recursos y potencialidades, a la ruina. Los sectores democráticos internos de la FAN tendrán que decirle al Alto Mando Militar que abandone el rol de salvavidas de una dictadura que no puede continuar, a la que nadie quiere y todos desprecian. Es tiempo de irse. ¡Señores del Alto Mando…firmm!.

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