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Difícil prever hacia dónde va Grecia

Confesamos que los últimos acontecimientos en Grecia nos desconcertaron un tanto, y aun no salimos de nuestra confusión, así que hemos preferido reunir más elementos de análisis para emitir alguna opinión, que siempre podrá estar un poco distorsionada por la distancia física que nos separa de los acontecimientos. Nada sustituye el contacto concreto con la realidad, que te ayuda a recibir “vibraciones” de la gente, un importantísimo dato subjetivo que concurre a la conformación de la percepción.

Lo cierto es que la situación de Grecia es sumamente compleja y es difícil prever hacia dónde discurrirán los hechos y los protagonistas.

Para la mayoría de los analistas de izquierda, en Grecia se ha producido una traición al pueblo por parte de Alexis Tsipras y parte de su entorno. Tras más de 17 horas de negociación, Grecia y Europa alcanzaron un acuerdo para dar luz verde a un tercer rescate y que el país heleno pueda seguir en el euro. Esto implica un plan de reformas que Grecia pondrá en práctica de inmediato a cambio de iniciar las conversaciones para ese tercer rescate, que se situaría en torno a los 82.000 a 86.000 millones de euros.

Es claro que Grecia ha aceptado algunas de las medidas que antes rechazaba, incluyendo algunas de aprobación e implementación inmediata. A cambio Grecia ha obtenido de la Troika una promesa de que estudiarán un alivio de las condiciones de reembolso de su abultada deuda, aunque en ningún caso una quita como pretendían los griegos.

Las condiciones que la Troika impone a Grecia son de inconfundible corte neoliberal: privatizaciones, reforma del IVA, del mercado laboral, de las pensiones, de la Administración, reforzamiento del sector financiero, entre otras de la misma especie. A cambio Grecia tendrá acceso a un tercer rescate por un valor que, tal como hemos dicho, rondará los 86.000 millones de euros.

Ahora el gobierno de Tsipras deberá crear un Fondo de privatización por valor de 50.000 millones de euros, lo cual parece ser la mayor concesión del Gobierno griego. El Ejecutivo de Tsipras tendrá que transferir activos públicos a un fondo que será de titularidad griega aunque supervisado por la Troika. Esos bienes serán privatizados. Con esas privatizaciones los líderes europeos esperan recaudar 50.000 millones de euros.

Tres cuartas partes de esa cantidad se utilizarían para recapitalizar los bancos y reducir la deuda; sólo el 25% iría a realizar inversiones en el país. Esta película ya la hemos visto: se auxilia a los bancos a costa de los pendejos.

Las privatizaciones incluirían todos los sectores: energético, transportes, telecomunicaciones, etcétera. Por ejemplo, la Troika exige a Grecia la privatización de la red de transporte eléctrico.

En el tema social, los acuerdos no son menos comprometedores. Grecia acepta una “ambiciosa” reforma de las pensiones, que incluye una ampliación de la edad de jubilación hasta los 67 años, endurecimiento de las condiciones de prejubilación y congelación de las pensiones hasta 2021.

Por otra parte, el gobierno griego tendrá que obtener la aprobación de los acreedores en leyes clave antes de someterlas a consulta pública o al Parlamento. Asimismo, el país heleno tendrá que tomar medidas para reformar su sistema de justicia civil y aplicar la normativa de la UE para el auto-rescate de bancos.

Ahora bien, la mayoría de las fuerzas de izquierda en Grecia están alborotadas contra el acuerdo asumido por Tsipras ¿y el pueblo griego, o sea el protagonista principal del referéndum en el que arrasó el “No” a las medidas de austeridad que al decir de muchos ahora son peores? Por el momento parece haberse quedado sorprendido y sin reacción alguna. Unos pocos ciudadanos griegos salieron este lunes a las calles de Atenas para manifestar contra el nuevo acuerdo de rescate y las manifestaciones han sido muy pequeñas ¿O será que a despecho de las organizaciones políticas de izquierda le están dando un cheque en blanco a Tsipras? No obstante, la situación podría calentarse. La confederación de sindicatos del sector público de Grecia (ADEDY) convocó una huelga de 24 horas para ayer en protesta contra el acuerdo alcanzado entre el Gobierno y los acreedores, el mismo día en que estaba prevista su votación en el Parlamento. Esto llevó a disturbios minoritarios en la plaza Sintagma, disueltos por la policía. El paro de 24 horas, el primero que los sindicatos de trabajadores públicos convocan bajo el Gobierno de Syriza, se llevó a cabo porque el pacto incluye una reforma de las pensiones, un aumento de los impuestos directos e indirectos y de las cotizaciones a la Seguridad Social, entre otras medidas.

El acuerdo con la Troika ha llevado a fuertes divisiones en el gobierno griego. Más de la mitad de los miembros del Comité Central de Syriza han rechazado el acuerdo alcanzado por el primer ministro Tsipras, para que Grecia reciba un tercer rescate financiero, que han considerado una “humillación” para el pueblo griego. Antes de que el Parlamento decidiera ayer la aprobación del rescate de la Troika y las condiciones que lleva aparejadas, la cúpula de la coalición gobernante se ha posicionado mayoritariamente en contra. De los 201 miembros que componen el Comité Central, 107 han dicho no al acuerdo, al que Tsipras dijo sentirse “obligado”. Los críticos han reprochado que incluya “términos de supervisión humillantes que son destructivos” para Grecia y su ciudadanía. En un documento que han suscrito los críticos afirman que el 12 de julio se dio un golpe de Estado desde Bruselas.

Las críticas contra Tsipras también han llegado al Gobierno, del que se han salido en las últimas horas varios de sus miembros. Entre los cargos dimitidos figura la viceministra de Finanzas, Nadia Valavani, que ha tachado de “inútiles” las medidas  incluidas en el acuerdo. También ha dejado su cargo el secretario general del Ministerio de Infraestructura, Transportes y Redes, Manos Manousakis.

Como muchos analistas preveían, la estrategia del gobierno de utilizar el veredicto popular en el referéndum como medio de presión en las negociaciones fracasó. Al regresar a la mesa de negociación, los acreedores de línea dura, reunidos alrededor del ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble, dejaron claro que están dispuestos a permitir que Grecia quiebre -con todas las implicaciones económicas y políticas que ello tendría para la Eurozona- antes de ver la más mínima grieta en la disciplina neoliberal de austeridad. El nuevo memorándum es un experimento extremo de ingeniería social y de redistribución de la riqueza a favor de los poderosos. Lo peor es que parece evidente que Tsipras carecía de un plan alterno y eso fue otro factor que lo habría llevado a capitular ante la Troika.

El paquete de medidas al que obliga el acuerdo parece destinado a deprimir aún más a las clases medias y bajas, aumentar la recesión y el desempleo, destruir las pequeñas y medianas empresas, que constituyen la columna vertebral de la economía griega, y entregar todos los activos públicos y bienes comunes al capital transnacional. Pero lo que termina de confirmar el carácter del acuerdo aceptado por Tsipras es la votación de ayer en el Parlamento. El “Sí” al acuerdo se decidió con 229 a 64, más 6 abstenciones. Esa alta votación a favor se dio gracias al voto masivo de las bancadas neoliberales. Lo que el pueblo votó “No” en las urnas, fue tirado al cesto de la basura al votar “Sí” el Parlamento.

No hay duda de que la última línea de esta tragedia griega está lejos de haberse escrito. Las fuerzas alternativas, como el Partido Comunista, que se ha opuesto a Tsipras desde un principio y denunció el referéndum como un engaño, seguirán actuando enfrentadas al paquete neoliberal acordado por el gobierno y a los designios de la Troika. Falta saber cuál es su real ascendente en el pueblo griego y que relación entablará éste, de ahora en adelante, con sus liderazgos políticos.

Mientras, el gobierno de Tsipras luce debilitado por las defecciones y las divisiones internas. Por cierto que las aguas siguen corriendo bajo los puentes de Atenas.

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