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Educación ciudadana: herramienta para recuperar la confianza

Juan Sebastián Muñoz Vargas

La recuperación de la confianza en un régimen democrático no debe enfocarse en la transformación política, sino en la ciudadana. El rol de la educación como medida de potencialización de la discusión pública.

En la política actual, en diversos países del mundo la figura de los partidos políticos ha estado perdiendo fuerza. El encasillamiento de la población en márgenes establecidos, como lo son los partidos, ha pasado por procesos de resquebrajamiento. Además, la relación entre las personas y los partidos ya no se hace manifiesta desde el establecimiento de confianza o verdadera representación. La figura de una representación popular de los intereses por parte de los gobernantes se ha quebrado y la política ha perdido gran parte de su legitimidad y apoyo popular. Esto genera que el poder del Estado solo se encuentra en el ejercicio fáctico de sus capacidades, más no cuente con la legitimidad popular, lo que genera que las políticas públicas, los planes de acción, la construcción de democracias más fuerte, entre otros procesos, se dificulten por falta de unión de estos dos actores en la persecución armónica de los mismos fines.

En muchas ocasiones esto se debe al accionar político, ya que en cuanto a su relación con la sociedad civil no ha establecido un respaldo fuerte, lo que principalmente se ha debido por una apatía política de la ciudadanía. En el panorama actual, las figuras de corrupción resaltan abruptamente y se piensa que los políticos están haciendo las cosas de manera incorrecta en todos los ámbitos, lo que encasilla a su accionar fuera de la representación real de la ciudadanía.

Teniendo el panorama así, donde la democracia se construye como esta relación entre ciudadanos y gobierno (Tilly, 2007) la solución se podría establecer en el segundo. Se podría pensar en diversidad de ocasiones que la principal acción a tomar en cuenta es que los partidos empiecen y persigan de forma transparente la búsqueda y la persecución de los intereses comunes y no privados. En un panorama donde lo político no es muestra de una real conjugación de los intereses comunes, se puede pensar que el cambio está simplemente en hacer en la política las cosas bien, seguir procesos de consulta, tener un equilibrio en la capacidad estatal, tener instituciones fuertes, entre otras, pero esto no ocurre con solo decirlo, sino que toma fuerza real si la ciudadanía lo solicita y entra con un rol activo en la “arena política” (Long, 2007).

No obstante, esto no ocurre cuando la población es apática políticamente y no conoce ni reconoce su rol en la transformación de su nación. Por ello, un peldaño para la recuperación de la legitimidad es la educación para la democracia. Pero, ¿por qué? Porque al potenciar ciudadanos que conozcan que es en ellos donde realmente radica el poder, que se les brinde capacidades de argumentación y criticidad y que se les enseñe a fundamentar sus posiciones; genera la elección y la crítica efectiva del accionar político.

La educación ciudadana es la forma de vincular activamente y propender por la vinculación activa del Estado en el establecimiento de un régimen democrático. Es el primer paso para la búsqueda de lo que Tilly (2007) titula la “consulta mutua vinculante”. Es dotar al pueblo de herramientas cognoscitivas para ejercer de forma activa su rol como sociedad civil en el debate y en la construcción de la democracia.

La mayoría de los sistemas políticos actuales en el mundo funcionan bajo regímenes democráticos y el sustento se encuentra en procesos donde el poder se construye como “gobierno por discusión” (John Stuart Mill citado por Sen, 2012). La confianza se encuentra en que en el debate las opciones que se escogen sean las más adecuadas por haber pasado por procesos de cuestionamiento y se han puesto a consideración ciudadana. Así, un gobernante que es escogido en un verdadero gobierno por debate no solo tiene más fuerza argumentativa que lo llevó ahí, es decir razones suficientes que le hacen merecer ese lugar; sino que sus partidarios y la población en general lo acepta y confía más en esa persona al ser escogido con mayor argumentación y fuerza política, lo que vincula a la ciudadanía con un apoyo al ejercicio de los planes gubernamentales. Es decir, al tener legitimidad se tiene un plan de acción popular razonado y que, mediante el rol activo de la sociedad, construye y genera alternativas viables con la confianza por parte de la sociedad.

Entonces, viendo que la confianza se construye mediante la educación ciudadana, ¿cómo se construye esta última? Es mediante el estudio y la potencialización de las humanidades y las artes en los procesos formativos a todos los niveles. Es volver a lo que nos recuerda Martha Nussbaum (2010) para la construcción de ética ciudadana, de intereses comunes sobre los privados y del desarrollo de capacidades argumentativas y críticas; palabras más, palabras menos: Es educar individuos para el ejercicio de la democracia.

La confianza en el sistema político se construye cuando se sabes que las instituciones están desarrollando de la mejor manera sus funciones, se materializa cuando la igualdad y la libertad actúa como principios ejes para el desarrollo de la sociedad, pero se hace real en el ejercicio de una sociedad civil cuyas acciones se vinculan con los procesos democráticos y exigen al Estado su vinculación. La confianza en la política actual necesita de un cambio en los políticos, pero a su vez y con gran ahínco, necesita de ciudadanos que sean conscientes y tomen su rol, que exijan y que hagan uso eficaz de las herramientas que tienen para buscar de forma efectiva un sistema más democrático y confiable.

 

Bibliografía

Long, N. (2007). “La construcción de un marco conceptual e interpretativo” en Sociología del desarrollo: una perspectiva centrada en el actor. México: Ciesas – El Colegio de San Luis.

Nussbaum, M. C. (2010). Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades. Katz Editores.

Sen, A. (2012). La idea de la justicia. Ciudad de México: Taurus.

Tilly, C. (2010). Democracia. Madrid: Ediciones AKAL.

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