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El despojo a Cáritas

El examen de distintos episodios en la historia del siglo XX ayuda a entender cómo propuestas revolucionarias de cambios políticos y sociales para mejorar la vida de los ciudadanos de un país se convierten en regímenes oprobiosos y asfixiantes para la mayoría de los supuestos “beneficiarios”. El mecanismo es clásico, y prácticamente, calcado en cada ocasión. Al principio, las promesas insuflan esperanza en las masas, el mensaje es conciliatorio y los llamados a la unión para el fortalecimiento de la nación y la eliminación de las desigualdades constituyen el discurso cotidiano. Pero en la medida en que el rechazo comienza a aflorar, la tuerca de la opresión inicia su giro, lenta, pero inexorablemente. Poco a poco, las expectativas van transformándose en desencanto. Cuando ya las carencias de todo tipo se vuelven desesperantes y los reclamos se multiplican, la respuesta gubernamental no encuentra otro camino que desconocer la realidad y mentir impúdica y descaradamente. Si no fuesen tan trágicas las implicaciones, sus exposiciones no harían otra cosa que provocar delirantes carcajadas. Pero al mismo tiempo que esto ocurre, se hacen comunes los más variados atropellos que muestran a cabalidad la verdadera catadura moral de quienes gobiernan.

Truman Capote, el gran narrador norteamericano, pasó de ser el niño mimado de la aristocracia de ese país a odiado villano de esos mismos círculos, desde el momento en el que publicó aquellos terribles relatos en los que desnudaba, casi que con crueldad, las carencias morales, los vicios y el nivel de podredumbre que alcanzaron algunos de los personajes más representativos de esa clase social. Podría afirmarse que, al igual que en las tragedias shakesperianas, las desgracias, en esos relatos de Capote, derivan de la naturaleza moral de los personajes involucrados.

Tales relatos me vienen a la memoria cuando de manera cotidiana desfilan ante nuestros ojos las obscenas acciones provenientes de las actuaciones ya cotidianas de nuestros líderes gubernamentales. Quizás una de las más aberrantes la constituye lo ocurrido con la “expropiación” que recientemente hiciera el Seniat de la donación chilena de medicamentos y suplementos alimenticios destinada a la organización católica Cáritas de Venezuela. Bien conocido por los venezolanos es la terrible escasez de medicamentos que existe en el país, a pesar de la impudicia con la que las autoridades lo niegan. Pues bien, ante el arribo al puerto de La Guaira de 525 cajas de medicinas y 92 cajas de suplementos alimenticios destinados a Cáritas de Venezuela para que fueran distribuidos a los sectores de la población más necesitados, a las autoridades no se les ocurrió nada mejor que aducir el argumento de “abandono legal” en los almacenes portuarios, al considerar que la mercancía llegó al país sin permiso alguno y sin cumplir con los requisitos para su nacionalización. En virtud de tal “delito”, el Seniat decidió otorgar la totalidad de esos insumos al Instituto Venezolano de Seguros Sociales para su distribución.

En un comunicado fechado el pasado 25 de noviembre y respaldado por la Comisión de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal Venezolana, comisión que ha estado al tanto de lo acontecido, pues ha acompañado y monitoreado todo este proceso, Cáritas ha informado a la opinión pública la realidad de los hechos y detalla que “se realizó el proceso requerido de trámites indicados por las autoridades consultadas, se informó el 5 de agosto de 2016 al Seniat de la llegada de la donación, solicitando su permiso y tramitación y se participó en reuniones con diferentes organismos ministeriales, entre ellos el Ministerio del Poder Popular para la Salud, con el objetivo de solicitar el permiso para la entrada de la donación de medicamentos”. Sin entrar en el análisis de lo que va a ocurrir con esos medicamentos, ya que si la cuarta parte de los desaguisados que se le atribuyen a este gobierno son ciertos, lo más probable es que buena parte de este donativo no llegue a su destino y el resto, al igual que lo que ocurre con las famosas bolsas CLAP, sea vendido a precios exorbitantes, es de Perogrullo confirmar, una vez más, que este gobierno permite y asume -con plena conciencia- que miles de compatriotas sufran las consecuencias y hasta fallezcan por la escasez de medicamentos, lo que constituye un crimen de lesa humanidad. Lo que realmente le mortifica es que se instrumente un canal de asistencia médica humanitaria, pues eso sería la prueba fehaciente del fracaso descomunal de un régimen que ha gozado de inmensos recursos financieros en estos años y que ha sido incapaz de siquiera proporcionar medicinas básicas a la población. La verdad es que el gobierno venezolano no tiene las divisas para importar los medicamentos o los insumos y materias primas necesarios para su fabricación y no acepta reconocer la verdad. Es por ello, repito, que mienten en forma vergonzosa.

Es posible que en la conciencia de estos señores no exista, por ahora, inquietud alguna acerca de su actuación. Quizás exhibirían algún rubor en sus rostros, si advirtiesen cierta mirada maliciosa en algún miembro de su entorno social. En otras palabras, siempre tratarán de “pasar por debajo de la mesa” para de alguna forma esconder sus actuaciones. Pero a la larga será en vano. En algún momento de la vida del país, cuando ese péndulo implacable que las leyes de la física han impuesto en la política decida ya que la gravedad lo obliga a devolverse, aparecerán los Capote nacionales que pondrán de manifiesto la verdadera catadura moral de quienes se prestaron para tantas aberraciones. Solo es cuestión de paciencia y de saber esperar. Entonces sí aparecerá en esos rostros el rojo rojito, pero de vergüenza.

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